Recetas tradicionales para la era de la postmodernidad
La fórmula más antigua del libro de cocina es una de las que mejor funciona este año: 60% de la cartera en renta variable, 40% en fija


Anticiparse al mercado es habitualmente una labor que exige buenas dosis de arrojo: adelantarse a tiempo (ni demasiado pronto ni demasiado tarde) a las decisiones una comunidad de millones de inversores exige una capacidad de análisis al alcance de muy pocos colectivos o bien contar con información de primera mano. Actualmente, ni siquiera en estas condiciones. El movimiento de los mercados está vinculado a las decisiones de una sola persona que, además, tiene dos costumbre que pueden ser útiles en determinados contextos, pero que no ligan bien con el mercado de valores: adoptar posiciones extremas y cambiar de opinión continuamente. No se trata de predecir una variable macroeconómica o la cartera de pedidos de un fabricante de chips, sino aventurar los cambios en un estado de ánimo individual, volátil y muchas veces contradictorio.
La receta más sencilla para capear los altibajos es obviarlos y no hacer movimientos agresivos en las carteras a golpe de titular. La experiencia de décadas indica que en la abrumadora mayoría de los casos que intentar comprar barato y vender caro acaba siendo peor que mantener una cartera sin cambios. En el contexto actual, aún más. Y, como ocurre que la inestabilidad no es solamente general, sino también particular (unos sectores se ven mucho más castigados por las turbulencias que otros), los gestores de fondos están reaprendiendo las bases del oficio: diversificación para repartir los riesgos y, en todo caso, búsqueda de activos infravalorados.
Así, la receta más antigua del libro de cocina es una de las que mejor funciona este año: 60% de la cartera en renta variable, 40% en fija. Un esquema clásico que se vio brutalmente castigado por la crisis energética resultado de la invasión de Ucrania, pues las subidas de tipos (por el impacto inflacionista) y el riesgo de recesión provocaron pérdidas en los dos lados de una cartera cuya razón de ser, precisamente, es el reparto del riesgo. Pero los tiempos cambian. En 2022 la jugada maestra fue (a toro pasado todo es más sencillo) la apuesta por la Bolsa de EE UU y, dentro de ésta, por el sector tecnológico. Pero el contexto geopolítico, económico y también tecnológico ha cambiado. No tanto como para huir de los mercados de valores, pues no hay perspectiva alguna de que la volatilidad sea algo coyuntural, pero desde luego sí como para minimizar el impacto de los altibajos políticos y financieros en las carteras.