El arancel de la incertidumbre: desafíos para las becas Fulbright
En medio de la oleada de medidas para sanear la economía de EE UU, aparecen algunas relacionadas con la educación

En medio de la oleada de medidas destinadas a sanear la economía de Estados Unidos, aparecen algunas relacionadas con el sector educativo, que pueden afectar a becas académicas como las prestigiosas Fulbright, con posibles restricciones y nuevos desafíos.
El programa Fulbright es uno de los instrumentos de poder blando más importantes de EE UU, al alinearse con los intereses nacionales, mediante intercambios internacionales del país y sus socios al permitir a estudiantes y académicos estadounidenses ejercer como diplomáticos ciudadanos en el extranjero y viceversa, ya que muchos llegan cada año a EE UU para desempeñar sus funciones. Es, en definitiva, una marca académicamente prestigiosa en educación internacional.
Paradójicamente, se fundó, en parte, con la venta de excedentes de material bélico de la II Guerra Mundial, y hoy día estos intercambios educativos promueven los valores e intereses estadounidenses sin presión política ni poder militar.
Desde que se creó, en el año 1946, más de 400.000 personas han participado. En los últimos años se han concedido una media de 8.000 becas, un tercio para estadounidenses y dos tercios para extranjeros, brindando la oportunidad de participar en intercambios culturales, políticos y económicos, impulsando iniciativas conjuntas para el bienestar global.
En España, se han beneficiado más de 6.000 becarios españoles y 4.500 estadounidenses desde 1958. El programa ha sido reconocido por su contribución al entendimiento internacional, y fue galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional en 2014. El impacto del programa educativo intercultural se produce en muchos niveles y continúa mucho después de la experiencia.
Con tan larga historia, no es la primera vez que la financiación del programa sufre variaciones o intentos de ello, y ha demostrado ser notablemente adaptable, ya que ha superado una variedad de desafíos políticos y económicos a lo largo de su historia. Por ejemplo, ha diversificado sus fuentes mediante alianzas con universidades, Gobiernos extranjeros y sector privado; en los recortes de los años 80 y post-2008 priorizó programas de menor coste, pero alto impacto, como intercambios cortos o virtuales; durante la pandemia adaptó los requisitos permitiendo postergaciones y modalidades virtuales; etc. Por tanto, en la actualidad, de ser necesario, la experiencia indica la posibilidad de adaptación temporal del programa para garantizar su sostenibilidad.
En el primer mandato de la Administración Trump, no se lograron los recortes anunciados para la Oficina de Asuntos Educativos y Culturales del Departamento de Estado que financia parte de las becas Fulbright con asignaciones del Congreso; en cambio, en un plano local, el programa se suspendió con China, aun siendo este el primer país firmante en el año 1947. Pero en estos meses han aparecido varios casos de paralización o congelación temporal, cuando ya estaban liberados, de fondos para algunos becarios ubicados en diversos países, lo que supone, entre otras cuestiones una renuncia a ese pacto y apoyo nacional que buscaban los intereses de Estados Unidos. Esta situación genera, indudablemente, una merma de la influencia geopolítica del país norteamericano.
En beneficio del programa educativo, la comunidad internacional y los propios estudiantes y académicos estadounidenses esperan que las últimas voces y movimientos no lleguen a materializarse en esta materia. De no ser así, la reputación, incluso el interés, de las becas se alterarían y con ello la experiencia del beneficiario, que determina la efectividad del programa de intercambio. Incluso otros programas reconocidos y afamados en contextos específicos, como son las Rhodes, Chevening, Erasmus Mundus, Gates Cambridge o las DAAD podrían verse afectados y sufrir algunas variaciones en las convocatorias.
Las características de las becas Fulbright son únicas: destacan la historia y el alcance global, la excelencia académica y profesional, la red de exbecarios, la flexibilidad de disciplinas o una cobertura financiera completa que favorece la estabilidad.
Otros motivos para el mantenimiento íntegro del programa educativo son la impresionante lista de becarios Fulbright: más de 60 premios Nobel, más de 88 ganadores del Pulitzer y jefes de Estado y de Gobierno. Muchos de ellos son estadounidenses, pero otros son extranjeros, provenientes de los aproximadamente 150 países con los que EE UU tiene o ha tenido una buena relación y, tras la beca, han tenido la posibilidad de establecerse en el país norteamericano, originando visibilidad y rendimientos económicos para ellos.
Otras justificaciones son los beneficios sociales obtenidos en estos años: por ejemplo, en ocasiones han redirigido o corregido algunas políticas para alinearse con las perspectivas internacionales (como el multiculturalismo o las relaciones y diversidades raciales), o los efectos profesionales y personales de la experiencia de los becarios estadounidenses que regresan, haciendo crecer al país.
Los financiadores del programa podrían ayudar a diluir la inestabilidad de las últimas noticias, ya que el dinero no procede en exclusiva de aportes anuales del Congreso de EE UU. Participan en un 40% aproximadamente los Gobiernos socios y el sector privado, y estos últimos tienen cierta capacidad de influencia para mantener las becas.
En definitiva, la actual coyuntura económica estadounidense está generando inestabilidades en programas educativos como el Fulbright. La solidez de este y sus incontables beneficios no deberían alterar las convocatorias anuales. El programa debe preservarse como pilar de cooperación global, pese a posibles recortes. Su impacto en diplomacia educativa, innovación científica y diversidad cultural supera ampliamente los costes. En un mundo fragmentado, invertir en intercambios académicos garantiza puentes entre naciones y fomenta soluciones compartidas. Priorizar su financiación es una apuesta estratégica por el liderazgo ético y el progreso colectivo.
Juan José Prieto es profesor de la Universidad Complutense de Madrid.