Las claves: la falta de teletrabajo esconde retos estructurales de la economía
Por mucho que haya progresado la IA, por el momento no hay manera de servir una cerveza desde casa, o de doblar una camiseta


Resulta que, aunque las cifras de teletrabajo en España están en máximos históricos –por encima, incluso, que en la pandemia– seguimos por debajo de la media Europea, con solo un 15,4% de la población trabajadora, frente al 22,6% del promedio comunitario. Esto no es una gran noticia, en general, pero no tanto porque no solo un porcentaje exiguo de los trabajadores accedan a esta condición laboral –que también–, sino porque no habla especialmente bien de la composición de la economía española. La realidad de esta es que sigue muy dominada por los servicios y, por mucho que haya progresado la IA, por el momento no hay manera de servir una cerveza desde casa, o de doblar una camiseta. Y los servicios son un sustento precario si uno aspira a ser una economía productiva.
De hecho, con el afán reindustrializador estadounidense, se ha llegado a poner en duda que la industria lo sea: Trump quiere satisfacer los intereses de sus votantes de zonas antaño industriales, pero la experiencia muestra que al país le ha ido bien fabricando menos y creando más, principalmente con sus tecnológicas. Y esos trabajos se pueden hacer desde casa.
Invertir en algo necesario... para guardar cosas innecesarias
La economía es la gestión razonable de los bienes escasos. Y la inversión no es más que la selección –en busca del máximo retorno– de los que saben gestionar bien esos bienes escasos y necesitados. Por eso suele ser buena idea invertir en farmacéuticas, porque su negocio es atemporal: la salud no es un capricho de consumo –no debería serlo, al menos– y mientras haya humanos habrá negocio (y cuanto más viejos, mejor). Tampoco es mala opción invertir en trasteros, porque mientras haya personas habrá acumulación innecesaria de bienes. Quien haya tenido que vivir una mudanza lo sabe.
Los agentes IA, una tecnología que difuminará más la cadena de responsabilidades
Los arcos antihurto de los centros comerciales tienen una virtud sobre cualquier otra: si cazan a una persona inocente, esta se siente menos atacada que si el que lanza la acusación es un guardia de seguridad humano. Se lo toman de forma menos personal, digamos. Y tienen otra ventaja: reducen la responsabilidad de los profesionales de carne y hueso. Las inteligencias artificiales que toman decisiones autónomas, los llamados agentes IA, tienen esos mismos beneficios, pero al empleado al que le nieguen ciertos gastos, por ejemplo, no le hará ninguna gracia, sea o no humana la decisión. En última instancia, se supone que habrá alguien supervisando; y, en todo caso, siempre hay alguien que programa los algoritmos. Pero la cadena de responsabilidades será (aún) más difusa.
La frase
El acuerdo comercial EE UU-Reino Unido. Es una buena noticia. Debo decir que es una ‘buena noticia’ en un mundo en el que el tipo arancelario efectivo quedará más alto que antes de que todo esto comenzara. Creo que debemos tenerlo en cuentaAndrew Bailey, gobernador del Banco de Inglaterra
Hay cosas que es mejor no intentar recuperar
La industria del perfume está en constante adaptación, no solo a los gustos del momento, sino a las normativas. Hay componentes, por ejemplo, que, aunque claves para la fabricación de algunas fragancias, se han visto limitados por sus efectos sobre la piel. Y ante esta tesitura los usuarios se preguntan: ¿por qué mi perfume de toda la vida ya no huele como antes? Pues por la misma razón por la que uno no siente la misma emoción al patear un balón ahora que cuando tenía 10 años; o su plato favorito no sabe igual que cuando lo probó por primera vez. O quizá porque ya no tiene tanto musgo de roble. En todo caso, lo mejor es seguir adelante, y comprarse otro perfume. Si no, uno puede correr el riesgo de acabar persiguiendo fantasmas toda la vida. La nostalgia es una peligrosa compañera.