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La lupa
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La urgencia de reincorporar EE UU a los valores occidentales

Europa tiene que asociarse a las élites americanas y convencer a su opinión pública para que Trump regrese al lado bueno de la historia

El presidente Donald Trump y la primera dama Melania Trump recorren la Capilla Sixtina en 2017.

La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, que ha mostrado más proximidad con Vladímir Putin que con Europa, ha causado un terremoto en el seno de los países que llevan décadas identificándose con los “Valores Occidentales”. El politólogo estadounidense Samuel P. Huntington identificó diez valores comunes de las grandes naciones de Occidente: individualismo, liberalismo, constitucionalismo, derechos humanos, igualdad, libertad, imperio de la ley, democracia, libre mercado y separación Iglesia y Estado.

Se sabía que Rusia y China no se identifican con estos valores. El drama es que Estados Unidos, que era el líder del bloque de naciones que los defienden, parece haber abdicado de ellos bajo el mandato de Donald Trump. Estos son los valores por los que los ucranianos prefieren entregar su vida antes que caer bajo la bota de Putin. Por ellos, Estados Unidos, Europa y otros países estaban dispuestos a armar al ejército de Volodímir Zelenski y acoger a su pueblo.

Europa tiene que hacer lo imposible para reconstruir la relación entre los países de Occidente, los que comparten esos diez valores tan bien identificados por Huntington en su libro El choque de civilizaciones: la reconfiguración del orden mundial, publicado hace treinta años. Esto pasa por recomponer las relaciones de Estados Unidos con Europa (UE y Reino Unido) y su vecina Canadá. Para ello, Trump tiene que empezar por respetar a los amigos tradicionales de su país y Europa.

La Unión Europea tiene que dar un paso adelante en la construcción de su identidad política, para lo que sin duda necesita autonomía en materia de defensa, como ha quedado evidenciado cuando Estados Unidos se ha echado a un lado en Ucrania. Hay que entender la defensa en un sentido amplio, que va desde la militar a la ciberseguridad, pasando por el uso de la inteligencia artificial y la desinformación como nuevas herramientas de engaño y control social.

Bruselas tiene que dejar atrás su obsesión reglamentista y avanzar hacia un pragmatismo con valores que permita retomar su espacio en el concierto global, donde Estados Unidos, China y Rusia se han colocado ya en otra dimensión. Para recuperar el terreno, además de autonomía en seguridad, es imprescindible revisar todo el entramado legal con el objetivo de integrar de verdad los 27 mercados, para lo que es necesario reducir la burocracia al mínimo imprescindible y facilitar la creación de campeones europeos que operen con pasaporte único en toda la UE, y cuenten con capacidad de competir de tú a tú con los gigantes americanos y chinos.

Para hacerse una idea de la necesidad de ganar tamaño, basta señalar que la capitalización bursátil de las seis mayores tecnológicas de Estados Unidos (Apple, Microsoft, Nvidia, Amazon, Google y Meta) tienen, a pesar de las enormes turbulencias de la última semana, una capitalización bursátil de casi 13 billones de euros (9 de marzo), que es tres veces el PIB de Alemania o el agregado de las cinco mayores economías de la UE (Alemania, Francia, Italia, España y Países Bajos), que suman 12,1 billones de euros.

La creación de la Unión Europea es seguramente el proyecto político más ambicioso de la historia de la humanidad, ya que implica unas renuncias de los 27 países que la integran difíciles de gestionar. Así ha quedado patente con la decisión democrática de Reino Unido de abandonar el grupo y con el actual avance de la extrema derecha en muchos países, que pretenden más nacionalismo y menos Europa, lo mismo que persiguen Trump y Putin.

La actual coyuntura, con Europa en medio de la amenaza de los misiles rusos y los aranceles de Estados Unidos, puede representar el impulso definitivo a la integración de Europa, de la Europa de los Valores Occidentales, pero su proyecto es más difícil si el amigo americano cambia de bando. Europa (la UE y Reino Unido) ha hecho bien en ir con pies de plomo y no responder a las provocaciones de Trump, pero no se debe dejar humillar y tiene que aprovechar el tiempo para rearmarse moralmente, además de militarmente.

Europa tiene que aliarse con las élites de Estados Unidos para tratar de convencer al pueblo americano que el camino emprendido por la actual administración es equivocado. En noviembre del año que viene son las elecciones intermedias, a medio mandato del presidente, en las que se renueva a un tercio del Senado y la totalidad del Congreso. Si las encuestas van mostrando un creciente descontento del pueblo americano con su líder, lo más probable es que Donald Trump cambie de pausar los aranceles a abandonar la confrontación. Si esto resulta insuficiente, Europa aún tendrá la posibilidad de apretar el botón de las grandes plataformas tecnológicas de Estados Unidos. Estas compañías están operando en Europa con un marco fiscal inaudito, que les permite pagar unos impuestos ridículos por sus ventas en el Viejo Continente. Esto es culpa de la UE y su normativa, que permite desplazar fiscalmente actividad de unos países a otros con artificios contables, algo que utilizan especialmente Irlanda y Países Bajos para detraer recaudación a sus socios europeos, y aprovechan las empresas americanas para abonar menos impuestos.

Además, estas compañías, hacen un uso de los datos de los usuarios susceptible de ser declarada ilegal y, ante la duda, se puede modificar la legislación europea para que queden claramente prohibidas determinadas actuaciones. Solo con que sea obligatoria la identificación en las redes sociales, el tráfico se vería muy menguado y, por tanto, la actividad y los ingresos. El anonimato es una de las bases del uso de las redes con fines torticeros, como la desinformación.

El paso atrás dado por el presidente de Estados Unidos el miércoles pone de manifiesto que su instinto empresarial está vivo. Ha decretado la pausa por puro pragmatismo económico, no por convicción o respeto a los valores. Esto deja a las claras que su Talón de Aquiles está en la cartera y en la opinión pública, y en ambas tienen mucho peso las élites económicas clásicas americanas, que son europeístas y prooccidentales. Estos no se ven identificados con los nuevos milmillonarios que han financiado la campaña de Trump, con su tecnooligarquía.

Aurelio Medel es periodista y doctor en Ciencias de la Información.

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