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Editorial
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Negociar, sí, pero con firmeza

La experiencia demuestra que Trump puede conformarse con pactos muy lejanos de sus pretendidas aspiraciones iniciales

Detalle del apretón de manos entre Donald Trump y Emmanuel Macron.
CINCO DÍAS

Con el desafío arancelario lanzado al mundo del que es la primera potencia, Estados Unidos ha puesto en una situación delicada a los líderes de todo el globo. Ante ellos se abren dos grandes opciones: ir a la guerra y, como afirmó el Gobierno chino ayer, “luchar hasta el final”; o buscar, como propone la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, una solución negociada en un conflicto cuyas consecuencias pueden ser nefastas para millones de personas. Tan proclive como es el comercio a los símiles bélicos, conviene recordar, en estos momentos de bravuconadas, golpes en el pecho y grandes declaraciones, que en una guerra todos pierden.

El lunes, Bruselas propuso una tarifa cero en productos industriales entre la Unión Europea y Estados Unidos. Un primer paso conciliador que, con todo, no supone una renuncia a las contramedidas que Bruselas prepara, pero que Von der Leyen aún no ha querido desvelar. Tampoco un posible cambio de rumbo: la presidenta de la Comisión realizó su llamamiento a la conciliación desde Samarcanda, ciudad emblemática de la Ruta de la Seda, esa por la que pasaba el comercio entre China y el Mediterráneo. La elección del lugar no es baladí: si el aliado tradicional del Viejo Continente está dispuesto a ir a la guerra, hay que buscar alianzas en otros lugares. Y el giro lógico es hacia Oriente.

Décadas en televisión y unos cuantos años en la Casa Blanca evidencian que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, opera bajo una agresiva lógica empresarial, ya sea en sus negocios o al frente del Ejecutivo: primero agarra el brazo para luego dar la mano. Y acaba vendiendo ese puñado de dedos como una victoria ante su electorado. El órdago arancelario es su mayor desafío hasta la fecha, y no parece que se vaya a amedrentar por que las Bolsas se hundan o por una espiral de medidas y contramedidas de sus rivales (muchos de ellos antiguos aliados).

Pero la experiencia demuestra que Trump puede conformarse con pactos muy lejanos a sus pretendidas aspiraciones iniciales. Por todo ello, sentarse a la mesa de negociación –con todas las cautela debidas– es un paso necesario antes de lanzarse a la batalla. Sin olvidar, con todo, que por muy cierto que pueda ser aquel viejo axioma según el cual en la guerra pierden todos, unos lo hacen más que otros. Hay que sentarse a negociar, sí, pero con firmeza.

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