RWE tipifica el dilema de inversión de la Europa corporativa
La firma debe elegir entre pagar al accionista, como pide Elliott, o esperar a que se concrete el bum continental

En lo que respecta a las disputas en los consejos, la campaña del activista Elliott Investment Management en RWE parece relativamente amistosa. El lunes, la filial británica del grupo inversor estadounidense reveló que posee una participación del 5% en el gigante energético alemán de 24.500 millones de euros, y aplaudió su reciente decisión de reducir los gastos de capital, al tiempo que animó al consejero delegado, Markus Krebber, a hacer mayores recompras de acciones. El único punto de desacuerdo parece ser el momento, lo que plantea un problema más fundamental para los jefes europeos: ¿cuánto peso darle a un incipiente auge de la inversión pública y privada?
RWE, al igual que otras empresas continentales, parece percibir cada vez más que el euro marginal puede gastarse mejor en casa que en los volátiles Estados Unidos. Esto es especialmente cierto para las empresas centradas en la ecología, como esta generadora de electricidad con sede en Essen, cuyos proyectos renovables en Estados Unidos se enfrentan ahora a un entorno político más hostil bajo la presidencia de Donald Trump. La semana pasada, el jefe Krebber recortó su programa de inversión de 2025 a 2030 en 10.000 millones de euros, es decir, alrededor del 25%, lo que incluía la reducción del capital futuro destinado a la energía eólica en Estados Unidos.
La pregunta es qué hacer con el dinero ahorrado. Elliott quiere que Krebber “aumente y acelere significativamente” un programa de recompras existente de 1.500 millones de euros. En términos puramente financieros, eso tiene sentido: RWE cotiza a 6 veces el ebitda a plazo, según las cifras de LSEG Datastream, en comparación con 7 y 9 veces, respectivamente, para sus pares Orsted (Dinamarca) e Iberdrola. La recompra de acciones a un precio reducido crea valor para los inversores y conlleva menos riesgo que derrochar en nuevos proyectos energéticos intensivos en capital.
Sin embargo, Krebber también tiene una buena razón para esperar. Friedrich Merz, el líder de los democristianos que está ocupado formando el próximo Gobierno alemán, ha destinado una quinta parte de un fondo de infraestructura de 500.000 millones de euros previsto para la transformación climática y económica. En teoría, una buena parte de ese dinero podría impulsar a los líderes nacionales en energías renovables, como RWE. Comprometerse a nuevas megarecompras antes incluso de que se hayan elaborado los planes puede ser prematuro y podría enviar un mensaje equivocado a los políticos hambrientos de inversiones de Berlín.
La gracia salvadora es que RWE puede ser capaz de guisárselo y comérselo. Duplicar, o incluso triplicar, la recompra dejaría miles de millones disponibles para futuros gastos de capital en casa, especialmente si Krebber tiene éxito con otros planes de aumento de efectivo, como la venta de negocios y la subcontratación de partes de nuevos proyectos a socios. El consejero delegado de RWE también ha aumentado su tasa interna de rendimiento objetivo para futuras inversiones del 8% al 8,5%, lo que debería ayudar a calmar los nervios de Elliott sobre el gasto.
Sin embargo, el debate ejemplifica una cuestión con la que los consejeros delegados de los sectores de defensa, fabricación y energía tendrán que lidiar cada vez más en los próximos meses. Las capitales europeas están haciendo grandes promesas de inversión, pero los nuevos proyectos específicos son escasos hasta ahora. Mientras, los accionistas ávidos de efectivo seguirán revoloteando.
Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías