La seguridad de Europa no va a salir gratis
La deuda mutua emitida para dotar los fondos Next Generation abrió una puerta, pero este tipo de iniciativas aún despierta resquemores


La única parte positiva de los continuos exabruptos y mentiras de Donald Trump (la última, culpar a Ucrania de que miles de tanques rusos cruzaran la frontera hace casi exactamente tres años) es que no deja lugar a las dudas. En Europa, solamente quien cierre los ojos y se tape los oídos (o quien solo se informe a través de X y Telegram) puede considerar que Estados Unidos es un aliado con el que se puede contar para la defensa del continente de amenazas externas. No sabemos si Europa está realmente sola, como parecen indicar los mensajes de la Casa Blanca, pero es un hecho que no puede dar nada por sentado. El marco geopolítico posterior a la Segunda Guerra Mundial, que sobrevivió a la caída del Telón de Acero, parece ser cosa del pasado. Y este cambio llega con una guerra, y un ejército hostil, a las puertas de la UE.
La urgencia con la que se han convocado dos cumbres en París esta semana ilustra que, al menos en apariencia, hay voluntad de buscar vías para garantizar la estabilidad y la seguridad en el continente, por más que Europa debería haber empezado a prepararse bien antes de las elecciones de EE UU. Más allá de las vicisitudes políticas internas de cada país, o de las discrepancias sobre cómo abordar el apoyo a Ucrania (ahora o en un eventual alto el fuego), Europa necesita reforzar su defensa lo más rápidamente posible, y eso significa, entre otras muchas cosas, más gasto militar. Algo que los mercados ya han entendido: las acciones de las empresas de defensa europeas están disparadas (cabe pensar que la autonomía estratégica pasa, también, por minimizar la dependencia de la industria exterior).
De la mano de la decisión política está la financiera: cómo se reparte el coste. Las opciones sobre la mesa son muchas, y con toda seguridad la salida no será unidireccional. Parte del coste deberá ser asumido por los Estados (en particular los que menos gastan, como España), y la Comisión ya ha apuntado que las cortapisas de la senda fiscal podrán sortearse. Los mecanismos comunes podrían abaratar la financiación adicional necesaria. La deuda mutua emitida para dotar los fondos Next Generation abrió una puerta, pero este tipo de iniciativas aún despierta resquemores.
Europa ha vivido 80 años con el llamado “dividendo de la paz” gracias a un paraguas estadounidense que ya no existe. Y, al igual que, desde el punto de vista geopolítico, la UE (junto a Reino Unido) no puede hacer como si no hubiera pasado nada, en el ámbito financiero tampoco puede cerrar los ojos a la realidad.