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El presidente electo de los Estados Unidos, Donald Trump (d), en la sede de la bolsa en Nueva York (EE UU).
El presidente electo de los Estados Unidos, Donald Trump (d), en la sede de la bolsa en Nueva York (EE UU).New York Stock Exchange (EFE)
Opa hostil
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La banca de inversión suspiraba por Trump y en un mes ya hace caja

Las elecciones marcan un punto de inflexión, con Goldman creciendo a triple dígito. La desregulación en marcha agiganta la brecha con Europa

Cuentan quienes se han acercado al entorno del presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, que el líder republicano escruta diariamente a los mercados financieros y la Bolsa como barómetros de lo que pasa en la economía. También, como eventuales catalizadores de la acción política. “Viene del mundo empresarial y él es el primero que tiene acciones, claro. Piensa que, si una medida impacta negativamente en los mercados, puede no ser una buena decisión política, y viceversa. Por eso, es de esperar que las cosas que afirma y que no parecen sensatas terminen difuminándose”, expone un banquero de larga trayectoria en el sector. Los primeros beneficiados de las decisiones que sí va a tomar sin inmutarse, aquellas que a priori no tienen contraindicaciones para el parqué, ya lo están notando en sus resultados y en su cotización. Podría abrirse una nueva edad de oro para ellos.

JP Morgan, Citi, Goldman Sachs y Wells Fargo se frotan las manos. Según se conoció esta semana, sus resultados se dispararon en el cuarto trimestre, al punto de registrar crecimientos del beneficio de dos dígitos en el conjunto de 2024. El desempeño de los gigantes de la inversión, que ya transitaban por una senda razonable, ha terminado arrojando una espléndida cosecha. “Diciembre ha sido un mes clave”, revelan, no por casualidad justo después de conocerse el resultado electoral. Goldman es el mejor indicativo. La firma que encabeza David Solomon elevó un 71% su beneficio en 2024, hasta 13.525 millones de dólares, pero solo entre octubre y diciembre se anoto 3.923, un 110% más que en el mismo periodo del año precedente. El triunfo de Trump ya regaló a la compañía una subida del 20% en Bolsa, mientras que la presentación de resultados fue premiada con un 6% adicional. En general, las previsiones para 2025 que se manejan en los cuarteles generales españoles de los grandes bancos no pueden ser más halagüeñas.

La razón de fondo que explica esta tendencia va más allá del ciclo, también en un punto dulce. No en vano, el entorno de tipos más bajos con la inflación controlada y sin recesión, se complementa con la profunda desregulación del sector financiero que se atisba en el horizonte. En este sentido, se cuenta con que Trump promueva una relajación de los requisitos de capital exigidos hasta ahora a las entidades financieras, así como una política de competencia más laxa, favorable a las operaciones de concentración. “Se va a acentuar el mensaje de que las empresas tienen que ganar dinero”, exponen estas fuentes. Por el contrario, existe la convicción en conspicuas casas de análisis de que la amenaza de aranceles recorrerá la legislatura, pero difícilmente fraguará en medidas que drenen de forma drástica los mercados. Será una espada de Damocles que no terminará de caer. Del mismo modo, cuestiones sociales de largo alcance y repercusión mediática, como las deportaciones masivas que alienta en sus mítines el líder republicano, difícilmente pasarán del terreno de los simbólico -consideran- ante el temor de que un endurecimiento del mercado laboral impacte en el ciclo económico. En suma, el ecosistema perfecto para hacer dinero.

Goldman Sachs, con larga tradición de ejecutivos de la firma en las administraciones republicanas, no oculta su contento. Según su último informe de perspectivas para 2025, “la nueva claridad macroeconómica impulsará la próxima ola sustancial de acuerdos corporativos. Con los principales cuellos de botella relacionados con la política monetaria y la incertidumbre regulatoria resueltos -al menos en cuanto a su dirección-, la confianza de los consejeros delegados está aumentando bajo la expectativa de que la nueva administración de EE UU introducirá políticas regulatorias más favorables, impulsando las fusiones y adquisiciones corporativas”. En esta línea, destaca que el aumento de las cargas regulatorias en los últimos años ha llevado a que los grandes acuerdos -aquellos de más de 10.000 millones de dólares- tarden un 154% más en cerrarse que hace una década. En concreto, la friolera de 274 días. “Este freno a las transacciones a gran escala se ha visto agravado por una política monetaria restrictiva, actuando como un regulador de intensidad para las fusiones y adquisiciones corporativas, afectando tanto las valoraciones como los costes de financiación de deuda”, remacha.

Las asimetrías con el sector financiero europeo, a partir del nuevo paradigma y al margen de las particularidades de la banca de inversión, amenazan con agigantarse. La acumulación de normativa en el entorno comunitario, obra y gracia de la Autoridad Bancaria Europea (EBA, por sus siglas en inglés), es habitual objeto de crítica -entre bambalinas, eso sí- por parte de ilustres banqueros nacionales. Los consejos de administración, se lamentan, se han convertido en comités de dirección en los que incluso hay encargos concretos a consejeros para interpretar nuevas disposiciones. Por ejemplo, el nuevo mantra del risk data aggregation (RDA) implica que todos los datos del banco deben tener trazabilidad y supervisarla el máximo órgano de representación de la casa. A esa tarea, además, se suma el mandato espiritual que parece salvaguardar Fráncfort para evitar un Lehman 2.0, superador del objetivo oficial de mantener a raya la inflación. El cerco regulatorio generado en torno a esa hoja de ruta no escrita no solo ha mantenido a las entidades lejos de su valor en libros durante años y les ha generado ingentes gastos en el desarrollo de modelos internos, sino que a día de hoy limita su capacidad de gestión a partir de las estrictas exigencias de capital. El segundo advenimiento de Trump elevará el tono de la dialéctica entre quienes abogan por priorizar entornos de rentabilidad y de generación de negocio frente a planteamientos más garantistas, a menudo más beneficiosos para la reputación de los propios reguladores que para atajar una crisis de envergadura cuando llegue el momento de la verdad. Abran juego.


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