Los riesgos de la política del choque y el vaivén
En estos tiempos convulsos, la primera potencia del mundo no debería ser una fuente de conflicto e incertidumbre
Dada la importancia de las operaciones del Grupo BBVA en México, cualquier cambio adverso que afecte a las condiciones políticas, económicas y sociales en México podría tener un efecto relevante adverso en el negocio, la situación financiera y los resultados de las operaciones”, advierte sobre la próxima administración de Donald Trump la entidad financiera española en su último folleto de emisión en Estados Unidos (SEC). Y no son los únicos que lanzan este mensaje: Opdenergy ha remitido a sus inversores su propia advertencia sobre las consecuencias de la llegada de Trump a la Casa Blanca.
A la vista de las promesas proteccionistas del presidente electo durante toda su campaña, y como mayor banco de un país cuya economía bebe en buena parte de sus relaciones con su vecino del Norte, la salvaguarda ante inversores del grupo presidido por Carlos Torres no es baladí. Como tampoco lo es la de la energética. Y supone una advertencia explícita acerca de estrategias que les afectan particularmente, pero que no son más que la punta del iceberg de toda una manera de hacer política.
De camino a su segundo mandato, el presidente electo de EE UU tiene acostumbrado al mundo a declaraciones grandilocuentes, conflictivas y a veces contradictorias. Su anunciada intención de anexionar Groenlandia –por lo económico o por lo militar–, es el último ejemplo. Que Trump abogue por un comercio más cerrado es negativo para la economía mundial, pero tiene la condición nada desdeñable de ser un objetivo anunciado y esperado. Vaivenes expansionistas como el de Groenlandia (e, incluso, Canadá) forman parte, sin embargo, de la cartera de medidas impredecibles que lleva bajo el brazo el próximo presidente.
La economía no es amiga de lo impredecible. Y Trump y sus acólitos parecen aspirar a esa imprevisibilidad: acostumbran a arrebatos, más o menos interesados, que tienen consecuencias reales en empresas, sectores y mercados enteros. Ayer mismo, varias firmas renovables europeas recibieron un zarpazo en sus cotizaciones después de que el presidente electo afirmase que los molinos de viento eran “basura”. Y no es raro ver a la Bolsa bailando a golpe de algún tuit suyo, como también ha hecho en varias ocasiones su lugarteniente, Elon Musk.
A falta de ver el alcance de lo que por ahora son solo palabras, las políticas de la confrontación y amenaza de Trump son, además de sus frecuentes vaivenes, peligrosas para la economía mundial. En estos tiempos convulsos, la primera potencia del mundo no debería ser una fuente de conflicto e incertidumbre.