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Editoriales
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La seriedad en las cuentas permite hacer frente a imprevistos

La senda de déficit comprometido con Bruselas debe ser la clave de bóveda para una política de ingresos y gastos compleja

Fachada del Banco de España.
Fachada del Banco de España.Samuel Sánchez
CINCO DÍAS

Cuando ayer Carlos Cuerpo informó ayer de que España ya no está sujeta a la supervisión del fondo de rescate europeo (el MEDE), se refirió a una figura, la de los hombres de negro, tan olvidada hoy como omnipresente hace poco más de una década. La época de la crisis financiera es, en términos económicos, prehistoria, y si entonces los mercados daban la medida de su gravedad, hoy nos dicen hasta qué punto está enterrada. La deuda española cotiza más barata que la francesa y a apenas 65 puntos básicos de la alemana.

No se trata de solo de percepciones. Si se cumplen los pronósticos España cerrará las cuentas públicas de 2025 con superávit primario (es decir, sin tener en cuenta el pago de intereses). Unos datos apoyados en la positiva coyuntura de actividad y empleo, que sustentan la confianza de los inversores extranjeros: han aumentado su exposición a la deuda española en 134.000 millones de euros. Así, el coste de financiación del Tesoro apenas ha subido en 2024, pese a que la mayor parte de la deuda vencida se emitió en la etapa de tipos cero.

Esta solidez financiera da margen de maniobra al Estado y, así, se puede tirar de deuda para financiar necesidades imprevistas como la atención a las víctimas de la dana de Valencia sin que ello ponga nerviosos a los inversores. Una flexibilidad que resulta particularmente valiosa en un mundo volátil, donde la geopolítica, la defensa o la energía pueden aflorar nuevas exigencias financieras.

Como ocurre con tantas otras cosas, la capacidad de acceso al mercado es una ventaja que se olvida cuando se tiene pero quita el sueño cuando se pierde. España la tiene y no debería exponerse a perderla; los inversores en deuda llevan unos cuantos trimestres en alerta. El castigo a Francia, la deuda estadounidense a 10 años rondando el 5% (llegó al 4,85% el lunes) y la británica a muy largo plazo en récord desde 1998 son señales de un mercado que se mueve a un ritmo distinto a la renta variable, pero que es aún más implacable.

Así, que España tenga la luz verde del inversor no implica que posea carta blanca; la senda de déficit comprometido con Bruselas (donde se incluye el superávit primario) debe ser la clave de bóveda para una política de ingresos y gastos compleja y condicionada por la aritmética del Congreso de los Diputados, con las consabidas exigencias de los distintos partidos. El mercado, pese al ruido político, no considera dignos de mención estos tiras y aflojas. Que siga así por mucho tiempo.

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