Las claves: los fondos ASG, frente al temor del mercado, y los trabajos con nuevos nombres
La inversión sostenible está rodeada de incertidumbre regulatoria
El CEO de Moeve, Maarten Wetselaar, reconocía el viernes, en una entrevista con este periódico, que no cotizar es una ventaja en su situación actual, en la que debe apostar a largo plazo por el cambio a las energías renovables. Los inversores de Bolsa, en cambio, miran más al beneficio inmediato, y eso está haciendo recular a algunas petroleras que sí están en el mercado público. También los fondos de inversión sostenible están pasándolo regular en los últimos años, después de una etapa de excelentes rentabilidades. La incertidumbre regulatoria aún sigue siendo relativamente alta, aunque la tendencia general parece inexorable. En particular, se están endureciendo los criterios para dar la etiqueta de verde a los productos de inversión. Curiosamente, muchos de ellos invierten en grandes tecnológicas, que son aparentemente inocuos a nivel ambiental, pero que hacen buena parte de su negocio con los centros de datos, intensivos en gasto energético, no siempre satisfecho con fuentes ecológicas. Las petroleras se llevan la fama, pero la lana se carda de muchas maneras.
El millonario y pronto litigioso negocio de la basura
La recogida de residuos mueve mucho dinero. Bien lo sabía Tony Soprano, el protagonista de la serie más conocida sobre la mafia italoamericana. También en impuestos municipales: la nueva tasa de basuras apunta a recaudar más de 3.800 millones, lo que la pondría solo por debajo del IBI, y un escalón por encima de la polémica plusvalía.
Los inspectores advierten, sin embargo, de que la norma no está bien diseñada, que generará mucha litigiosidad, y que supondrá un incremento notable de los tributos para los ciudadanos. Es de esperar que, ya que van a pagar más, estos reciban un servicio público mejor.
Los oficios modernos, y los trabajos con nuevos nombres
De acuerdo con la red social Linkedin –concebida, supuestamente, para buscar trabajo, pero copada por gurús motivacionales que aprovechan la más mínima oportunidad para airear sus reflexiones–, uno de cada diez trabajadores ocupa un tipo de oficio que no existía en el año 2000. Con la irrupción de las nuevas tecnologías, han surgido no pocos nuevos puestos, como científico de datos o responsable de sostenibilidad.
También es cierto que muchos de estos nuevos puestos surgen de un desdoblamiento de otros más antiguos. O directamente, de un rebautismo: porque en 2000 había ya secretarias, pero nadie las llamaba back-office associate. Lo que sí que había seguro en los 2000 (y en el siglo III a.C) es pesados, pero tenían menos plataformas para hacerse ver.
La frase del día
“Las políticas de Trump llegan en un momento en el que ya existe un gran impulso de crecimiento positivo y podrían provocar un sobrecalenta-miento. Hay que tener cuidado con lo que se desea”
Dan Ivascyn, director de inversiones de Pimco
El trabajo de fin de grado que, por fin, sirvió para algo
Un joven con escasa motivación para estudiar, que va de trabajo en trabajo en un 2011 deprimente en lo económico, se apunta a un curso de cocina que hace que le pique el gusanillo. Acaba en un grado superior en Morón de la Frontera (Sevilla), donde conoce a otro joven que, este sí, tenía bien claro desde pequeño que lo suyo era la cocina. Su proyecto de fin de grado: montar un restaurante. Seis años después, el local es un referente en de la gastronomía malagueña.
Acostumbrados a trabajos de fin de grado (universitario) que no son más que papel mojado pseudoinvestigador, y un dolor de cabeza para tutores y alumnos, su historia no solo demuestra que estos proyectos pueden servir para algo, sino que la formación profesional es una alternativa que vale la pena fomentar.