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Editorial
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Alemania y Volkswagen, aviso a navegantes

El caso alemán no solo refleja la necesidad de aprovechar los tiempos de bonanza para emprender estrategias a largo plazo, sino, también, que los tiempos convulsos necesitan de voluntad política

El canciller alemán, Olaf Scholz, interviene en la ceremonia de inauguración de la fábrica de reciclaje de baterías de Mercedes Benz en Kuppenheim.
El canciller alemán, Olaf Scholz, interviene en la ceremonia de inauguración de la fábrica de reciclaje de baterías de Mercedes Benz en Kuppenheim.Kai Pfaffenbach (REUTERS)
CINCO DÍAS

Vuelve a sobrevolar sobre Alemania el calificativo de enfermo de Europa: la primera economía del euro avanza hacia su segundo año consecutivo en negativo, con la industria, su baluarte, en serios apuros, y con empresas emblemáticas como Volkswagen preparando recortes. Que, por primera vez en sus 87 años de historia, el gigante automovilístico se plantee cerrar plantas en territorio alemán no es más que el último síntoma visible de esta crisis, que supone un serio aviso a navegantes para el resto de la eurozona.

Durante décadas, el país ha nadado en la abundancia de una industria puntera bañada por el barato gas ruso. La guerra de Ucrania, con la consecuente crisis energética, asestó un golpe al corazón de la economía germana y afloró una carencia subyacente: la falta de inversión –especialmente sangrante en infraestructuras–, marcada por la autocomplacencia y por el mantra de la austeridad, del que Berlín ha sido el principal defensor desde la crisis financiera.

“Alemania necesita una agenda de política industrial y el mayor esfuerzo de transformación desde la posguerra”, apuntan desde el Instituto de Economía Alemana (IW). La crisis deja en evidencia la necesidad imperiosa de emprender un camino de inversión pública y privada que pivote el tejido productivo, no solo en Alemania, sino en toda Europa, como ya adelantó el expresidente del BCE, Mario Draghi, en su informe sobre la competitividad del continente.

Esto supone renunciar a las viejas recetas de la austeridad, con las que el Ejecutivo de Scholz vuelve a coquetear, condicionado no solo por las fuerzas dentro de su Gobierno, sino por su propia carta magna. El presupuesto acordado a las puertas de las Navidades es toda una declaración de intenciones en el más sensible de los momentos. Y, con elecciones el año que viene, bien haría en recordar el canciller y sus socios que estas estrategias pueden acabar siendo mortales en las urnas.

El caso alemán no solo refleja la necesidad de aprovechar los tiempos de bonanza para emprender estrategias a largo plazo, sino, también, que los tiempos convulsos necesitan de voluntad política: la incapacidad para afrontar conjuntamente el temporal dentro de la coalición tripartita evidencia el peligro que supone el bloqueo político –extensible a Francia e, incluso, España– en momentos cruciales para el futuro del continente. La transformación industrial y competitiva que requiere Europa solo se puede emprender con acuerdos amplios que no pierdan de vista el proyecto común. Como ya advirtió Draghi en su informe, es un “reto existencial”.

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