Miedo y modas: errores comunes de inversores conservadores y audaces
El verdadero valor de una recomendación reside en la personalización, no en las etiquetas que encasillan a los inversores
A los lectores familiarizados con mis artículos El espejismo de seguridad de los fondos monetarios y Afrontando la incertidumbre: cómo invertir en fondos de inversión y salir ganando, les resultará conocida mi insistencia sobre el riesgo desapercibido que amenaza al ahorrador medio español. Me refiero a la pérdida de valor que causa la erosión de la inflación y los impuestos.
El desconocimiento del funcionamiento de los mercados y la desconfianza sobre el futuro comportamiento de los productos financieros explican por qué a muchos españoles les cuesta invertir en fondos cuya rentabilidad no esté casi garantizada. Sin embargo, los inversores no son los únicos responsables. Las entidades financieras españolas tienen gran parte de la culpa, ya que no han logrado explicar de manera clara y sencilla que los activos volátiles –como acciones, bonos de alto rendimiento y bonos con vencimientos muy largos–, aunque impredecibles en el plazo de un año, tienden a ofrecer en plazos mayores rangos de rentabilidad más acotados. Cuanto mayor es el plazo de inversión, más se estrecha la franja de rentabilidades posibles en torno a la media histórica. Además, con una distribución adecuada entre acciones y bonos para cada plazo y la diversificación necesaria, el riesgo de pérdida se puede reducir prácticamente a cero.
Con datos sencillos y gráficos claros, los asesores podrían ayudar al inversor a confiar en unas carteras adaptadas a los objetivos que tenga a diferentes plazos. Sin embargo, muchas entidades se limitan a etiquetar a los inversores como conservadores, en parte debido a respuestas en tests regulatorios mal explicados. Por ejemplo: cuando un inversor marca que no toleraría perder dinero en un año y ha indicado tener un horizonte de inversión muy largo, es probable que no se le haya explicado que esa pérdida de valor es temporal y que no se materializará si no vende.
Los asesores y entidades financieras deberían ofrecer soluciones personalizadas para cada cliente y revisarlas con ellos periódicamente. Diversificar la parte más volátil –la de largo plazo–, mediante la exposición a numerosos valores de todo el mundo y de todos los sectores, permitiría asegurar que los ahorros crezcan por encima de la inflación y los impuestos, sin comprometerlos.
Mientras, al otro lado del Atlántico, los inversores estadounidenses se enfrentan a otros peligros que les llevan a Desperdiciar lo más parecido a algo seguro en los mercados de valores. Así se podía traducir el título de un artículo de Jason Zweig publicado el 23 de agosto en la sección El inversor inteligente del Wall Street Journal. El subtítulo era Los fondos indexados son una magnífica manera de igualar el resultado de los mercados. ¿Entonces por qué hay tantos inversores cuya rentabilidad se queda por detrás? El aburrimiento y las modas suelen jugar en su contra.
Muchos americanos saben que, si compran un puñado de fondos indexados amplios y se sientan en ellos durante décadas, es probable que superen a casi todos los que intentan vencer al mercado seleccionando valores o buscando el mejor momento de entrar y salir. Pero ¿qué hay de divertido en eso? A la luz de los datos, los estadounidenses no parecen soportar una vida de barbacoas y cócteles en la que permanecen quietos mientras sus conocidos se jactan de operaciones extraordinarias.
Cada año, Morningstar analiza la diferencia de rentabilidad entre el partícipe medio y los fondos en los que invierte y, cada año, indefectiblemente, el inversor obtiene en media peores resultados que los fondos. Este gap o diferencia de rentabilidad se agrava en los fondos sectoriales o temáticos, y en períodos posteriores a eventos extraordinarios como el de 2000, el de 2008 y la pandemia. En 2020 se puso de moda el término disruptivo y en 2022 lo que irrumpió fue una alta inflación. Pues bien, entre esas fechas el gap se disparó, siempre en contra del inversor.
Este gap del inversor, aunque depende del periodo analizado, suele superar la diferencia que la media de fondos activos se deja frente a los pasivos. Les recuerdo el viejo debate sobre gestión pasiva o activa. Estas dos posiciones son defendidas en libros con títulos que se asemejan, pero con ideas totalmente enfrentadas: Un paseo aleatorio por Wall Street, de Burton Gordon Malkiel, y Un paso por delante de Wall Street, de Peter Lynch.
El primero, publicado en 1973, defiende la inversión pasiva, pues supera a la mayoría de los fondos gestionados activamente a largo plazo. Malkiel también destaca la importancia de diversificar las inversiones para reducir el riesgo. Insiste en que los inversores deben pensar a largo plazo, ya que a corto plazo el mercado es volátil, pero, en el largo plazo, si se invierte de manera diversificada, el rendimiento tiende hacia la media.
En el otro lado, el libro de Lynch, que logró superar el S&P 500 desde 1977 a 1990, sostiene que los inversores particulares pueden superar a los profesionales, ya que conocen de primera mano los productos, tendencias y servicios que utilizan diariamente y pueden detectar oportunidades antes que los gestores de grandes fondos. Sin embargo, esta idea no está corroborada por los datos. Antes que Morningstar, Daniel Kahneman, premio Nobel en 2002, analizó los resultados de las carteras de inversores y gestores de entidades financieras y concluyó que, si bien muchos gestores profesionales suelen quedarse por detrás de los índices, los resultados de los inversores particulares eran, en promedio, significativamente peores.
Aunque lo más sensato parece ser invertir en fondos diversificados que no se desvíen mucho de los índices amplios, creo que la gestión muy activa nunca desaparecerá y los gestores que buscan conseguir resultados extraordinarios, aunque sea casi imposible lograrlo durante varias décadas, siempre tendrán seguidores. Está en la naturaleza de algunos intentar realizar hazañas admirables que pocos antes hayan logrado. La motivación suele ser tanto la gloria como el dinero, y quienes no se ven capaces de hacerlo tienden a admirar a aquellos que lo logran, o incluso a quienes lo intentan. Un ejemplo son las expediciones al Polo Sur: Scott fue casi más admirado que Amundsen, pese a llegar segundo y no regresar con vida.
Aunque los americanos cometen errores, los inversores españoles son mucho más vulnerables a la descapitalización. Mi recomendación para el ahorrador español es que busque un buen asesor que le ayude a superar la desconfianza mediante una explicación comprensible del comportamiento de los mercados y productos financieros. Evite quedar atrapado en un perfil de inversión excesivamente conservador que ponga en riesgo el valor real de su dinero.
Marta Díaz-Bajo es socia directora de estrategia de Atl Capital