El rey de las tiendas japonesas que nunca duermen
Ryuichi Isaka, CEO de Seven & I, planta cara a la oferta de compra de Alimentation Couche-Card y aún aspira a expandir su negocio por todo el mundo
Las tiendas japonesas abiertas las 24 horas del día, la versión nipona de los famosos Seven Eleven de EE UU, son algo más que un negocio. Convertidos en el núcleo de la vida de los barrios, en ellas no solamente es posible adquirir comida fresca y de buena calidad a un precio razonable, sino que también se puede pagar facturas o acceder a servicios como el envío y recepción de paquetería. Un conglomerado empresarial se encuentra tras la consolidación de estos hábitos: Seven & i Holdings.
Aunque oficialmente surge en 2005, su historia se remonta a mucho antes. La compañía fue inicialmente la suma de Ito-Yokado, una de las empresas de supermercados más conocidas de Japón, la cadena de restaurantes Dennys y Seven Eleven Japan, la versión japonesa de la marca estadounidense homónima. Importada al país nipón a mediados de los años 70, se terminó convirtiendo en un aventajado alumno que superó a su maestro. En 1990, la versión japonesa de Seven Eleven terminó adquiriendo a la estadounidense Southland, propietaria de la marca original, a cambio de 400 millones de dólares.
Dos décadas de expansión, sobre todo en Asia y EE UU han dado lugar a un gigante del retail que cuenta con cerca de 86.000 tiendas, más de 150.000 empleados y cerca de 65 millones de clientes a nivel mundial, de los que casi un tercio, cerca de 22 millones, son japoneses. Para 2024, esperan unos beneficios de casi 2.000 millones de euros tras ingresar 70.000 millones. Son números lo suficientemente importantes como para pensar que Seven & i pueda lanzarse pronto a conquistar mercados donde su penetración está a años luz de lo que ha conseguido en Japón, como Europa. Sin embargo, hay quien no las tiene todas consigo y quiere aprovechar para sacar tajada.
A mediados de agosto, el medio económico japonés Nikkei informó de que la empresa canadiense Alimentation Couche-Tard se había lanzado a adquirir Seven & i. Aunque el montante de la oferta aún se desconoce, esta es lo suficientemente cuantiosa como para que los japoneses, cuyo valor de capitalización bursátil supera los 30.000 millones de euros, hayan tenido que constituir un comité especial para evaluarla. Su aceptación supondría el reconocimiento implícito de que no pueden conquistar el mundo solos.
Pero Ryuichi Isaka (Tokio, Japón, 1957), CEO de la empresa, discrepa de quienes dudan. Por eso, informa el Financial Times, se plantea pedir ayuda al Gobierno japonés, a quien podría pedir pronto que declare Seven & i empresa esencial. Esto, entre otras implicaciones, significa un mayor control de la operación por parte de Japón, que no solo tendría que dar el visto bueno a la misma una vez cerrado el acuerdo, sino que, por ejemplo, podría investigar a todo el que adquiera más de un 10%.
No es, ni mucho menos, la primera vez que Isaka se ve en la obligación de pelear por mantener o reforzar su poder. Hijo del también empresario Kenichi Isaka, tras graduarse en Derecho en la Universidad Aoyama, en 1980 entró en Seven Eleven Japan, donde se labró pronto una excelente reputación como desarrollador de productos. Suya es, por ejemplo, la idea de Seven Premium, una marca que aglutina todos los productos exclusivos de Seven & i. Su obsesión por vender calidad y la veneración que ha sentido siempre por la marca le valieron su ascenso a director de la firma en 2002.
A comienzos de la década de 2010, con el conglomerado ya a pleno rendimiento, Isaka se convirtió en el caballo ganador de Third Point, el grupo inversor dirigido por el activista Daniel Loeb. Sintiéndose amenazado por la creciente figura de Isaka, que durante cinco años consecutivos consiguió resultados récord al frente de Seven Eleven Japan, en 2016 Toshifumi Suzuki, el anterior CEO de Seven & i, el hombre que había importado de forma exitosa el modelo de negocio al país, propuso la destitución de Isaka.
Fue el comienzo de una guerra interna en la que los partidarios de Isaka acusaron a Suzuki de ejercer un liderazgo personalista, de querer poner al frente de la empresa a uno de sus hijos y de estar tomando decisiones arbitrarias. Finalmente, contra el pronóstico de muchos, Isaka derrotó a Suzuki. “He dedicado mi vida a esta empresa y aún soy joven”, dijo el actual CEO a su predecesor cuando supo de sus planes.
No ha sido la única batalla que ha tenido que librar Isaka. Hace apenas algo más de un año, la firma de inversión ValueAct Capital, con el 4,4% de la empresa, expresó públicamente su intención de destituirlo. El movimiento, explicaron entonces, formaría parte de un cambio de rumbo más amplio en el que Seven & i haría una apuesta firme por sus rentables tiendas siempre abiertas a cambio de deshacerse de activos en declive como los supermercados Ito-Yokado. Sin embargo, de nuevo contra el vaticinio de muchos, Isaka volvió a ganar.
Pero, tarde o temprano, todo superviviente termina siendo derrotado, y hoy el dilema está servido. ¿Debe una empresa de rancio abolengo como Seven & i dejarse seducir por los cantos de sirena extranjeros o, por el contrario, deben confiar en seguir su propio camino? A principios de este año, Isaka presumió de haber invertido cerca de 20.000 millones de euros en los últimos años en expandir el negocio y se mostró convencido de que el modelo es exportable. Sin embargo, las leyes japonesas garantizan que, como poco, la propuesta de los canadienses sea tomada en serio. Está previsto que llegue una primera respuesta a mediados de septiembre. El futuro de Isaka y de una de las empresas más importantes de Japón dependen de ella.
La alargada sombra familiar
Padre e hijo. En Japón son bien conocidos los estrechos vínculos que unen a Isaka con su padre, Kenichi, exvicepresidente del banco de inversión Nomura Securities y de la Bolsa de Tokio. En plena guerra por el control de Seven & i, hubo quien lo contactó para que Isaka rebajara el tono. “Mi padre no tiene nada que ver con esto”, respondió, rotundo.