Tipos bajos para aumentar el caudal de las opas
Las 10 ofertas valoradas en 23.000 millones de euros del mercado español muestran una tendencia de fondo
Nunca el mercado español había lidiado con tantas operaciones corporativas a un tiempo, buena parte de ellas (Sabadell, Grifols, Applus, Talgo) plagadas de aristas. Son 10 opas valoradas en 23.000 millones de euros, una muestra que sugiere más una tendencia de fondo que una combinación de casualidades. Sobre todo porque no es exclusiva de España. A pesar de la canícula agostil, el mundo financiero ha asistido a dos grandes operaciones: la propuesta de compra del propietario de Seven Eleven por el grupo canadiense Couche Tard y la Kellanova (fabricante de los aperitivos Pringles, entre otros productos) por parte de Mars, la marca de chocolatinas. Ambas operaciones están valoradas en más de 30.000 millones de euros cada una.
Los tipos de interés elevados son siempre un condicionante para las operaciones, pues no hay ninguna en la que el comprador no tenga que pedir dinero prestado. Por ello, cabe esperar que a medida que los tipos de referencia bajan lleguen nuevas compras, en particular de la mano del capital riesgo. El gran inversor de los últimos años está amasando munición para volver al mercado, gracias también a unos tipos de interés mas contenidos que facilitan el sofisticado encaje de sus operaciones: con una misma aportación de los inversores se puede apuntar a más compras (o a las mismas pero pagando más dinero) sin descuadrar la hoja de cálculo.
Por ello el peso de las opas en el mercado (y el peso de las expectativas) es cualquier cosa menos desdeñable. Salvo que las operaciones se diluyan sin perspectiva de reactivación (como ha sido el caso, este mismo año, de Naturgy), normalmente es una apuesta sólida. Los valores con condiciones para entrar en las quinielas cotizan con prima y viceversa; aquellos que por exceso de deuda o estructura accionarial no encajan tienen algo de plomo en las alas.
En este sentido, la pujanza de las operaciones tiene una derivada de política económica; dado que la mayor parte de ellas viene de inversores extranjeros, tienen casi siempre que pasar por el filtro del Gobierno. El Ejecutivo ha intentado mantener un difícil equilibrio entre proteger el interés estratégico y no desincentivar la llegada de capitales. Una misión compleja (y subjetiva) donde raro es no patinar. A la vista de los datos actuales, el capital extranjero no tiene a España como un coto de caza vedado, por lo que cabe esperar que en otoño lleguen más operaciones. Una buena noticia para el inversor y una buena señal para la economía.
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