El controvertido mago de Snap debe sacar más conejos de la chistera
Evan Spiegel es el CEO de una compañía que triunfa en número de usuarios, pero vuelve a decepcionar con sus resultados
Por el motivo que sea, Snapchat nunca ha triunfado en España. Según los datos ofrecidos por cada una de sus empresas matrices, Linkedin presume de contar con 17 millones de miembros, y X, antes Twitter, se queda cerca de los 11 millones de usuarios, mientras Facebook supera por poco los 9 millones. Snapchat, sin embargo, se queda por debajo de los 4 millones. Pero en EE UU todo el que es alguien usa Snapchat.
A nivel mundial, tal y como recoge el informe anual de la agencia creativa We Are Social, ronda los 750 millones de usuarios, lo que le permite superar a la mismísima X, que se queda en unos 620 millones, y casi empatar con Douyin, la versión china de TikTok. Las finanzas de la empresa, sin embargo, siguen lejos del equilibrio, siete años después de su OPV.
Detrás del fenómeno está el CEO y fundador Evan Spiegel (California, EE UU, 1990), el milmillonario menor de 30 años más precoz, el genio de las redes sociales, el hombre que, al ser preguntado sobre si le preocupa que Facebook copie a Snapchat, se ríe y responde que Yahoo también tiene barra de búsqueda, pero que nunca será lo mismo que Google.
Hijo de dos exitosos abogados, John W. Spiegel y Melissa Ann Thomas, la historia de Evan no es la del obstinado empresario que viene de la nada. Creció en la opulenta Santa Mónica, la ciudad costera que hizo famosa la serie Los vigilantes de la playa, y recaló en la Universidad Stanford tras pasar por el Art College Center of Design, una escuela de diseño privada cuya matrícula para el presente curso supera los 25.000 dólares por cuatrimestre. Todo esto alejó para siempre a Spiegel del estilo de Zuckerberg. Mientras que el creador de Facebook disfruta codificando, el fundador de Snapchat solo tiene una obsesión: que el producto tenga buen aspecto y sea divertido. Mientras que Zuckerberg se instalaría en la meca de la tecnología, Silicon Valley, Spiegel preferiría siempre las soleadas playas de California.
No es lo único que separa a ambos. A la actitud retraída de Zuckerberg, Spiegel, casado con la exmodelo de Victoria’s Secret Miranda Kerr, con la que tiene tres hijos, opone una bien documentada afición por los coches de lujo y las fiestas. Lo primero procede de su origen privilegiado y lo segundo de sus años universitarios en la hermandad Kappa Sigma. De entonces datan también unos correos vejatorios escritos por Spiegel en los que, entre otras muchas lindezas, describía como prostitutas a sus compañeras de clase y se metía con su peso.
Siendo ya un personaje conocido, estos vieron la luz y le obligaron a escribir una carta de disculpa, aunque la fama de misógino, machista y niño rico malcriado le ha perseguido desde entonces. Tampoco le han ayudado episodios posteriores. En 2017, un estrecho colaborador describió para un juzgado de Los Ángeles una reunión en la que Spiegel dijo que no quería que Snapchat triunfara “en países pobres como la India o España”.
Pero no todo lo que salió de Kappa Sigma fue negativo para Spiegel. Allí conoció a Bobby Murphy, ingeniero de software, y Reggie Brown, de quien se dice que fue el que tuvo la idea de que las fotos publicadas en la red desaparecieran. Sea quien sea el autor, lo cierto es que dio en el clavo. Tras ver la luz en 2011, Picaboo, el primer nombre de Snapchat, conectó de inmediato con una nueva generación de usuarios que veían las redes sociales como un entretenimiento, no como una manera de dejar testimonio para siempre de lo que hacen o dejan de hacer.
Viendo el éxito del invento y la amenaza que suponía para Facebook, Zuckerberg se apresuró en 2013 a ofrecer 3.000 millones de dólares por él. Spiegel, convencido de poder torcerle la mano, no titubeó al decirle que no. A pesar de los denodados esfuerzos de Zuckerberg por copiar algunas de las funciones de Snapchat, los datos dicen que Spiegel acertó: la empresa salió a Bolsa en 2017 valorada en 24.000 millones de dólares, ocho veces más de lo que ofreció el fundador de Facebook en su día.
Pero, desde entonces, el de Snapchat no ha sido un camino de rosas. A fuerza de intentarlo, algunos de los descarados intentos de Facebook por copiar a Snapchat han ido calando. Por el camino, el aura de Spiegel como el genio de las redes que entiende lo que quieren los jóvenes ha perdido brillo. Como muestra, los últimos resultados de Snapchat. Aunque en el primer semestre la empresa mejoró algo sus ingresos hasta casi 2.200 millones de euros, la cifra se quedó por debajo de las previsiones de los analistas. Por otra parte, Snapchat anda aún lejos del break even: tuvo pérdidas netas por valor de 450 millones, mientras que en la primera mitad de 2023 perdió casi 700 millones.
La acción tardó pocas horas en desplomarse cerca de un 17%. Después de superar los 80 dólares en su punto álgido, en 2021, ahora está en 10 dólares. Como respuesta, Snapchat ha anunciado una ambiciosa apuesta por la realidad aumentada. Todo apunta a que, para reconquistar a los inversores, hará falta algo más. Jennifer Saba, analista de Reuters, cree que excluir la compañía de Bolsa quitaría presión a los gestores. Spiegel, el mago que hizo desaparecer las fotos de su red social, deberá sacar más conejos de su chistera.
La idea
Bobby Murphy, que codificó Snapchat, y Evan Spiegel, que la diseñó, dejaron fuera de la patente a Bobby Brown, que tuvo la idea de que las fotos se destruyeran. En 2013, Brown los denunció, reclamando 500 millones de dólares. En 2014, Snapchat acordó pagarle más de 150 millones para que no siguiera adelante con la demanda.
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