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A fondo
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

¿Por qué vale la pena cuidar el trabajo autónomo?

En un país con una alta tasa de desempleo, la actividad por cuenta propia puede ser una alternativa de inserción laboral

Jana Pacheco, trabajadora autónoma que utiliza bibliotecas públicas como oficina, en la biblioteca del Reina Sofía.
Jana Pacheco, trabajadora autónoma que utiliza bibliotecas públicas como oficina, en la biblioteca del Reina Sofía.Santi Burgos

Aunque muchas veces se tiende a pensar en el trabajo autónomo como el pariente pobre del empleo, al que se recurre por descarte cuando no se vislumbran más opciones en el mercado, hay actualmente en el entorno múltiples factores que aconsejarían ir desterrando esta idea. Tras el bache de actividad que supuso el covid para el colectivo de trabajadores por cuenta propia, este no ha dejado de crecer desde entonces y sigue constituyendo un pilar fundamental en la generación de empleo y riqueza en España. Efectivamente, sobre todo a partir de 2022, el empleo autónomo en nuestro país ha experimentado una tendencia de recuperación que ha llevado al colectivo a situarse en los 3.350.000 de integrantes en la primera mitad de 2024. Ello supone un incremento del 3% respecto de la cifra registrada a finales de 2020, en el peor momento de la pandemia, y equivale, prácticamente, a cerca de un centenar de nuevas altas al día.

Este colectivo representa el 17% del empleo total del país y aporta, aproximadamente, el 15% del PIB. Asimismo, es interesante hacer constar el mayor peso que tiene en España respecto a otros países: mientras que en Francia representan en torno al 12% del total de la población laboral, en Alemania suponen el 10%. Sólo Italia tiene una presencia más elevada que España, con el 22%.

Caso aparte es el de Estados Unidos, donde la figura del autónomo representa solo el 6 o el 7% del total. Ahora bien, mientras que, por lo general, los profesionales por cuenta propia en Europa suelen encuadrarse en sectores tradicionales de la economía, allí se concentran en sectores como la tecnología, los servicios profesionales y el entretenimiento. Factores como la flexibilidad del mercado laboral o el rápido desarrollo de las plataformas digitales en su territorio han jugado y juegan un papel muy importante.

Si ahondamos un poco más en la caracterización del colectivo en España, nos encontramos, con datos de la Agencia Tributaria, que el grupo mayor de los autónomos tiene más de 55 años (36,3%). Le siguen el de los que tienen entre 46 y 55 años (26,8%) y el de los que componen la franja de 36 a 45 años (el 22,7%). Curiosamente, los jóvenes emprendedores menores de 26 años apenas superan el 2% del total.

Es evidente que la estructura del mercado autónomo en España refleja un predominio de los trabajadores mayores y una escasa representación de los emprendedores jóvenes. Ahora bien, la concurrencia de una serie de factores de naturaleza tecnológica, socioeconómica y cultural podría indicarnos que las cosas empiezan a cambiar. Aspectos como la digitalización y el extraordinario desarrollo de las tecnologías de la información están abriendo nuevas e interesantes oportunidades para las personas que optan por ser sus propios jefes, especialmente en el caso de los más jóvenes. Asimismo, una nueva cultura del trabajo que valora la flexibilidad y el equilibrio entre la vida laboral y personal favorece este modelo, al igual que la universalización de internet y de las tecnologías asociadas, han hecho realidad la deslocalización de los servicios, que pueden ser prestados ahora desde cualquier lugar del mundo y para cualquier mercado. Ello es especialmente evidente en campos como los de la consultoría, el marketing, el software o el entretenimiento.

Asimismo, en un país donde la tasa de desempleo para los menores de 25 años es del 27,70%, con datos relativos al primer trimestre de 2024, y la de los mayores de 55 años y más se sitúa en torno al 11,5% en el mismo periodo, según los datos del INE, el trabajo autónomo puede erigirse en una interesante alternativa de inserción laboral. Ahora bien, en un entorno económico cada día más tecnologizado e innovador, la formación será un requisito clave para ambos colectivos: para los primeros, como modo de contrarrestar su falta de experiencia, y para los segundos, como vía para completar una experiencia adquirida tras muchos de trabajo por cuenta ajena, pero en un contexto tecnológico menos desarrollado.

Es necesario recordar que, frente al vértigo que puede dar emprender en solitario, con los múltiples desafíos que esta opción supone, hay aspectos del trabajo autónomo difícilmente superables por un trabajo en el sector privado o en la función pública. Este modelo no solo dota a las personas que optan por él de una completa flexibilidad horaria e incluso geográfica para prestar sus servicios, sino que también les proporciona plena independencia para tomar sus propias decisiones. Del mismo modo, a diferencia de un salario fijo, los autónomos tienen el potencial de aumentar sus ingresos en función de su esfuerzo, habilidades y éxito en el mercado. Todo ello sin contar que trabajar en proyectos propios, además fomentar la innovación y la creatividad, puede ser más satisfactorio y motivador que trabajar en tareas asignadas por otros.

Otro aspecto que no se puede olvidar al referirnos al colectivo es su contribución al desarrollo del tejido productivo. Aunque no existen datos exactos sobre la tasa de conversión de autónomos a empresas en España, sí se puede afirmar que una gran proporción de las pequeñas y medianas empresas son fundadas por antiguos autónomos. La transformación de un autónomo a una sociedad limitada o a otra forma empresarial es un paso común cuando el negocio empieza a crecer y requiere una estructura más formal. Esto hace del trabajo autónomo un vivero de nuevas vocaciones.

Recientemente, un informe de CEOE y la consultora GAD3 ponían de relieve que emprendimiento en España se enfrenta múltiples barreras que dificultan el desarrollo de nuevos negocios señalaba, en concreto, que en el imaginario colectivo se percibe que el contexto español no es el más propicio para iniciar un negocio debido a diversos factores, como la falta de una cultura empresarial arraigada, la escasez de conocimientos en gestión y capacidad financiera, y la insuficiencia de apoyo institucional.

Explorar la posibilidad de derribar estos mitos y las barreras que los sustentan puede ser la mejor opción para impulsar el trabajo autónomo en España. A este respecto, parecería razonable que se promovieran políticas que fomentasen un emprendimiento genuino, a ser posible desde la misma escuela, y configurasen un marco jurídico que haga más atractiva esta opción. Entre esas políticas deberían figurar ciertos incentivos fiscales y la introducción de facilidades de financiación, amén de una simplificación burocrática y un refuerzo de la formación, en línea con los nuevos requerimientos de la economía digital. Sin lugar a duda, favorecer el empleo autónomo equivale a fortalecer el desarrollo económico del país.

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