Preservar el crecimiento
La negociación política no puede torcer el objetivo que debería ser común
La economía española se está comportando mejor que la mayoría de países de su entorno y el Gobierno está satisfecho. Esta semana el Ejecutivo presentó el nuevo cuadro macro en el que eleva sus previsiones. El PIB aumentará este año un 2,4%, y el próximo lo hará un 2,2%. Sube en cuatro y tres décimas, respectivamente, las proyecciones que manejaba. No parece, sin embargo, que en esta ocasión haya un exceso de optimismo: son cifras muy similares a las que manejan muchos institutos de análisis y prácticamente calcadas a las del FMI. El organismo, el mismo día en que se presentaba el nuevo cuadro macro, caracterizó a España como “un punto brillante” dentro de la zona euro. Gobierno y FMI también coinciden en que son las exportaciones de servicios y la inversión los elementos que sustentan el buen momento económico. Pese al debate social creciente en torno a su sostenibilidad, el sector turístico espera un nuevo verano (y un ejercicio) de récord.
El Ejecutivo ha proyectado el techo de gasto más alto de la historia para 2025. Serán 195.353 millones, aunque al añadir los fondos europeos la cifra queda en 199.353 millones, solo ligeramente por encima de la que se aprobó en 2024, con mayor aportación comunitaria. Esa es la base para conseguir un acuerdo político que dote a España de unos Presupuestos para 2025, ya que en este se renunció a hacerlo ante el complicado panorama político. Esas cuentas deberán tener en cuenta los objetivos de déficit y deuda, que deberán situarse al acabar el próximo ejercicio, respectivamente, en el 2,5% y el 103,6% del PIB.
La buena marcha económica, sin embargo, no debe nublar la visión sobre los retos que quedan por delante. Las nuevas reglas fiscales europeas obligan a amarrar bien la senda hacia unas finanzas públicas más sostenibles. El balón de oxígeno extra en los ingresos que está aportando el crecimiento obliga a una especial responsabilidad: es posible que la situación no sea siempre tan favorable. Y el previsible envejecimiento poblacional, con el consecuente aumento en las pensiones, recuerda de manera permanente las reformas estructurales de calado pendientes.
Una es la de la financiación autonómica, que a falta de concretarse trasladará buena parte de las tensiones a la elaboración de los Presupuestos. Por más que subir el techo de gasto intente suavizarla, la negociación parlamentaria se presenta ardua. Pero por complicada que sea, la negociación política no puede torcer el objetivo que debería ser común: preservar el crecimiento y el buen desempeño de la economía española.
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