El potencial de la Bolsa, expuesto a un abanico de riesgos
Hay varios elementos capaces de convertir la hoja de cálculo en papel mojado, empezando por los tipos de interés
Es habitual en los mercados de valores que el observador quede deslumbrado por la última estrella en aparecer. Nada de extrañar en un mundo donde el comportamiento gregario no solamente es la norma; es también la forma de hacer dinero en un elevado porcentaje de ejercicios. Por eso, aparentemente la única historia de 2024 para los mercados ha sido la inteligencia artificial y sus derivadas. Pero solo aparentemente: los parqués europeos, y el Ibex en concreto, han cerrado una primera mitad del año positiva, con rentabilidades por encima del 10% en buena parte de los miembros del índice. Obviamente, el optimismo insuflado desde Wall Street ha sido condición necesaria para estas subidas. Pero estas se han visto espoleadas también por la mejora de las cuentas empresariales y un contexto económico mejor que benigno.
Así, algunos de los valores que mejor comportamiento han mostrado desde enero tienen todavía fuelle para la segunda parte del año. O, al menos, es lo que piensan los analistas, que ven potencial para prolongar las subidas de doble dígito. Los bancos sirven de ejemplo: han sido beneficiarios del retraso en las perspectivas de las bajadas de tipos de interés, que prolonga el viento de cola que ha llevado al sector a marcar récords de resultados. Salvo que se produzca un severo cambio del contexto, los márgenes seguirán brillando, sin que las valoraciones sean excesivamente exigentes. Y, aun desde distintos ángulos, esta lectura vale para buena parte del mercado.
Ahora bien, que existan los mimbres para subir no implica que las subidas estén garantizadas. Hay varios elementos capaces de convertir la hoja de cálculo en papel mojado, empezando, precisamente, por los propios tipos de interés. La próxima semana empiezan las últimas reuniones de los bancos centrales previas al verano, de las que no se esperan movimientos. Pero el mercado da casi por hecho un recorte de las tasas en septiembre, tanto en la zona euro como en Estados Unidos. Si las expectativas no se cumplen, habrá una relativa decepción entre los inversores, que, de todos modos, tampoco esperan mucho más para 2024.
Más potencial destructor tiene la política, como se ha visto en Francia, y quedan las elecciones más importantes del año, las de EE UU, por más que la Bolsa y la deuda, por el momento, no estén prestando demasiada atención. Cuatro años de sustos han enseñado al inversor a convivir con la incertidumbre: esperando lo mejor, pero, a la vez, estando preparado para lo peor.
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