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Perfil
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Bill Gross, el rey de los bonos, sigue ganando casi sin querer

El fundador de Pimco, uno de los inversores más importantes del siglo XX, vende parte de su colección de sellos por más de 40 millones de euros

Bill Gross Pimco
Bill Gross, fundador de Pimco.jose manuel esteban

Es casi como si ganara el dinero por castigo. Hace un par de semanas, la leyenda del mundo de la inversión Bill Gross (Ohio, EE UU, 1944) vendió buena parte de su colección de sellos. Lo hizo en Nueva York y obtuvo unos 18 millones de euros. Antes, Gross ya había vendido más de 25 millones de euros de su colección. En total, más de 40 millones que cambiarían la vida de cualquiera. No la suya: Forbes estima su fortuna en 1.700 millones de dólares (1.600 millones de euros). Por eso, en declaraciones a Bloomberg, el propio Gross reconoce que no lo hace por dinero. Su idea es que los compradores sigan recopilando sellos, manteniendo su legado.

Más allá de la cuestión económica, los sellos de Gross simbolizan la personalidad metódica del inversor, que en 2019 reconoció haber recibido un diagnóstico de síndrome de Asperger, un trastorno del desarrollo que forma parte del espectro autista y se deja notar en dificultades para la comunicación social, cierta inflexibilidad de pensamiento y en un absorbente interés por algunos campos del saber. En el caso de Gross, esta obsesión tuvo nombre durante 50 años: los bonos.

Pero los sellos de Gross significan incluso más. Es hijo del ejecutivo de cuentas Mark Gross y de Shirley Tait, un ama de casa que, siendo él todavía un niño, empezó a coleccionar sellos pensando en venderlos en un futuro para financiar los estudios universitarios de su hijo. Pero recibió un jarro de agua fría: cuando fue a venderlos, apenas valían una fracción de lo que ella creía. El joven Gross tomó nota. Los sellos acabarían respondiendo a las expectativas.

Se licenció en Psicología en la Universidad Duke y sirvió en Vietnam en los Navy Seals, la Armada, entre 1966 y 1969. Abandonó el ejército y en 1971 obtuvo un MBA en la Anderson School of Management de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA). Antes de recalar en el mundo de la inversión, todavía tuvo tiempo para convertirse, en Las Vegas, en jugador profesional de blackjack, un juego de cartas en el que cada jugador apuesta contra el crupier. Gross aprendió entonces una importante lección: se podía ganar al sistema.

En 1971, bajo el paraguas de una aseguradora, fundó la empresa de su vida, Pacific Investment Management Company, Pimco, una firma de inversión con sede en California que, tras más de medio siglo de actividad, se ha convertido en uno de los mayores gestores de renta fija del mundo. Detrás de sus tesis se encuentran Gross y su convencimiento de que se puede vencer a la banca, como en el blackjack. Todo consiste en no dejarse llevar por el pánico, ni por las engañosas tendencias a corto plazo del mercado, para mirar más lejos.

En esencia, Gross vino a aplicar algunas de las teorías de los mejores analistas de Wall Street al apacible mundo de los bonos, instrumentos de deuda emitidos por empresas y Gobiernos que se caracterizan por su baja rentabilidad y su bajo riesgo. Hasta su llegada, comerciar con ellos era tan infrecuente que, para adquirirlos, había que recibirlos por correo postal. Gross, en cambio, mantuvo durante años una política agresiva con este tipo de productos.

A principios de los años ochenta se convirtió en uno de los principales inversores de bonos, y a finales de los noventa ya elevaba el valor de Pimco por encima de los 3.000 millones de dólares. Transcurridos los años 2000, los expertos de Morningstar lo nombraron gestor de fondos de la década después de haber conseguido una rentabilidad media del 8%.

Por el camino, vaticinó (y esquivó) el colapso inmobiliario de la crisis de 2008, la de las subprime, después de mandar a una decena de analistas a investigar sobre el terreno qué estaba pasando con las hipotecas en EE UU. Gracias a este tipo de aciertos, Total Refund, su fondo, llegó a gestionar cerca de 300.000 millones de dólares en activos.

En 2014, tras verse envuelto en una serie de luchas internas en Pimco, Gross abandonó la gestora. Un año después, la demandó alegando que había sido expulsado por un grupo de ejecutivos impulsados por un “comportamiento impropio, deshonesto y poco ético”. La denuncia se resolvió en 2017 con un acuerdo por el que Pimco se comprometió a pagarle 81 millones de dólares. Gross, todavía airado, donó ese dinero a beneficencia. Finalmente, apuró sus últimos días como inversor en Janus Henderson. Se retiró en 2019.

Casado tres veces y con tres hijos, se sabe que es un apasionado del yoga, el golf y la lectura (le gustan las novelas de Philip Roth, no tanto las de Jonathan Franzen). Siempre se ha mantenido fiel a las palabras que pronunció para Fortune en 2002, cuando su figura empezaba a repuntar de verdad y le preguntaban si iba a hacer lo mismo que Peter Lynch, una leyenda de las finanzas que se retiró en los noventa, a los 46 años, tras haber cosechado una rentabilidad de casi el 30% para sus fondos. “Me he preguntado si debería hacer lo que hizo Lynch, pero no puedo. Mi deseo no es ganar dinero. De hecho, tengo tanto dinero que no sé qué hacer con él. Mi deseo es ganar, ganar siempre”. Con 80 años, sigue ganando, incluso cuando parece que ya lo hace casi sin querer.

Actividad benéfica

En 2018, tras una actividad filantrópica intensa desde mediados de los años 2000, Gross formó la William, Jeff and Jennifer Gross Family Foundation con dos de sus hijos, que coordinan la iniciativa. La fundación dona más de 20 millones de dólares anuales, sobre todo a universidades y hospitales.


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