Claves: la convergencia de la inversión sostenible, y la vigilancia insuficiente de los aplazamientos de pago
Los diferentes enfoques de las políticas verdes acabarán confluyendo
Donald Trump y Joe Biden se reparten los papeles en la guerra cultural de la transición energética, que en Estados Unidos, gran productor de petróleo y gas, es especialmente marcada. El republicano dice abiertamente que está contra la inversión sostenible; el demócrata, presidente actual, dice defenderla, pero durante su mandato la producción y exportación estadounidense de combustibles fósiles (en parte para cubrir el hueco dejado en Europa por el gas ruso) ha seguido al alza. El propio Biden ha reclamado a las petroleras que aumenten su inversión a fin de bajar los precios de la gasolina. Mientras, la UE hace de la necesidad, virtud y apuesta con más determinación por las energías renovables, pero de vez en cuando hace algún requiebro, como el de incluir el gas y la energía nuclear en su taxonomía de energías verdes. Los polos opuestos convergirán: ni siquiera la retórica de Trump no va a torcer un cambio imparable. Un estado tan petrolífero y tan republicano como Texas se ha convertido en todo un laboratorio para el desarrollo de la energía solar y el almacenamiento.
La industria del tabaco, ante el reto de acabar consigo misma
Debe de ser una situación extraña aspirar a acabar con la principal fuente del propio negocio, aunque sea buscando sustitutos. Es lo que le ocurre a la industria del tabaco, que busca terminar con los cigarrillos, aunque, claro está, a largo plazo. Daniel Cuevas, presidente de Philip Morris Spain, explicó en el foro CREO, organizado por CincoDías, los retos de su sector, que afronta legislaciones como la que en Reino Unido prohibirá fumar cigarrillos a las nuevas generaciones. Paradójicamente, el cannabis vive un proceso inverso, de regulación cada vez más flexible, en países como Estados Unidos.
El terreno de juego de la competencia tecnológica y de internet es global
Hace bien Cani Fernández, presidenta de la CNMC, en afirmar que el organismo hará lo que esté en su mano por defender la innovación de las startups y la competencia en el ámbito tecnológico, así como en seguir el cumplimiento de las nuevas leyes europeas de Servicios Digitales y Mercados Digitales. Pero el ámbito español se queda pequeño para lo que es un conflicto global frente al dominio de gigantes como Meta o Alphabet. Ni las autoridades antimonopolio estadounidenses han conseguido atar en corto a las grandes compañías de internet, ni las de Bruselas las han asustado demasiado con sus multas. La nueva legislación comunitaria, por ahora, entorpece su actividad, pero está por ver que reduzca verdaderamente su poder de mercado.
La frase del día
“No hay ninguna posibilidad de que Mario Draghi presida la Comisión Europea. En el caso de que, por alguna razón, Ursula Von der Leyen no fuera reelegida, el siguiente candidato sería también del PP europeo”
Esteban González Pons, vicepresidente del PP europeo
Hay que aumentar la vigilancia sobre los servicios de aplazamientos de pago
Préstamos a corto plazo sin intereses, que solo generan costes si se dejan de pagar. Se entiende el éxito de una idea tan atractiva, idónea para quienes viven al día y se gastan todo su sueldo, pero que a veces necesitan comprar algo que se les va de presupuesto, o que quieren darse algún capricho. Los préstamos compre ahora, pague después arrasan entre la generación Z y los mileniales, pero se corre el peligro de que se forme una burbuja de deuda al margen del control de los supervisores. Algunas empresas del ramo, como Klarna, tienen sus propios controles para evitar la morosidad. Son los primeros interesados en que no la haya, pues ya obtienen sus ingresos predecibles y recurrentes de los comercios, que pagan una comisión por ofrecer estos créditos. Pero hace falta más vigilancia oficial.
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