El riesgo de llevar la contraria a la Fed
Conviene recordar la máxima de ‘don’t fight the Fed’: si el organismo insiste con las bajadas de tipos, no parece muy buena idea seguir apostando en contra
Dentro de los múltiples factores que pueden influir sobre la evolución de los activos de riesgo, la política monetaria lleva tiempo acaparando todos los focos. El rally que estamos viviendo desde el mes de octubre pasado tuvo su origen en el anuncio del fin de la subida de tipos y en las expectativas del inicio de las bajadas en 2024. La reacción del mercado fue tan extrema que el mercado llegó a descontar 150 puntos básicos de bajadas de tipos en seis movimientos, cuando la Fed había insistido firmemente en que serían 75 puntos básicos y tres recortes.
Muchos nos preguntábamos qué sería de estos activos de riesgo cuando el conjunto del mercado alinease sus expectativas con el mensaje de la Fed (como, de hecho, así ha sucedido) y cuando ese viento de cola desapareciese. Lo que aconteció fue que el mercado encontró en los beneficios empresariales de algunos sectores (que no de todos) el argumento perfecto para prolongar el rally.
Sin embargo, la publicación de resultados y guías es un evento muy acotado en el tiempo y, una vez cerrada la temporada de resultados, las miras de los inversores se han vuelto indefectiblemente a la política monetaria. En este sentido, el comportamiento del mercado ha sido pendular como pocas veces hemos visto. El conjunto de los inversores ha pasado de alinearse con el miembro más optimista de la Fed (en lo que a las bajadas de tipos se refiere) a situar sus expectativas de tipos muy por encima de lo que estimaban la mayoría de los miembros de la Fed en su reunión del pasado 20 de marzo.
Es cierto que los argumentos para este reajuste extremo son sólidos; la economía americana está acelerando. El crecimiento estimado para 2024 ha pasado de ser un 0,6% en agosto pasado al 2,2% que se proyecta actualmente. La inflación, lejos de caer, se está mostrando especialmente resistente y la subyacente apenas ha ajustado un par de décimas en los últimos seis meses. Son argumentos suficientes para pensar que tres bajadas de tipos no solo podrían ser demasiadas, sino que serían innecesarias.
El propio Powell ha moderado el tono últimamente sobre las bajadas de tipos, toda vez que la falta de avances en la caída de la inflación limitan los movimientos de la Fed. Sin embargo, el conjunto de miembros de la Fed seguía apuntando, hace apenas unas semanas, a esas tres bajadas de tipos en el presente año. En este sentido, las expectativas del mercado se comportan de una manera mucho más volátil que las estimaciones de los miembros del máximo organismo de política monetaria que, no lo olvidemos, son los que al final van a dictar las reglas del juego.
Quizás cabría preguntarse: ¿qué están viendo los miembros de la Fed o qué razones les impulsa a seguir manteniendo la senda de la bajada de tipos? Puede ser que de los 2,1 billones de dólares de ahorro generados en la pandemia apenas quedan 100.000 millones por consumirse y que los tipos de interés de crédito al consumo están en máximos de los últimos 50 años. Tal vez sea que la tasa de paro, a pesar de la fuerte creación de empleo, ha subido hasta medio punto porcentual en el último año debido, entre otras cosas, al incremento de la población que busca un segundo trabajo para mantener su ritmo de consumo. O quizás, a pesar de su teórica independencia, vislumbre a lo lejos el problema que puede suponer refinanciar, a los tipos actuales, el 25% de su deuda pública que vence en los próximos dos años.
Más allá de estas razones, y algunas adicionales que pudiera tener la Fed, el camino marcado por la Reserva Federal sigue siendo el de las bajadas de tipos. El mercado ya descuenta menos de dos bajadas y su posicionamiento es extremo respecto a lo que nos marcaban los miembros de la Fed, algo que bien podría ser indicativo de un buen momento para considerar la inversión en bonos con plazos más largos.
Cuando todo el mundo parece estar de acuerdo sobre algo, esto suele constituir una oportunidad. Es cierto que la economía norteamericana tiene mucho mejor aspecto que hace unos meses, que la inflación se está mostrando resistente y que el clima geopolítico supone un riesgo inflacionario adicional, pero toda esta información ya está cotizada en ese 4,64% de rentabilidad del bono estadounidense a diez años.
Por el contrario, la posibilidad de que veamos un escenario económico más débil o que la inflación caiga con mayor intensidad a partir de ahora cotiza con pocas probabilidades. Adicionalmente a esto, conviene no olvidar la máxima de don’t fight the Fed y si en la reunión del próximo 1 de mayo siguen insistiendo con las bajadas de tipos, no parece muy buena idea seguir apostando contra la Reserva Federal (recordemos el posicionamiento del mercado a final de año y lo que ha sucedido con los bonos en estos meses).
Finalmente, y como insistimos siempre, más allá del corto plazo, nos parece una buena recomendación contemplar siempre las inversiones con una amplitud de miras mayor. Con una inflación que debería tender al 2% en los próximos años, comprar un bono del tesoro americano a un nivel cercano al 5% para los próximos diez años suena como una muy buena alternativa para el inversor conservador.
David Ardura es director de inversiones en Finaccess Value
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