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Breakingviews
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Los residuos de Shein son el riesgo fundamental de su salida a Bolsa

Emprender un camino más sostenible para sus prendas puede exigir renunciar a clientes o márgenes

vertedero textil
Desierto de Atacama (Chile), uno de los principales vertederos textiles del mundo.MARTIN BERNETTI (AFP via Getty Images)

El entusiasmo en torno a las ambiciones de Shein de cotizar está pasando por alto un reto insoluble. Las esperanzas del minorista de moda vinculado a China de alcanzar una valoración de 90.000 millones de dólares en una OPV en Nueva York –según Bloomberg– dependen de su capacidad para seguir vendiendo ropa barata a un ritmo rápido. Pero sus prendas basadas en poliéster son intensivas en carbono y difíciles de reciclar. Emprender un camino más sostenible puede exigir renunciar a clientes o márgenes.

En pocos años, Shein ha arrasado en el comercio minorista. La fórmula del éxito de su fundador, Chris Xu, consistió en aplicar un atractivo estilo de ecommerce y una lógica de producción justo a tiempo al modelo de moda rápida que defienden Inditex, de 120.000 millones de euros, y H&M, de 20.000 millones. Según los analistas de Bernstein, es probable que Shein haya generado unos beneficios de 3.000 millones de dólares con unos ingresos de casi 35.000 millones en 2023. Los planes para aumentar las ventas a 60.000 millones en 2025 implican una asombrosa tasa de crecimiento anual del 38% a partir de 2022, casi cinco veces más rápido, calculamos, que el 8% previsto por Inditex para el mismo periodo. Se espera que el segmento en conjunto crezca un 11% anual hasta 2027, hasta los 185.000 millones de dólares en valor de ventas, según un estudio de The Business Research Company.

Esta rápida expansión puede agravar un riesgo oculto de la OPV: cerca del 85% de los 100.000 millones de toneladas de productos textiles que Shein y sus competidores producen cada año acaban en vertederos, como demuestra la montaña de ropa del desierto chileno de Atacama, visible desde el espacio. Cada año se producen unos 150.000 millones de prendas de vestir, de las que entre 15.000 y 45.000 millones nunca se venden ni se usan, según un informe de WGSN y OC&C.

Además, esta industria es responsable del 5%-10% de las emisiones de gases de efecto invernadero, según un estudio de MIT. El textil sintético también es responsable de entre 200.000 y 500.000 toneladas de microplásticos que llegan a los océanos cada año, según la Agencia Europea de Medio Ambiente.

La inquietud por la creciente contaminación textil está llevando a algunos Gobiernos a plantearse una legislación para luchar contra la producción excesiva. Un proyecto de ley en estudio en California pide a los fabricantes que pongan en marcha y financien un programa de recogida y reciclaje de prendas para aumentar su reutilización. La Comisión Europea propuso en julio que las empresas de moda recojan un porcentaje cada vez mayor de ropa o paguen una tasa para sufragar la gestión de residuos. Y se está negociando un tratado mundial para acabar con la contaminación por plásticos bajo los auspicios de la ONU, con vistas a alcanzar un acuerdo a finales de este año.

Shein ya está tomando medidas para que su negocio sea más sostenible. Su modelo bajo demanda está diseñado para producir prendas solo cuando se necesitan, lo que reduce el inventario no vendido sobre el producido a un porcentaje de un solo dígito, frente a una media en el sector del 20%, estima McKinsey.

La firma china quiere además elevar hasta el 30% su contenido textil reciclado. El poliéster y el elastano, hechas a partir del petróleo, suponen casi el 70% de los materiales utilizados en sus prendas. Solo el 1% procede de fibra reciclada y el 10% de algodón, según el informe de sostenibilidad de 2022 de la compañía, aunque es probable que el porcentaje de material reciclado haya crecido en 2023, según una fuente cercana. Aparte, Shein permite a los consumidores intercambiar ropa usada en su plataforma para prolongar la vida útil de estos productos.

Pero hacer que más ecológico su modelo supone un reto financiero. Puede que el poliéster reciclado sea más sostenible, pero suele ser hasta un décimo más caro que el normal, según un experto. En igualdad de condiciones, esto afectará a los márgenes, que, con menos del 10%, según Bernstein, son mucho menores que el 20% de media de los fabricantes de lujo, calculado por Deloitte.

Además, si la ropa de Shein dura más o si los consumidores empiezan a intercambiarla con más frecuencia, se reduciría la necesidad de los clientes de comprar prendas nuevas, lo que perjudicaría a las ventas. Si los Gobiernos empiezan a pedir a las empresas que compartan el coste de la gestión de los residuos textiles, también se añadirían gastos.

Consciente del reto, Shein espera diversificar su fuente de ingresos lanzando un mercado electrónico para otros minoristas. Pero puede que pase tiempo antes de que ese negocio repunte. Para los inversores, el descuidado factor de los residuos puede convertirse en el riesgo fundamental de su OPV.

Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías

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