La economía empuja a los votantes indecisos de EE UU a elegir a Trump
Los hogares se empobrecieron en los dos primeros años de Biden, aunque ahora la situación esté algo mejor
Si se le pregunta a un estadounidense seguidor del Partido Demócrata por los datos de las encuestas presidenciales, se quejará de la irracionalidad de quienes quieren votar a Donald Trump. Gracias a las políticas de Joe Biden, dirán, la inflación ha bajado y la economía ha evitado la recesión. El mercado laboral está fuerte y, como bonus, la Bolsa está al alza.
Si, como dijo James Carville, estratega de Bill Clinton, las elecciones presidenciales en EE UU giran en torno a “la economía, estúpido”, el segundo triunfo de Biden debería de ser pan comido. Los votantes discrepan. En la encuesta más reciente de Reuters/Ipsos, Biden y Trump estarían empatados si las elecciones se celebraran hoy y no el 5 de noviembre. Pero un sondeo hecho en diciembre en estados indecisos (u oscilantes) mostraba a Biden con solo una ligera ventaja en los siete estados en los que las elecciones estaban más reñidas en 2020: Nevada, Arizona, Wisconsin, Michigan, Pensilvania, Carolina del Norte y Georgia. Si se añadiera a la papeleta a Robert F. Kennedy, un candidato independiente, Trump ganaría ampliamente.
Las elecciones de EE UU se deciden por los votos electorales de cada estado, lo que significa que el ganador del voto popular obtiene la asignación completa de ese estado. Estas asignaciones se suman para formar un recuento nacional. El sistema confiere una influencia sobredimensionada a los estados indecisos, en los que los votantes se inclinan por una u otra opción, o en los que hay una mezcla equilibrada de demócratas y republicanos. En varias elecciones anteriores, el ganador no obtuvo el voto popular, pero llegó a la Casa Blanca gracias a los estados indecisos. El lunes, Trump ganó ampliamente el primer caucus (elecciones primarias) republicano, en Iowa, un estado que solía oscilar, pero que ahora está firmemente en el campo del partido conservador. Y a menos que casos legales que están siendo revisados por el Tribunal Supremo lo mantengan fuera de la papeleta nacional, es probable que sea el elegido por los republicanos para desafiar a Biden en una carrera muy reñida.
Parte del problema de Biden es que asumió el cargo más poderoso del mundo justo cuando EE UU estaba siendo asolado por el Covid-19. Inyectó 1,9 billones de dólares en estímulos a la economía, que incluían pagos directos de 1.400 dólares a algunos hogares. También puso en marcha la Ley de Inversión en Infraestructuras y Empleo, la Ley Chips y la Ley de Reducción de la Inflación (IRA), una serie de leyes de emergencia destinadas a crear empleo y reactivar partes de la economía que necesitaban desesperadamente una sacudida. Algunos de los efectos de estas políticas aún no se han dejado sentir. Por ejemplo, los trabajadores de algunos estados de tendencia conservadora, como Arizona, deberían de beneficiarse de las subvenciones para la construcción de fábricas de microchips.
Gracias en parte a esas medidas, la economía ha evitado una recesión, el mercado laboral está fuerte y la inflación, que se había disparado por las réplicas de la pandemia y el derroche fiscal de Biden, se ha reducido.
En este contexto, es fácil ver cómo los votantes inclinados a apoyar a Biden ven su victoria como inevitable.
El problema con esta narrativa es que los dos primeros años han pasado factura a la percepción general del mandato de Biden. Debido a que la inflación había subido tanto, en 2022, los ingresos reales de los hogares en todo EE UU habían bajado un 5% respecto a 2019, según la Fed de San Luis. En Nevada, Michigan, Arizona, Carolina del Norte y Pensilvania, a los estadounidenses les fue aún peor. En Nevada y Pensilvania, los ingresos reales bajaron más del 10% en ese período.
Aunque el ritmo de subida de los precios al consumo se ha ralentizado y los ingresos están creciendo, a muchos estadounidenses les resulta difícil quitarse la sensación de que se han empobrecido en los últimos años.
Dos estados van contra esta tendencia. Georgia, un estado sureño que históricamente ha ido a candidatos republicanos, pero que ahora se considera oscilante, donde los ingresos reales han subido un 5% desde 2019. Y Wisconsin, donde los ingresos siguieron la media nacional.
Vivienda
La vivienda es otro punto delicado para Biden, sobre todo a nivel local. Los empollones del análisis político se han fijado en un puñado de condados que decidirán las elecciones en cada uno de los estados indecisos porque golpean por encima de su peso. En 2020, los residentes del condado de Maricopa (Arizona), por ejemplo, influyeron en el voto de todo el estado. Biden ganó en ese condado por solo dos puntos porcentuales.
La Fed de Atlanta ofrece datos granulares sobre la vivienda por condado, y las métricas de asequibilidad no tienen buen aspecto para el presidente. Véase el condado de Kent (Michigan), que incluye la ciudad de Grand Rapids y es una zona clave para las elecciones. En enero de 2020, el 22% de los ingresos anuales de la persona media se destinaba a pagar la vivienda, dentro del umbral del 30% que la Fed considera “asequible” para el estadounidense medio. Ese cálculo tiene en cuenta los ingresos, el precio de la vivienda y los tipos de interés. En septiembre de 2023, había subido a más del 35%.
En Phoenix, que está en el condado de Maricopa, ese dato pasó del 28% al 45%. En Reno (Nevada), la mayor ciudad del condado clave de Washoe, está en más del 54%, frente al 34% de principios de 2020. En Wilmington (Carolina del Norte), donde Biden dio la vuelta a los resultados en 2020 por primera vez en décadas, pasó del 30% al 48%.
E incluso si la inflación está cayendo ahora, gracias a las agresivas subidas de tipos por parte de la Fed, muchos votantes aún no han notado los beneficios. Dado que una parte tan importante del sueldo de los estadounidenses se destina a un techo bajo el que cobijarse, aunque bajen los precios de los huevos o suban los ingresos, es difícil mover la aguja de su bienestar financiero general.
La economía puede estar empujando a los indecisos a elegir a Trump. Dicho esto, no todo el mundo deja que su cartera dicte sus preferencias electorales. Y muchas cosas pueden cambiar de aquí a noviembre. Con el presidente de la Fed, Jay Powell, avisando de recortes en los tipos en los próximos meses, el crecimiento podría repuntar y la gente podría empezar a sentirse mejor.
El problema para Biden –y para quienes le apoyan– es que, si bien pueden argumentar con lógica que tuvo éxito en la hercúlea tarea de dirigir el país durante una devastadora pandemia, y que los habitantes de Pensilvania o Arizona, por ejemplo, podrían haber estado aún peor sin la Ley Chips, para los votantes no hay forma fácil de saberlo. Por ahora, todo lo que saben es que se sienten más pobres que hace cuatro años. A menos que su estado de ánimo mejore antes de noviembre, inevitablemente culparán al hombre al mando.
Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías
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