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Perfil
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El Richard Branson sueco quiere seguir el cuento de hadas de la ‘fintech’ Klarna

Sebastián Siemiatkowski, CEO de la firma de pagos aplazados, deshoja la margarita de la salida a Bolsa tras superar una crisis con el despido del 10% de la plantilla

Perfil
José Manuel Esteban

Como leyendas de mitos grecolatinos, las historias sobre aquel Steve Jobs que empezó Apple en un garaje o aquel jovencísimo Mark Zuckerberg que dio vida a Facebook circulan de coworking en coworking como una inspiración, un horizonte de expectativas.

Todas las conoce Sebastian Siemiat­kowski (Uppsala, Suecia, 1981), un hijo de inmigrantes polacos que devora todos los libros que guardan relación con la biografía de los hombres que dirigen las grandes multinacionales. Admira sobre todo la tenacidad de Richard Branson, el británico que entre los años setenta y los noventa fundó una revista y una discográfica para terminar incursionando en el mundo de las aerolíneas. Así se ve Siemiatkowski a sí mismo: listo, ambicioso, algo polémico e implacable.

Es consejero delegado de Klarna, una startup dedicada a dar servicios financieros. Llegó a valer 44.500 millones de euros, pero se estrelló en 2022. Al ir a buscar liquidez, los mismos inversores que la encumbraron le dieron la espalda y dividieron su valor entre ocho, por debajo de los 6.000 millones.

Pero hoy, Klarna deshoja la margarita de la salida a Bolsa tras haber remontado una situación que parecía dramática. Ha registrado en el tercer trimestre de 2023 un beneficio neto de 8 millones de euros que puede no parecer gran cosa, pero que supone una rotunda victoria en comparación con los 760 millones que perdió la empresa en el mismo periodo de 2022 después del traumático despido de 700 empleados, el 10% de su plantilla.

Amante de los paseos por la naturaleza con su familia, casado con Nina Siemiatkowska y padre de tres hijos, el CEO de Klarna es a su vez hijo de un padre taxista y de una madre a la que su oficio de pintora le castigó la espalda sin piedad. Consciente del esfuerzo que hacen ambos por sacarlo adelante, a los 15 años empieza a trabajar en un Burger King. Allí traba amistad con Niklas Adalbert, quien terminaría siendo su mano derecha en la aventura de su vida.

Siemiatkowski compagina sus trabajos con sus estudios en la prestigiosa Escuela de Negocios de Estocolmo, poniéndole, para disgusto de su padre, mucho más interés a lo primero que a lo segundo. Con solo 21 años, la empresa de telemarketing Djuice Uppsala le nombra jefe de departamento. Sin embargo, Siemiatkowski y Adalbert consideran que ha llegado el momento de parar y pensar.

Corren los primeros años de la década de los 2000, y las compras online son un mercado prometedor pero incipiente. Siemiatkowski y Adalbert salen de viaje a Europa y se dan cuenta de que el invento no termina de arrancar porque la gente no se fía. Pero el problema no tiene solución difícil. Por una módica comisión, un tercero podría anticipar a los negocios el pago de un producto que el cliente solo tendría que abonar al intermediario una vez recibida la compra.

Seducido por la idea, se une al proyecto –que ya recibe el nombre de Klarna– Victor Jacobson. Pero no todo el mundo le ve potencial. Como parte de sus primeros intentos de echar a andar, la compañía se presenta a un concurso de startups, donde un panel de expertos califica su idea de “terrible”.

Lejos de desanimarse, los tres emprendedores aprietan el acelerador. Encuentran a Jane Valerud, directora del fondo de inversión sueco Walerud Ventures. Esta les da 60.000 dólares y algo mucho más importante que el dinero: sus primeros desarrolladores de software. En 2005, Klarna abre sus primeras oficinas en la capital sueca, Estocolmo.

En 2007, Klarna se lanza al extranjero, y en 2009 capta la atención de Sequoia Capital, uno de los primeros inversores en Google, Apple, LinkedIn, Yahoo, entre otros gigantes. El resto es historia: en 2019, Klarna recauda más de 400 millones de euros de empresas como Dragoneer, HMI Capital y Merian Chrysalis Investment.

En estos años, el negocio de Klarna ha virado a medida que se han popularizado las compras online. De ser un simple intermediario, ha pasado a convertirse en un prestamista, en el rey del compre ahora, pague después.

Se trata de un enfoque que le ha supuesto a la firma no pocas críticas por parte de quienes creen que el fraccionamiento de pagos no deja de ser una forma de deuda. Uno de los últimos en posicionarse contra Klarna ha sido el experto en ahorro Martin Lewis, que no dudó en criticar a Deliveroo en X –antes Twitter– por asociarse con la empresa de Siemiat­kowski.

“¿De verdad hace falta endeudarse para pedir comida a domicilio?”, preguntó Lewis. La respuesta de Siemiatkowski no se hizo esperar: “Curioso, Lewis. Deliveroo debería aceptar tarjetas de crédito con un 54% de interés, pero no Klarna, que no tiene intereses?”. Son las palabras de un hombre que siente que lo ha conseguido: hoy, Siemiatkowski es el protagonista de su propia leyenda.

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