La conmoción holandesa apunta a temblores en el corazón de Europa
La inestabilidad de Países Bajos y Alemania puede impedir un acuerdo fiscal en la UE a finales de año
Geert Wilders y su Partido de la Libertad, antiinmigración y antieuropeo, se alzaron con el primer puesto en las elecciones holandesas del miércoles. Wilders tiene una primera oportunidad de tomar el relevo del primer ministro conservador saliente, Mark Rutte, si logra formar una coalición. Los resultados agravan la sensación de que el núcleo de Europa empieza a pudrirse.
El Partido de la Libertad, liderado por Wilders, que ha pedido la prohibición de las mezquitas y un referéndum holandés sobre la UE, ha logrado 37 de los 150 escaños, superando su máximo de 24 en 2010. El impacto más inmediato es probablemente el bloqueo. Aunque Wilders abandone sus ideas más radicales, los conservadores tradicionales, que obtuvieron 24 diputados, podrían tener reservas a la hora de apoyar su causa. Laboristas y verdes, que iban en coalición y ganaron 25 escaños, ya han dicho que no se sumarán.
Los holandeses van camino de batir su récord nacional de 299 días para formar Gobierno, aunque la racha de casi dos años de Bélgica será difícil de igualar. Es posible que los políticos quieran evitar compromisos antes de las elecciones al Parlamento Europeo de junio. Rutte permanecerá en funciones mientras prosiguen las negociaciones. Suponiendo que después se pueda formar mayoría, es probable que esté liderada por Wilders o dependa de él, lo que la haría impredecible y frágil. Otra opción es que los partidos tradicionales formen Gobierno en minoría, también inestable.
El impacto puede sentirse más allá de La Haya. Los países que se enfrentan a turbulencias internas pueden recurrir a Europa para hacer política. Pero, al tiempo, las conversaciones en la UE no llegarán muy lejos si los jefes de Estado no pueden cooperar. Los resultados neerlandeses, combinados con la agitación política alemana, probablemente acaben con las esperanzas de alcanzar un acuerdo sobre las normas fiscales europeas a finales de año. El ascenso de Wilders también significa que Países Bajos se convertirá en un comodín en política exterior, sobre todo en temas candentes como Ucrania e Israel. Y podría oponerse a políticas que antepongan la lucha contra el cambio climático al crecimiento económico, lo que complicaría los esfuerzos de Europa por abandonar los combustibles fósiles.
Wilders se une a la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, en la incorporación a la corriente dominante de opiniones antaño tabú, ayudado por el temor de los votantes a la inmigración. Puede que haya conmociones similares en las elecciones europeas, y en las próximas votaciones en Francia y Alemania, donde el partido de Marine Le Pen y Alternativa para Alemania son el primero o el segundo en las encuestas. El núcleo de Europa, el eje del bloque durante la crisis de la zona euro, es ahora una base inestable.
Alemania
Berlín se esfuerza por demostrar la insensatez de la férrea prohibición de los grandes déficits. Ahora dice que suspenderá el freno a la deuda después de que el Tribunal Constitucional le obligara a cancelar unos 60.000 millones de gasto fiscal que había incluido en un fondo de 210.000 millones para el clima y la transformación. Pero el alivio es solo temporal, y el daño ya está hecho. La crisis presupuestaria paralizará la economía durante años, por tres razones.
La primera es que la contienda desembocará en un programa de austeridad en una economía en contracción. El freno de la deuda, que limita los déficits estructurales al 0,35% del PIB, solo se ha suspendido para el Presupuesto de este año. Lo que importa es el de 2024, y ahí el debate se ha retrasado.
Para suspender el freno, el Gobierno debe alegar algún tipo de emergencia. El Covid fue una, pero el cambio climático puede no encajar en la definición. El Ejecutivo está valorando elevar los impuestos, como los gravámenes sobre el carbono y las herencias. Recortar las subvenciones para ayudar a empresas u hogares a capear la crisis energética también está en la agenda. El esfuerzo por volver a controlar el presupuesto afectará al crecimiento el año que viene, según la OCDE.
Segundo, la economía también sentirá el impacto de la prolongada incertidumbre, tanto jurídica como económica. A las empresas les costará predecir qué tipo de ayudas recibirán para amortiguar la crisis energética e invertir en la transición verde. Esto apunta al riesgo de una menor inversión privada. Mientras, los preocupados hogares tenderán a ahorrar más, señala Carsten Brzeski, economista de ING.
Por último, el riesgo más grave para la prosperidad a largo plazo sería una menor inversión pública, en un país que ha desplegado mucho menos que el resto de Europa durante décadas. Ocurre en un momento en el que Berlín necesita reforzar su inversión pública entre 450.000 y 500.000 millones en el próximo decenio, según el Instituto Económico Alemán. La inversión pública neta lleva 20 años siendo negativa, según Marcel Fratzscher, director del Instituto Alemán de Investigación Económica. Lo irónico es que un menor crecimiento futuro conduciría a una mayor ratio deuda/PIB.
Esta métrica está en el 66% del PIB y se prevé que se reduzca al 64% en 2024, frente al 90% de media de la zona euro. El país no está en la cúspide de una crisis de deuda. Pero ha llegado a un punto en el que debe pagar un precio económico por su enfoque fundamentalista de la restricción fiscal.
Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías
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