El incombustible atractivo del bullicio urbano y el curioso idilio Tesla-Pekín, que da celos a la UE
La gente sigue prefiriendo vivir en las ciudades, aunque sea en pisos más caros
Hay que tener cuidado con lo que se desea, porque a veces sucede. La capitalidad de Madrid, o incluso de Barcelona, se ve con frecuencia como sinónimo de privilegios y de mayores ingresos fiscales; pero eso va acompañado de inconvenientes en la vida cotidiana, como el incremento del precio de la vivienda. El teletrabajo, los alojamientos turísticos y la apuesta de urbes como Málaga por atraer visitantes tanto de ocio como de negocio ha disparado el coste de los pisos en la ciudad andaluza desde el mínimo de 2014. En otros casos, como Palma de Mallorca, la insularidad y el incombustible de las Baleares también han catapultado el coste de las casas en este último decenio. En contraste, la España vaciada no atrae a teletrabajadores ni a trabajadores presenciales, y se vacía cada vez más, quizá porque el discurso que defiende alejarse del mundanal ruido cala poco entre el público. También es cierto que, de triunfar de forma generalizada, los pueblos pasarían a perder su silencioso encanto, y se produciría una paradoja como la que describe Santiago Lorenzo en su novela Los asquerosos.
Adif está de rebajas, pero las operadoras de tren quieren más
Adif está de rebajas, para promover el tráfico de pasajeros por sus líneas de tren. Va a mantener para 2024 los cánones por uso de las vías de 2021, los que están en vigor, aunque el IPC ha subido un 12,3% en estos tres años. Juega con ventaja, porque el aumento del tráfico compensará los ingresos totales del operador público. Además, aumentará las bonificaciones, que se ejecutan cuando las empresas superan una cantidad de tráfico determinada. Con todo y con eso, a las compañías que están empezando, Iryo, Ouigo y Avlo, de Renfe (que a su vez ofrecen jugosos descuentos a los clientes finales), les parecen demasiado altas.
Feijóo insiste en su plan económico, más parecido al del PSOE de lo que gustaría a los dos
Alberto Núñez Feijóo insistió ayer, en la primera jornada de la sesión de investidura, en las medidas económicas que propuso antes de las elecciones, que son bastante más parecidas a las que está llevando a cabo el Gobierno de Pedro Sánchez de lo que unos y otros suelen resaltar. El líder del PP no piensa en anular el impuesto temporal a la banca, y apuesta por mantener la rebaja del IVA a los alimentos por la crisis energética... que el Ejecutivo en funciones ya se plantea eliminar a final de año. Pero ni Feijóo ni ninguno de sus rivales políticos ha hecho una propuesta firme para reformar las pensiones, la parte del león del gasto público. Ante esa escasez de diferencias en lo económico, se entiende que unos y otros, para distinguirse ante los electores, den tantas vueltas a las guerras culturales.
La frase del día
“Estamos instando a nuestros clientes a prepararse para el peor de los escenarios: tipos de interés de referencia del 7% y estanflación”
Jamie Dimon, CEO de JP Morgan
El curioso idilio Tesla-Pekín no gusta a la UE... que quizá quiere más cariño
La compra de Twitter por parte de Elon Musk, hace un año, se vio como un riesgo para el negocio de Tesla en China, por el conflicto en torno a la libertad de expresión de las redes sociales occidentales en el país. Nada más lejos de la realidad: el multimillonario sigue siendo el niño bonito de Pekín, que no pone pegas al gigante capitalista estadounidense cuando se trata de fortalecer su propia estructura del coche eléctrico. La asociación entre las marcas chinas y Tesla ha resultado muy fructífera para todos ellos, pero ha despertado recelos en la UE, que investiga las ayudas estatales al sector (lo cual puede afectar, irónicamente, a BMW y Renault, que tienen joint ventures allí).
Quizás Bruselas miraría con mejores ojos a Musk si sus fábricas se prodigaran más por Europa.
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