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Editorial
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Telepizza, el capital riesgo y los rigores de la realidad

Los problemas de la compañía son un ejemplo de frágil equilibrio que manejan a veces operaciones cuyas coordenadas resultan perfectas en Excel, pero no tanto en la vida real

CINCO DÍAS
A pedestrian walks past the Spanish fast-food restaurant
SOPA Images (SOPA Images/LightRocket via Gett)

Telepizza afronta la recta final de la reestructuración de su deuda con la tensión propia del proceso y el reto añadido de tener que sustituir a su consejero delegado, Jacobo Caller, quien anunció ayer su salida de la compañía. La marcha de Caller no constituye del todo una sorpresa si se tiene en cuenta el contexto que vive Telepizza, en plena toma de control por parte de sus acreedores, los bonistas, y a la espera de que se produzca la validación judicial del proceso, que podría cerrarse en este último trimestre del año. Una reestructuración que, solo en el primer semestre, ha costado a Food Delivery Brands, dueña de Telepizza, 17 millones de euros en minutas de asesores. Ese coste explica en parte las abultadas pérdidas que registró la compañía en los seis primeros meses del año, que sumaron 44,6 millones y fueron un 55% superiores a las del ejercicio anterior.

Los números rojos de Telepizza supera ya los 460 millones de euros. Un agujero negro fruto de las dificultades experimentadas en los últimos años por un modelo de negocio que en su día fue casi una revolución, pero que hoy languidece frente a la potente competencia de un mercado en el que cualquier restaurante puede servir comida a domicilio, gracias a nombres como Glovo o Deliveroo. La llegada de la pandemia sacó a la luz de forma sangrante el desgaste de las ventajas competitivas del modelo, azotado también por los malos resultados del acuerdo que adoptó en 2021 con Pizza Hut y por los vientos en contra del alza de la inflación, las materias primas y los tipos de interés.

El tramo final del proceso que afronta Telepizza se diseñó en julio, cuando sus accionistas, encabezados por KKR, Torreal, Artá, J Safra Group y Altamar, llegaron a un acuerdo con más del 90% de los bonistas para aprobar la reestructuración y que estos tomasen el control accionarial tras la salida de los fondos.

Las dificultades que ha vivido el grupo son un ejemplo del frágil equilibrio que se maneja en ocasiones en las operaciones de capital riesgo, cuyas coordenadas pueden resultar perfectas en Excel, pero no siempre resisten la aridez que ofrece la vida real. La compra de Telepizza forzó los límites del riesgo, con fondos tomando partes del capital de la compañía para pedir más precio. Es cierto que podía haber salido bien, pero tuvo que vérselas con el azote de la pandemia, la competencia extrema en el sector y la vulnerabilidad que muestran los negocios altamente endeudados cuando la calidez de las políticas monetarias laxas llega a su fin.

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