Bonos verdes, clima y una correcta valoración del riesgo
El componente climático está para quedarse y para ganar peso en la toma de decisiones inversoras
Carreteras cortadas, casas inundadas y servicios públicos interrumpidos. La última dana, que ha afectado sobre todo a la Comunidad de Madrid y Castilla-La Mancha, ha vuelto a poner sobre la mesa el impacto y los daños cada vez mayores de los fenómenos atmósfericos sobre activos y proyectos económicos. Paradójicamente, no es ocioso recordar cómo hace apenas días la Federación Española de Industrias de Alimentación y Bebidas (FIAB) alertaba del efecto de la sequía en la agricultura y la ganadería, dejando claro que podría provocar carencia de determinados productos de la cadena alimentaria y, desde luego, disparar sus precios. En suma, fenómenos climatológicos opuestos –pero extremos– amenazan a sectores estratégicos y a empresas a menudo cotizadas.
Un informe de Barclays cuantificaba ayer en 700.000 los millones invertidos el año pasado en bonos soberanos con etiqueta verde. Y cuestionaba su verdadera valoración en función de los eventuales daños climáticos a los que están expuestos. En esta línea, incluso deslizaba el riesgo de que pudieran verse rebajadas sus calificaciones crediticias. En el ámbito corporativo, sectores energéticos como la minería, la automoción o incluso el segmento asegurador, tan afectado por la irrupción de cisnes negros –o verdes, según se mire– como pandemias o fenómenos climáticos imprevistos, se encuentran en el centro de la diana. El banco ya publicó recientemente un documento en el que relacionaba el cambio climático con el mercado de divisas, y desglosaba el impacto negativo a largo plazo que pueden tener en el yen o el yuan procesos como la subida del nivel del mar, la contaminación o la pérdida de cosechas.
Desde luego, el componente climático está para quedarse y para ganar peso en la toma de decisiones inversoras. Frank Elderson, miembro del comité ejecutivo del Banco Central Europeo (BCE) y vicepresidente de su consejo de supervisión, lanzaba ayer un aviso a navegantes para las entidades financieras. El ejecutivo aseguró que es “solo cuestión de tiempo” que los planes de transición climática sean obligatorios, lo que también implica una toma de conciencia sobre los riesgos de financiar iniciativas contrarias a la descarbonización o de greenwashing. Una evolución imparable, en línea con los tiempos, que obliga a acometer una correcta valoración de los activos y sus riesgos. La dificultad de objetivar esas métricas no es ajena al día a día de las agencias de rating. Todo un reto para la curva de aprendizaje.
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