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Editorial
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La trabajosa batalla final contra la inflación

El BCE haría bien en hacer una pausa y dejar que la restricción monetaria haga su trabajo

CINCO DÍAS
Gasolinera.
Gasolinera.Álvaro García

El repunte de la inflación experimentado en agosto en España, según el dato adelantado este miércoles, recuerda que ese último tramo de lucha contra la escalada de precios resultará especialmente trabajoso. Se desarrolla, además, en un contexto de desgaste. Según publicó el martes el Banco de España, los hogares retiraron hasta 12.286 millones de euros de sus depósitos el pasado julio, con relación al mismo mes del año pasado, lo que supone la mayor contracción desde 2012.La espiral de precios comenzó hace más de un año y ha pasado una elevada factura a las familias, que han tirado de ahorros y de ingenio para aguantar el golpe pese a la pérdida general de poder adquisitivo.

Los precios han experimentado este mes una subida interanual del 2,6%, tres décimas superior a la de julio, que a su vez también supuso un acelerón respecto a junio. A la buena marcha de la campaña veraniega, que ha servido para que la industria turística suba los precios, se suma ahora una subida del gas de los combustibles. Estos niveles de inflación, con todo, se encuentran a años luz de la pesadilla de hace un año, cuando superaba el 10%, y se encuentra ya en una zona razonable, cercana al objetivo de los bancos centrales, del 2% (en junio logró quedarse incluso en el 1,9%) y en aproximadamente la mitad de la media de la zona euro.

De aquí a finales de año, probablemente, la evolución seguirá siendo más positiva que en la mayor parte del club del euro, pero el recorte de esas últimas décimas hasta anclar la inflación en el sacrosanto 2% se hará desear. Para empezar, por el propio efecto estadístico de que la base con la que se compara es mucho más liviana que la de 2022 (un derrumbe como el que vimos de febrero a marzo, cuando bajó del 6% al 3,3% en un solo mes, queda muy lejos). Pero también porque los efectos de la crisis energética y de las cadenas de suministros ya se han digerido y los motores de la inflación que hoy batallamos están más ligados a la actividad económica, esa que el Banco Central Europeo empieza a enfriar a golpe de subidas de tipos de interés.

Es preocupante, en ese sentido, la inflación subyacente, que excluye la energía y los alimentos frescos y sigue en un elevado 6,1%. Aun así, Fráncfort ya ha disparado suficiente munición: en julio llevó el precio del dinero al nivel más alto en 20 años y ahora haría bien en hacer una pausa y dejar que esa restricción monetaria haga su trabajo. Añadir más madera puede lastrar la economía por encima de lo necesario e infligir un daño evitable.

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