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Análisis
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El papel transformador del balance bancario en la sociedad

Es indudable que el sector financiero ha asumido ya la importancia de su rol, algo que hace unos años no era tan claro

Isla de Célebes (Indonesia), donde el cultivo de palmeras de Palmira ayuda al medio ambiente y proporciona ingresos a la población. Mediante energía geotérmica, una fábrica produce una tonelada de azúcar al mes sin generar desperdicios.
Isla de Célebes (Indonesia), donde el cultivo de palmeras de Palmira ayuda al medio ambiente y proporciona ingresos a la población. Mediante energía geotérmica, una fábrica produce una tonelada de azúcar al mes sin generar desperdicios.Guillaume Collanges

El sector bancario tiene un papel clave en la gestión de los recursos para asegurar la viabilidad del sistema económico a largo plazo y en armonía con las necesidades del planeta.

En buena medida, la banca es su estructura de balance. Cómo decide financiarse y lo que decide financiar. Por eso, uno de los elementos fundamentales que hacen que un banco sea calificado como sostenible o responsable es precisamente el porcentaje del total de sus activos dedicado al préstamo en sectores y empresas con impacto medioambiental y social positivo. O al menos neutro.

En torno a este tema, y en el marco de la Cátedra de Finanzas Sostenibles de la Barcelona School of Management (UPF), se ha publicado recientemente el informe Perspectivas de la banca responsable. España 2023, un análisis sobre el escenario actual de los diez bancos españoles que suscribieron los Principios de Banca Responsable (PRB, por sus siglas en inglés) de la Iniciativa Financiera del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP-FI) en relación con tres marcos de referencia: los propios Principios, el sistema de puntuación GABV Scorecard –basado en los Principios de la Alianza Global de la Banca con Valores, Global Alliance for Banking on Values– y la aplicación de la taxonomía europea. Incorporar estos tres prismas permite ver posiciones relativas, evita unilateralidades y ofrece perspectivas enriquecedoras para el trabajo a llevar a cabo por el sector en este ámbito.

En lo relativo a las recomendaciones de UNEP-FI para la adaptación de sus principios, los niveles de cumplimiento son altos. En términos generales, las entidades analizadas están en proceso de integrar en su estrategia comercial los Objetivos de Desarrollo Sostenible, el Acuerdo Climático de París y otros marcos relevantes a nivel nacional, regional o internacional. En buena medida es un reflejo del papel de liderazgo que el sector financiero europeo quiere desempeñar en la economía global.

Sin embargo, si esos mismos bancos se evalúan con un prisma más exigente como el de la GABV, todavía están lejos de los umbrales recomendados en ese modelo, lo que define un punto de partida desde el que trabajar hacia un futuro donde la banca tenga verdaderamente un papel principal como multiplicador de las actividades con impacto positivo en las personas y el planeta.

Todos los bancos del estudio han publicado las ratios de elegibilidad exigidas por el reglamento de taxonomía UE, aunque las limitaciones del sistema y la heterogeneidad en las formas de aplicar esa ratio en estos primeros tiempos de obligatoriedad no dejan ver claro el foco de sus políticas. La media ponderada que se extrae sugiere, sin embargo, que el porcentaje de los activos destinados a financiar la transformación ecológica y social es todavía bajo y mejorable.

El sector ha iniciado el camino, pero más allá de un relato de posicionamiento de mercado, todavía no puede calificarse como responsable por falta de evidencias sustanciales y porcentualmente significativas del total de sus actividades (operaciones, cartera de préstamos e inversiones, etc.). Estamos en la buena dirección, pero aún no se puede afirmar que nos encontramos ante una banca responsable.

Es indudable que el sector financiero ha asumido ya su papel transformador, algo que hace unos años no era tan claro. Hay muchas evidencias de esa evolución y del trabajo que se lleva a cabo para avanzar en este sentido.

Muchos de los diez bancos firmantes de los PRB han tomado medidas concretas para implementar esos principios. Algunos han establecido objetivos específicos para reducir su huella de carbono, financian proyectos de energía renovable, compensan las emisiones de alcance 1 y 2 al 100% y están en camino a hacerlo en las de alcance 3. Se comercializan productos verdes y también sociales, aunque en mucha menor medida.

Algunas entidades tenemos políticas para no financiar proyectos perjudiciales para el medioambiente o que violen derechos humanos, y aunque todavía no se observan movimientos significativos –con excepciones– en lo que se refiere a las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) de las carteras de préstamos e inversiones, varias entidades forman parte de la NZBA (Net-Zero Banking Alliance) de bancos comprometidos a alcanzar el cero neto en emisiones de CO2 antes de 2050.

Para reforzar este impulso y desterrar la desconfianza que con frecuencia genera el sector, hay que contar con una imagen real de la situación que ayude a avanzar y a acelerar la transformación. Medir el impacto y evitar el sesgo en la información es algo complejo y al mismo tiempo imprescindible. Varias de las entidades firmantes de los PRB nos sumamos al compromiso de medir y reportar la emisión de GEI de la iniciativa PCAF (Partnership for Carbon Accounting Financials), y hemos establecido estrategias para alinear nuestras carteras con los objetivos de París.

Por su parte, la falta de información sobre los balances es desafiante, porque tenerla permitiría saber en qué se invierten los activos para alcanzar los objetivos ambiciosos y urgentes que hemos definido para 2030 (a poco más de seis años) y 2050. Es un paso que todas las entidades tienen que dar.

En mi opinión, el objetivo de informes como Perspectivas de la banca responsable. España 2023 no es tanto emitir juicios como los aprendizajes que se extraen de sus hallazgos y conclusiones. Sabemos a dónde queremos ir y que queremos contribuir a descarbonizar la economía y reducir la huella de carbono.

El sector financiero tiene ahí una función doble: informar a sus clientes sobre el impacto de su dinero y ser partícipe activo desde el propio negocio con la definición de una política de inversión clara.

El diseño de los productos también es un factor evidente. Tiene que ser consistente para integrar el impacto y reforzarlo, lejos del eco-lavado de cara (greenwashing), el aderezo estético o el capricho puramente comercial. Verdaderos productos con propósito, como las hipotecas verdes.

Finalmente, la medición de la huella de carbono de alcance 3 es otra de las vías que nos da conocimiento para planificar cómo llegar a la neutralidad en carbono, en nuestro caso ya en 2035. Algo que afecta directamente a nuestras estrategias de negocio e innovación, que sirven a ese objetivo y orientan a toda la organización.

Mikel García-Prieto es director general de Triodos Bank en España

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