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Editorial
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Sol y playa recalentados por el cambio climático

CINCO DÍAS
Vista de la playa de la Barceloneta, en Barcelona, este martes.
Vista de la playa de la Barceloneta, en Barcelona, este martes.Alejandro Garcia (EFE)

Hace ya unos años (no muchos) que el siempre pragmático mundo económico tiene en cuenta el impacto del calentamiento global en sus distintas vertientes: por las oportunidades de ganar dinero que pueda abrir y por los riesgos que entraña. Este último ángulo ha tenido menos interés financiero en la medida en que dichos riesgos, aun catastróficos, están mutualizados entre los habitantes del planeta.

Pero a medida que los efectos del calentamiento se hacen más tangibles, son también más convertibles a moneda corriente, más allá de las alertas, que vienen de largo, de aseguradoras o gestoras de pensiones. Esta semana EDF avisó que contempla frenar la producción de dos centrales nucleares por el bajo nivel de los ríos. La sequía de los últimos trimestres ha tenido una fuerte incidencia, también, en los precios agrícolas y, por tanto, en la inflación. Los fenómenos climáticos extremos, como inundaciones o incendios, tienen obviamente su coste monetario. Y este verano de 2023, las sucesivas olas de calor que están afectando Europa están enfriando parte de la temporada turística. Veraneantes alemanes o británicos acostumbrados a reservar un billete de avión para garantizarse sol y playa han concluido que no precisan de viajar a España para encontrar el buen tiempo. A ello se añade el impacto de la inflación sobre las cuentas de las familias y la carestía del transporte aéreo.

La temporada turística será, con todo, de récord, si bien en su tramo final puede no responder a las expectativas. Pero es un aviso. El turismo de sol y playa siempre ha tenido una doble vertiente para España: fuente casi inagotable de visitantes foráneos y negocio asegurado para hosteleros. Aunque también es un tipo de turismo que gasta poco más allá de transporte y alojamiento y que es muy sensible al precio. Y visto lo ocurrido este año, también al clima. Dado que el calentamiento global es una tendencia de largo plazo, cabe esperar que tanto la industria turística como los clientes se adapten a veranos más cálidos en el norte de Europa.

Ante el riesgo de agotamiento del sol y playa tradicional, España debe acelerar la transición del modelo turístico, un objetivo tan obvio como antiguo y, por lo visto, esquivo. No deja de resultar chocante que en uno de los países europeos más amenazados por el calentamiento global los planteamientos que rechazan, contra toda evidencia, la existencia del calentamiento global, sean premiados con responsabilidades de gobierno.

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