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Editorial
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Entre las promesas electorales y la senda fiscal

Las principales instituciones económicas ya han avisado de la necesidad de reajustar las ayudas desplegadas con la crisis energética

CINCO DÍAS
campaña electoral 23 J
Lona del PSOE en la que salen el presidente del Gobierno y sus rivales electorales, en Madrid, el 7 de julio.Alberto Ortega (Europa Press)

Las campañas electorales nunca han sido un terreno propicio para la disciplina fiscal, y es normal que sea así. Los candidatos presentan programas políticos, hacen promesas en las ciudades a medida que recorren la geografía española y de vez en cuando se sacan algún conejo de la chistera. Acciones todas ellas que suelen tener una carga presupuestaria negativa, ya sea por bajada de los ingresos o por subida de los gastos. De cara a la galería, habitualmente, los partidos tiran de los comodines habituales: la fiscalidad a los ricos en el caso de los partidos de izquierda o centroizquierda y la eliminación de gastos improductivos en el caso de la derecha o el centroderecha. La aritmética es particularmente flexible a medida que se acerca el paso por las urnas.

Más allá de la cuestión fiscal, los partidos difieren (en particular los dos grandes) en materias como vivienda, medio ambiente o política energética, ya sea por cuestiones de forma (caso de la energía) o por el fondo (como en la vivienda). Las diferencias de planteamiento no solamente son comprensibles, sino necesarias. Si algo da alas a populismos de distinto pelaje son los argumentos que, a partir de consideraciones supuestamente neutras, imponen un set de políticas como el único. El debate sobre políticas y programas es deseable y necesario, por más que en España, como en el resto del bloque comunitario, las grandes líneas legislativas vienen importadas de Bruselas.

Lamentablemente, el trazo grueso ha invadido la política doméstica, donde prima esa entelequia denominada “dominio del relato” que apenas se diferencia de una sucesión de supuestos golpes de efecto. Mal negocio para un debate sosegado sobre pros y contras de determinadas políticas económicas, y terreno abonado para los brindis al sol, en particular cuando se trata de política fiscal (en un sentido amplio). Ocurre, no obstante, que esta campaña electoral llega en un momento económico donde priman los ajustes. Las principales instituciones económicas (Banco de España y BCE, además de distintos institutos de pensamiento) ya han avisado de la necesidad de reajustar las ayudas desplegadas con la crisis energética, sustituyendo aquellas desplegadas a gran escala por medidas enfocadas solamente a los colectivos que más están sufriendo el pico inflacionista. Un asunto que estará en la agenda del próximo inquilino de la Moncloa (y probablemente de su socio de Gobierno), y para quien la senda de estabilidad pactada por Bruselas será el principal guardarraíl.

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