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Breakingviews
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Turquía vota por la inestabilidad a largo plazo

La volatilidad durará hasta la segunda vuelta, pero los verdaderos problemas vendrán después

Seguidores de Kemal Kilicdaroglu, en Ankara (Turquía), el 14 de mayo.
Seguidores de Kemal Kilicdaroglu, en Ankara (Turquía), el 14 de mayo.SEDAT SUNA (EFE)

Los turcos han votado para que la inestabilidad del mercado sea a largo plazo. Independientemente de quién gane, el futuro inmediato ya parecía inestable. Pero la fuerte victoria de Tayipp Erdogan en la primera vuelta significa que el retorno de la rectitud monetaria y la probidad geopolítica podría demorarse muchos años.

Como corresponde a un país encaramado entre dos continentes, Turquía se dividió por la mitad a la hora de decidir si prolongar el Gobierno autocrático o seguir el camino secular y democrático de Kemal Kilicdaroglu. Al no alcanzar ninguno el 50%, el día 28 habrá segunda vuelta. Los inversores lo recibieron como quien toma sin darse cuenta los posos amargos de un café turco. El principal índice de Estambul cayó más de un 6% en el premercado, la lira perdió un 0,5% frente al dólar y el coste de los seguros contra impago de la deuda soberana alcanzó su pico en seis meses.

La volatilidad seguirá hasta el 28, pero los verdaderos problemas vendrán después. El próximo presidente tiene tres acuciantes: la inflación, una moneda débil y la dependencia energética de Rusia. El aumento de los precios, un 44% interanual en abril tras rozar el 85% en 2022, es culpa sobre todo de la alocada oposición de Erdogan a subir tipos. Kilicdaroglu ofrece un camino a largo plazo para recuperar la credibilidad monetaria, fiscal e institucional. Pero incluso si gana, los tipos tendrán que subir del 8,5% hasta un 30% este año, según Capital Economics. Ello podría provocar una recesión, cuando el FMI prevé un crecimiento del 2,7% este año.

Si gana Erdogan, es poco probable que haya subidas de tipos, pero podría relajar los controles de capital de facto diseñados para apuntalar la lira, que han agotado las reservas netas de divisas del banco central, ahora en 37.700 millones de dólares, apenas un quinto de la deuda externa a corto plazo, según S&P Global Ratings. Cualquier relajación de las normas debilitaría la moneda, que cayó casi un 30% frente al dólar en 2022, pese a las repetidas intervenciones del banco central, y un 5% este año. El déficit por cuenta corriente, del 6% del PIB en enero, por el coste de la energía, presionará aún más.

Quien gane tendrá que equilibrar las presiones geopolíticas de Rusia, que aporta un cuarto del gas y el 11% del petróleo, y de Occidente, que lo considera un socio clave de la OTAN y ofrece la zanahora de la entrada en la UE. Los inversores extranjeros solo poseen el 1% de los bonos nacionales, frente al 30% de hace unos años. Hasta que estos nubarrones se despejen, se acercarán a Turquía como barcos que navegan por el tristemente famoso estrecho del Bósforo: lenta y cautelosamente.

Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías

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