Una reflexión comparativa sobre los sueldos en la banca
Los accionistas deberían plantearse las consecuencias que puede tener sobre la sostenibilidad la desorbitada brecha salarial entre cúpula y plantilla
Ana Botín cobró como presidenta de Santander 11,7 millones de euros en 2022, mientras su compañero José Antonio Álvarez percibió 9,6 millones. En el caso de BBVA, su presidente Carlos Torres cobró 7,6 millones de euros (22,6% más que en 2021) y el consejero delegado, Onur Genç, 6,6 millones de euros, un 19,3% más. Y si todavía siguen haciendo cuentas para tratar de saber cuántos años habría que trabajar para alcanzar un sueldo de estas características, podemos seguir con el caso de CaixaBank, y los 3,3 millones de euros que cobró su consejero delegado, Gonzalo Gortázar (un 11,1% más), o los 2,2 millones de euros que se embolsó el presidente de la antigua Bankia y ahora presidente de la caja catalana, José Ignacio Goirigolzarri, sin duda uno de los grandes beneficiados de aquella absorción y que ha conseguido que le suban el sueldo nada menos que un 38,8% (¿habrá alguien más en toda CaixaBank que haya conseguido un aumento de estas características?).
Suma y sigue porque en Sabadell, su consejero delegado, César González-Bueno fue remunerado con 2,5 millones de euros, con una sustanciosa subida del 30%, mientras que su presidente, Josep Oliu, recibió 1,8 millones de euros, en este caso sí, con un recorte del 5,5% respecto a 2021. Una subida de un 10% ha conseguido María Dolores Dancausa en Bankinter para cobrar 1,6 millones de euros, un aumento más comedido que el de su compañero Alfonso Botín y Cartival, al que han estimado oportuno subirle el sueldo un 33,6% en un año, para pasar a cobrar 1,4 millones de euros.
Nada despreciable son tampoco los sueldos en las antiguas cajas de ahorros transformadas ahora en entidades bancarias. Unicaja Banco pagó 758.000 euros a su consejero delegado, Manuel Menéndez, en 2022; mientras que no hay todavía noticias del sueldo de Víctor Iglesias en Ibercaja Banco, cuya última referencia conocida es de 2021, cuando cobró en total 569.100 euros por su labor al frente de la entidad. Resulta curioso en este caso repasar la política de retribuciones de Ibercaja para conocer que el consejero delegado tiene reconocida una subida anual de la parte fija de su sueldo de, al menos, el IPC, algo que, sin embargo, a la plantilla no se le reconoce.
Estos sueldos pueden parecer irracionales en la coyuntura actual y teniendo en cuenta la oposición tan iracunda que los empresarios despliegan ante la más mínima petición de subida salarial que se realiza desde las plantillas. Sin embargo, aquellos que tienen que dar el visto bueno a estos emolumentos, los accionistas, parecen estar de acuerdo en un 89% en que los administradores de las entidades tengan semejantes retribuciones.
No tienen la misma opinión en el Gobierno. Para el presidente, los beneficios anunciados por las entidades y los sueldos de los directivos justificarían el impuesto extra aprobado sobre la banca; y la propia vicepresidenta, Nadia Calviño, calificó estos sueldos como “inaceptables” y pidió al Banco de España medidas para limitarlos.
Y podemos entender la enorme responsabilidad que ejercen las cúpulas de los bancos, pero mucha más responsabilidad tiene, por ejemplo, Pedro Sánchez como presidente del Gobierno, y cobra 86.542 euros, y Nadia Calviño que, como vicepresidenta y ministra de Economía, percibe 84.600,72 euros al año. Esta simple comparativa ya sirve para entender que existe una disparidad abismal en la valoración del trabajo y la responsabilidad de según qué directivos.
Sin embargo, la comparativa más interesante sería la del sueldo de las cúpulas bancarias con el de aquellos que, con su trabajo y dedicación diaria, consiguen que esas entidades sean todo lo rentables que, efectivamente, son actualmente, sin quitar méritos, que los habrá, a los que deciden la estrategia comercial y la gestión del negocio.
Frente a las cifras astronómicas de la cúpula, el salario de un asesor financiero promedio en España es de 21.645 euros al año o 11,10 euros por hora, mientras los cargos de nivel inicial comienzan con un ingreso de 16.810 euros al año, y los profesionales más experimentados perciben hasta 38.469 euros al año, según la web de búsqueda de empleo Talent.com.
Y lo más preocupante no son, siquiera, los bajos salarios; lo peor es la pérdida de poder adquisitivo que las patronales bancarias consiguen arrancar en cada nuevo acuerdo salarial, con el visto bueno de CC OO, UGT y FINE. Se estima que esta pérdida de poder adquisitivo en el mundo financiero podría rondar ya el 20% en los últimos diez años. Comparemos ahora la pérdida de ese 20% del salario actual de cualquier empleado de banca en relación a ese mismo puesto hace una década, y el 38,8% de subida que ha conseguido José Ignacio Goirigolzarri en tan solo un ejercicio. Esta simple comparativa debe servir para demostrar lo insostenible de una situación que acabará por saltar por los aires cuando la acción anestésica que ahora ejercen los sindicatos no tenga efecto y los realmente perjudicados por su inacción despierten y entiendan que la foto actual tiene poco sentido si queremos unas entidades bancarias estructuralmente sanas.
Esos mismos accionistas que mayoritariamente dan el visto bueno a esta situación, quizás deban plantearse si profundizar en esta política de retribuciones no tendrá consecuencias para la sostenibilidad de esas entidades. Quizás lleguen a la conclusión de que no les merece la pena el cortoplacismo de no entender que solo unas entidades construidas sobre la justicia interna podrán tener futuro como negocio.
Gonzalo Postigo es presidente de la Confederación Intersindical de Crédito
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