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Editorial
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El fin del café fiscal para todos

La reforma de las reglas europeas constituye una oportunidad para avanzar hacia un modelo de cohesión racional y eficaz, pero también sostenible

CINCO DÍAS
Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea.
Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea.Kevin Frayer (Getty Images)

La suspensión de las reglas de disciplina fiscal de la zona euro durante la pandemia de Covid 19, el estallido de la Guerra de Ucrania y la actual crisis inflacionaria ha permitido a las economías de la UE hacer uso de los recursos necesarios para suavizar el azote económico, proteger el empleo y ayudar a los colectivos más desfavorecidos. La abultada factura de ese proceso ha aumentado el gasto de forma sustancial y generado un desequilibrio importante en las cuentas públicas, mayor en aquellas economías que partían de una situación fiscal menos saneada y que han sufrido más duramente el embate de la crisis.

Pese a ello, la suspensión de la disciplina fiscal constituye únicamente un paréntesis que Bruselas quiere cerrar cuanto antes con la puesta en marcha de un nuevo modelo cuya novedad principal será el final del café para todos. La propuesta de la Comisión Europea, presentada ayer, contempla una senda fiscal propia para cada país con el objetivo de que todos ellos se acerquen, de forma sostenible e individualizada, a los límites fijados por Bruselas: un déficit público del 3% del PIB y una deuda del 60% del PIB. Desde la Comisión se reconoce desde hace tiempo y sin ambages la gran lección que dejó a Europa la crisis financiera de 2008: el hecho de que las situaciones fiscales, los desafíos y las perspectivas económicas de los 27 estados miembros de la UE son muy diferentes entre sí y que un enfoque homogéneo no sirve para corregir una realidad heterogénea.

La propuesta dibujada por la Comisión recoge en esencia el modelo defendido por España, Portugal y otros países del sur de la UE, todos ellos lastrados por elevados ratios de deuda y déficit públicos, cuyo saneamiento debe planificarse de acuerdo a un esquema distinto al de los países del centro y norte de Europa. La adopción de una senda fiscal individualizada no constituye, sin embargo, una solución exenta de riesgos, puesto que puede consolidar una Europa de dos velocidades, integrada por un grupo de economías altamente saneadas y por otras que muestren peores ratios de endeudamiento y una mayor vulnerabilidad frente a los mercados financieros.

La clave del éxito del nuevo modelo radicará en el rigor y el realismo con el que cada Estado miembro dibuje su itinerario fiscal, así como en la vigilancia y supervisión de Bruselas. Para España, que ejercerá la presidencia de turno del Consejo Europeo durante la segunda mitad del año, la reforma de las reglas fiscales constituye una oportunidad para liderar una fórmula racional y eficaz, pero también sostenible.

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