La reestructuración de Alibaba podría ser contagiosa
Si convence a accionistas y reguladores, puede servir de ejemplo para otros gigantes chinos, como Tencent
La mayor reestructuración de Alibaba en más de dos décadas podría resultar contagiosa. El grupo chino de ecommerce se dividirá en seis unidades, algunas de las cuales podrían cotizar en Bolsa o venderse. Ello debería de aportar valor a los accionistas y complacer a los reguladores y políticos deseosos de controlar negocios estratégicos. Otros gigantes tecnológicos, como Tencent, podrían seguir su ejemplo.
La reorganización otorgará a cada uno de los seis negocios de Alibaba, que incluyen su división principal de comercio, así como las unidades de computación en la nube, juegos y logística, su propio CEO y consejo de administración. Y lo que es más importante, cada uno tendrá la opción de “buscar financiación independiente y salidas a Bolsa”, según el jefe Daniel Zhang, que seguirá al frente del holding Alibaba Group. Tras el anuncio del martes, los inversores incrementaron rápidamente en casi 23.000 millones de dólares, o un 10%, al valor de mercado de la empresa, que cotiza en Nueva York. Se sitúa ahora en 250.000 millones.
Años de restricciones regulatorias y confinamientos han lastrado la acción de Alibaba, que cotiza a un mínimo histórico de menos de 10 veces los beneficios futuros: la mitad de su media de cinco años y por debajo de sus rivales JD.com, PDD y Tencent. Disgregarla podría desbloquear valor rápidamente: los analistas de Citi consideran que los dos negocios más valiosos de Alibaba –el ecommerce nacional y la computación en la nube– valen 222.000 millones combinados. O sea, que los inversores atribuyen poco valor al resto. Las divisiones deficitarias, como la de vídeos online, podrían venderse a un rival, mientras que las apuestas más prometedoras, como la rama logística, podrían cotizar o recaudar fondos de inversores privados.
La reorganización también debería de complacer a Pekín. Las autoridades del Partido están reforzando su influencia sobre las empresas privadas, especialmente las de sectores sensibles. Los vehículos estatales ya han adquirido las llamadas acciones de oro –una participación del 1% que suele conllevar representación en el consejo y/o derechos de veto en decisiones clave– en dos de las unidades domésticas de Alibaba. Pero a los reguladores podría encantarles ver las operaciones más sensibles, como la unidad Cloud Intelligence, especializada en análisis de datos e IA, separadas del resto y, potencialmente, incluso volviendo a cotizar en la China continental.
Tencent debería tomar nota. El gigante de los videojuegos, valorado en 460.000 millones, también opera en áreas sensibles como los medios online, la computación en la nube y los pagos móviles. Si el enfoque de Alibaba acaba complaciendo tanto a accionistas como a reguladores, será difícil resistirse.
El regreso de Jack Ma
En la parábola bíblica del hijo pródigo, un derrochador arrepentido vuelve a la casa de un padre indulgente y benefactor. En China, el regreso y la rehabilitación del fundador de Alibaba, Jack Ma, parecen formar parte de una campaña oficial para reactivar la decaída inversión del sector privado. No está claro quién perdona a quién.
El multimillonario ha vuelto esta semana a China. Tras caer dramáticamente en desgracia ante el presidente Xi Jinping después de arremeter contra los reguladores financieros en un discurso público en 2020, Ma, otrora santo patrón de los empresarios tecnológicos chinos, vio cómo se disciplinaba a las empresas que fundó y se reducía su influencia sobre ellas. Desde finales de 2021 ha estado viajando al extranjero para estudiar agricultura, según el South China Morning Post.
El momento de su publicitado regreso a su ciudad natal, Hangzhou, donde tiene su sede Alibaba, probablemente no sea casual; Li Qiang, ahora primer ministro chino, había pedido el año pasado a Ma que volviera, para ayudar a impulsar la confianza empresarial. Este fin de semana, Li se reunió con importantes ejecutivos extranjeros, como el jefe de Apple, Tim Cook, durante la cumbre de inversión más importante del país, y pronunciará el discurso principal en otra gran reunión de las élites empresariales y políticas a finales de mes. Todo ello sugiere que Pekín está intensificando una ofensiva de seducción para tranquilizar a los empresarios, desconcertados por la defenestración de Ma y las medidas represivas en todo el sector, y convencerles de que el Gobierno sigue valorándoles.
Pero si las autoridades creen que la mera visión de Ma en público reavivará la confianza empresarial, esa esperanza tiene un tufillo a desesperación. Las inversiones chinas de capital riesgo en los 11 primeros meses de 2022 cayeron un 42% interanual, hasta 73.500 millones, según Preqin. La tasa de crecimiento de la inversión en activos fijos urbanos por parte de empresas privadas se acerca a cero, según Refinitiv Datastream.
Una forma mejor de tranquilizar a los inversores podría ser aclarar la situación de Ant, el grupo de pagos a crédito cofundado por Ma, que sigue siendo incierta. Permitirle reactivar su OPV, que descarriló tras la jeremiada de Ma, haría realidad el discurso promercado de Li.
Pero aunque las autoridades del partido hablan de la importancia económica del sector privado, están reforzando la influencia política sobre las decisiones empresariales. La reciente detención del prolífico experto en fusiones tecnológicas Bao Fan sugiere que el Gobierno sigue en modo represión. Ma, el empresario pródigo, ha vuelto, pero quizá no por mucho tiempo.
Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías
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