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Editorial
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Muchos reyes del Ibex se aferran al anillo de poder

De las 35 empresas que componen el índice, 16 de ellas, un 40%, tienen un presidente que asume funciones ejecutivas, lo que contraviene las recomendaciones de buen gobierno

CINCO DÍAS

La relación entre el ser humano y el poder ha sido relatadas por innumerables pensadores, filósofos y novelistas desde que la escritura iluminó el mundo. Rosseau, Focault, Hobbes, Spinoza o Maquiavelo teorizaron sobre la dinámica del poder, y el último de ellos introdujo el concepto de “razón de Estado”, pilar que tanto vale para sustentar decisiones legítimas como para justificar por sí mismo el ejercicio del poder.

En la arena empresarial, la práctica totalidad de las instituciones que se han pronunciado al respecto han alertado de los riesgos que conlleva la concentración de los poderes en una sola cabeza. Es en buena parte sentido común, y por ese motivo las democracias liberales, dentro de su imperfección, disponen de contrapesos y ciclos electorales como mecanismo para prevenir o corregir malas decisiones. En el Ibex 35, sin embargo, queda bastante camino por recorrer.

De las 35 empresas que componen el índice, 16 de ellas, un 40%, tiene un presidente que asume funciones ejecutivas, un mecanismo que contraviene las recomendaciones de buen gobierno y, en el caso de la banca, el criterio del BCE. Con este organigrama, la figura del consejero delegado queda opacada por un presidente que, al final del día, es su jefe. Las prácticas de buen gobierno apuestan, por el contrario, por un presidente que sea el máximo responsable del consejo de administración, de modo que dicho consejo pueda ser un contrapeso al CEO. La CNMV, por su parte, modificó la normativa en 2014 para introducir otro posible contrapeso: el consejero independiente coordinador como valedor de los derechos de los minoritarios.

El cambio de prácticas lleva paso de tortuga. Si en 2015, 24 empresas del Ibex concentraban el poder en un único sillón, ocho años después el balance es solo un poco más favorable, con ocho presidentes no ejecutivos más. A este ritmo habría que esperar a 2039 para que todo el Ibex tuviera las competencias separadas.

El componente cultural es un hecho; mientras el mundo anglosajón, con un mayor peso de los inversores, entiende la existencia de contrapesos como algo natural, el ejecutivo patrio, por el contrario, es más cercano a la tradición de empresa familiar. Pero no es excusa, en particular en la medida en que la mayor parte del Ibex no compite en el mercado doméstico, sino en el global. Y lo que a alguien puede parecerle una razón de estado legítima, un inversor basado en Boston o Singapur lo interpretará como reticencia para compartir poderes.

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