El mercado te modera
Si hay un protagonista al que agradecer un posible cambio en la política de Donald Trump es el mismo que confió en Draghi y sacó el mapa a Tsipras

En las últimas semanas, dentro del elevado nivel de incertidumbre en el que nos encontramos desde la toma de posesión de Donald Trump el pasado enero, hemos observado un tono algo más positivo en las Bolsas mundiales, incluyendo la estadounidense, así como una relajación somera en la cotización de su deuda pública. Detrás de este movimiento subyace la idea de que, tal vez, la administración estadounidense esté refrenando en cierta medida sus políticas de máximos en varios frentes, singularmente en el tema arancelario.
Es muy difícil tratar de sondar la mente de Trump, intentando llegar a una conclusión acerca de si lo que ha pasado formaba parte de un plan que sigue adelante o si, sencillamente, es una función que ha salido mal. Desde luego, si la idea era reducir el coste de la deuda estadounidense, de momento, las cosas no irían bien: tras unos días de desconcierto en los que los bonos estadounidenses actuaron como activo refugio, el movimiento fundamental ha sido de incremento de rentabilidades en todos los tramos de la curva. Es decir, los norteamericanos están pagando más intereses por su deuda. Y es que, al final del día, quien pone precio a tus bonos no es el presidente de EE UU, ni siquiera la Reserva Federal: son los inversores que los compran. En este caso, de manera más exacta, los que los venden.
La idea de que para obligar a la Fed a reducir los tipos de interés es admisible meter a EE UU en una recesión, no deja de ser pavorosa. Y no es que el problema sea una recesión técnica de un par de trimestres, con el consiguiente efecto en las Bolsas: es que un decrecimiento de la economía norteamericana podría agravar seriamente los ingresos fiscales, de tal manera que el déficit y la deuda se vieran seriamente comprometidos. ¿Qué rentabilidad pedirían los inversores extranjeros, principales compradores de bonos estadounidenses, a la deuda del país si ésta no parara de crecer? No digamos si un desequilibrio de cuentas llevara a una reducción de su rating… Se podrá argüir que siempre estará la Reserva Federal como compradora última. Pero ello también conllevaría un desgaste y, en suma, una pérdida de reputación de la capacidad de EE UU de pagar sus deudas.
Reducir los tipos de interés es una medida de estímulo muy positiva, si se realiza por causas naturales en un entorno de inflación contenida. No es el caso actual de EE UU. Y lo que es peor, una guerra arancelaria desatada puede incidir en mayores subidas de precios. En este caso, la Reserva Federal se encontraría en la disyuntiva entre luchar contra la inflación o apuntalar la actividad económica. Nadie dijo que fuera fácil.
En lo que sí han tenido éxito las medidas de la administración americana es en el tema de la devaluación del dólar. Hace solo unos meses, la idea general del mercado es que podíamos ir a la paridad con el euro. Hoy, el eurodólar se ha depreciado a 1,14 unidades. El problema es por qué. Y esto no tiene que ver con un diferencial positivo entre los tipos en EE UU y Europa que, de hecho, no es así, sino a una importante falta de confianza en la política y, por extensión en la moneda americana. Tal vez un comerciante japonés y un taiwanés que hace unas semanas comerciaran en dólares, ahora lo estén haciendo en yenes.
Por supuesto, si hay un protagonista al que haya que achacar —agradecer— un posible cambio en la política estadounidense, es el mercado. El mismo mercado que sacó del mapa a Tsipras, impidiendo el colapso griego. El mismo mercado que defenestró a Salvini, en la crisis de deuda italiana. El mismo mercado que confió en Mario Draghi. En resumen, el mismo mercado que, formado por millones de inversores que toman decisiones basadas en datos y expectativas, supone un efecto de contención muy poderoso, ante veleidades políticas o económicas que no se ajusten a la racionalidad. En otras palabras, el mercado como elemento de estabilización de sistema.
Es cierto que esto nos llevaría a replantear en otros términos la famosa frase de Keynes de “el mercado puede permanecer más tiempo irracional que tú solvente”. Algo del estilo “el mercado te pone en tu sitio”. Porque la realidad es que, en estos tres meses de gobierno, Trump no ha conseguido sino provocar pérdidas billonarias en la Bolsa, incrementos de la rentabilidad que deben pagar por sus bonos y, sobre todo, generar una profunda desconfianza, es decir, una gran pérdida de reputación sobre el liderazgo estadounidense. Y esto sucede en un país que hace solo unos meses crecía a niveles de casi un 3%, encaraba un escenario de previsible normalización monetaria y lideraba una OTAN renacida.
Hay quien opina que, aunque haya una vuelta a la normalidad en las políticas estadounidenses, el mal ya está hecho. La desconfianza, en suma. Quién va a comprar un F-35 si puede comprar un Eurofighter, por poner un ejemplo en boga, en términos de los incrementos en gastos de defensa. La respuesta creo que no debe ser tan categórica. Los países son mucho más que sus gobiernos y EE UU sigue siendo la primera potencia mundial. No es fácil, ni mucho menos inmediato, desligarse de su ciclo, aunque no cabe duda de que, en el ámbito europeo, se ha despertado una mayor conciencia de soberanía estratégica. De cualquier forma, la respuesta es que tal vez, en muchos casos, la mejor opción técnica o la única operativa posible sea comprar F-35. Lo que nos lleva a necesitar un entendimiento con Norteamérica, en toda circunstancia. La buena noticia es que, en ese camino, como estamos viendo, vamos de la mano de un aliado muy importante: nuestros queridos, algunas veces denostados, pero siempre vigilantes mercados de activos.
Pedro del Pozo es director de inversiones de financieras de Mutualidad