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Lealtad, 1
Tribuna
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DeepSeek cambia la narrativa en plena fiebre del oro

La carrera armamentística de la IA, espoleada por unos mercados eufóricos, se ha basado en la experiencia de las siete magníficas: en tecnología la escala siempre gana, y el vencedor de la carrera se lleva todos los premios

DeepSeek
Pantalla con la cotización de Nvidia en el parqué de la Bolas de Nueva York, en octubre de 2023BRENDAN MCDERMID (REUTERS)
Nuño Rodrigo

Los mercados financieros son el sistema de incentivos de mayor escala y complejidad que haya ideado la humanidad. A veces brutalmente eficaz, a veces brutalmente disfuncional y, casi siempre, un poco de todo. Desde que el 30 de noviembre de 2022 OpenAI lanzara la primera versión de ChatGPT y el mundo entero viera cómo una máquina parecía pensar (aunque más bien busca y redacta), la música financiera se ha interpretado en una sola clave: la inteligencia artificial. La próxima tierra prometida de las finanzas, la tecnología que (supuestamente) cambiaría el mundo. Como la máquina de vapor, internet o la informática. ¿Quién querría mantenerse al margen?

La magia de los mercados entró en combustión: los inversores han estado dispuestos a pagar lo que fuera por no quedarse al margen de la fiesta, de modo que las grandes tecnológicas y sus bolsillos repletos se lanzaron a una carrera armamentística febril: necesitan entrenar (y mostrar al mercado, claro está) mejores modelos de lenguaje, y para ello necesitan más datos, y mucha más capacidad de procesamiento y almacenamiento. La IA era una cuestión de escala y, bajo esta óptica, la mejor posición es para el que más invierte. Todo es cuestión de escala y fuerza bruta; el rendimiento llegaría después y, a partir de la experiencia reciente, el ganador se lo queda, como ocurrió con los motores de búsqueda (Google), los sistemas operativos (Microsoft) las redes sociales (Meta), el comercio online (Amazon) o los dispositivos tecnológicos de alga gama (Apple) o, momentáneamente, los vehículos eléctricos también de alta gama (Tesla). Las siete magníficas son siete magníficos monopolios o cuasimonopolios.

El primer triunfador de esta euforia ha sido Nvidia, la versión tecnológica de los vendedores de picos y palas en la fiebre del oro. Pasó de ingresar 16.000 millones en 2021 a esperar ingresos de 200.000 millones en 2026 gracias a los chips (basados en procesadores gráficos) con los que Google, Meta, Amazon y compañía buscaban la ventaja marginal de sus modelos de entrenamiento. Y con un margen de beneficio propio de un monopolio, en torno al 50%. Ya había algunas voces que avisaban de los rendimientos decrecientes de los modelos de lenguaje más conocidos. Pero la rueda del mercado es imparable. La semana pasada Meta presumió de sus 65.000 millones de dólares de inversiones en IA.

El modelo de DeepSeek se ha desarrollado, supuestamente, con menos de seis (cifra que no está verificada). Su modelo es de código abierto y accesible para el público. Y explica sus razonamientos. Es una enmienda a la narrativa asumida por Silicon Valley y por Wall Street. Y en los mercados las cifras cuentan, pero a veces la narrativa cuenta más. Hoy está en cuestión que sean necesarias inversiones tan cuantiosas en equipamiento. Y está en cuestión, por tanto, la rentabilidad de estas inversiones (dado que se pueden obtener resultados de forma más económica). Y está en cuestión que el mercado esté dispuesto a pagar múltiplos mareantes por una ventaja competitiva que quizá no sea tan exclusiva.

La subida vertical y retroalimentada de Nvidia, su ascenso a los tres billones y pico de valor en Bolsa, ha sido caldo de cultivo para todo un ecosistema financiero alrededor de este dinero aparentemente fácil: opciones sobre acciones (incluidas las de vencimiento a un día, bastante parecidas a una apuesta deportiva), fondos cotizados apalancados (también fondos bajistas), entrada masiva de hedge funds y, para añadir un toque de folclore, fiestas en las presentaciones de resultados. El eco de burbujas pasadas es evidente, por más que la IA (como internet, como tantas otras tecnologías) haya llegado para quedarse. Ocurre simplemente que jugar esa carta en los mercados ha dejado de ser sencillo, y lo tendrán en cuenta a la hora de definir el sobreprecio que pagan por las acciones. Esa es la primera implicación, la más clara. Hay otras posibles, como el impacto de las pérdidas en un mundo financiero, el efecto que tendrá el hecho de que EE UU ya no es el líder exclusivo en el mundo de la IA o si realmente los modelos menos costosos pueden democratizar esta tecnología. Pero esas son aún más difíciles de calibrar.


Sobre la firma

Nuño Rodrigo
(Barcelona, 1975) es subdirector de Cinco Días. Licenciado en Economía por la UAM, inició su carrera en CincoDías en 1998, especializándose en información financiera. Ha sido responsable de Mercados, de la edición Fin de semana y de la sección Cinco Sentidos. Redactor jefe a partir de 2007, de 2011 a 2021 se ocupó de la edición digital.
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