Petroleras ante la era Trump, el gigante fósil que se resiste a quedar en un rincón de la cartera bursátil
El sector ve cuestionada su viabilidad a largo plazo, aunque también ofrece balances sólidos y una elevada rentabilidad por dividendo. El magnate republicano podría elevar las restricciones al crudo ruso e iraní pero desea por encima de todo un petróleo barato
La petrolera Cepsa abandonó hace poco más de dos meses un nombre con más de 90 años de historia y lo ha cambiado por uno con aires más sostenibles, Moeve. Seguirá siendo una petrolera puesto que no será hasta finales de esta década cuando haya conseguido que más de la mitad de sus beneficios procedan de las energías verdes. Sin llegar a renunciar a su imagen de marca, esa es la transformación en la que está inmerso, en mayor o menor medida, el conjunto del sector. Se trata de ir diciendo adiós a unas energías fósiles que, cual dinosaurios, van a ir desapareciendo para ceder paso a energías renovables y a combustibles como el hidrógeno. El proceso es lento, requiere ingentes inversiones, y convive aún con un precio del petróleo que permite seguir obteniendo rentabilidad, generar elevados beneficios y retribuir con holgura a los accionistas. Pero el precio del crudo está en descenso, en una tendencia que puede ir a más con Donald Trump en la Casa Blanca. El nuevo presidente de EE UU quiere producir más petróleo y, sobre todo, que sea una materia prima barata que no abra la caja de los truenos de la inflación.
“No hay vuelta atrás, es un cambio irreversible. Estamos creando un nuevo sector: dejamos de ser petrolera”, declaraba a este periódico Maarten Wetselaar, el consejero delegado de Cepsa, con el sosiego que da dirigir una compañía que no cotiza en Bolsa, aunque hoy día más del 80% de sus beneficios aún procedan de combustibles fósiles. Los inversores sin embargo son más exigentes y se dividen entre quienes continúan dando a las petroleras años de vida, y rentabilidad, en un mundo que todavía va a seguir siendo muy dependiente del crudo y sus derivados durante muchos años, y quienes no ven sentido invertir en un sector con visibilidad menguante en el largo plazo. Es más, el entorno se ha vuelto también más exigente en el corto plazo, en especial para las petroleras europeas frente a las estadounidenses, sometidas a menos limitaciones medioambientales y que en Trump van a encontrar un aliado para producir más. “Drill, baby, drill” (perfora, cariño, perfora) es uno de los lemas con los que ha llegado a la Casa Blanca. En el último año, gigantes estadounidenses como Exxon Mobil, Chevron o Texaco se anotan alzas en Bolsa superiores al 10%, frente a los descensos o el balance casi plano de las petroleras europeas, con la excepción de Shell y Galp.
La constante tensión geopolítica permite repuntes del precio del crudo como el visto en este inicio de año, pero las previsiones apuntan en 2025 a un nivel de precios estable para el barril de petróleo, cuando no en descenso, mientras las compañías van a tener que ir explicando a sus inversores que los elevados márgenes y beneficios del pasado reciente han quedado atrás, lo que en algunos casos podría exigir además un ajuste en la remuneración al accionista.
Repsol está ya preparando el terreno de cara a la presentación de sus resultados anuales, el próximo 20 de febrero. Esta semana la petrolera española anunció un dato clave, el margen de refino, que había sido el negocio más rentable del sector con la crisis energética que se declaró con la guerra de Ucrania y que ahora está en caída libre. Ese margen, que mide las ganancias derivadas de la conversión de crudo en gasolina, diésel o queroseno, se ha desplomado un 40,5% en 2024 en el caso de Repsol, hasta los 6,6 dólares por barril. Eso sí, tal derrumbe ya habría tocado fondo, el margen de refino mejoró en el cuarto trimestre y se espera continúe aumentando en 2025, según señalan numerosas firmas de análisis. En Bestinver Securities, por ejemplo, estiman un margen de refino este año y el próximo de 6,5 dólares por barril, incluso con una previsión conservadora para el precio del petróleo, de entre 70 y 75 dólares el barril Brent. Pero también surgen las primeras advertencias de un cambio de tendencia en el sector, en buena parte forzado a vender activos o reducir las inversiones para su transición energética si no quiere sacrificar remuneración al accionista.
La petrolera española ya afronta ese dilema ante los inversores. Según el consenso de analistas que recoge Bloomberg, el 55,9% de las recomendaciones son de compra y el 35,3% de mantener. Pero han surgido influyentes firmas de análisis que han rebajado recientemente su consejo para Repsol a infraponderar. Morgan Stanley lo hizo hace solo unos días, advirtiendo además que la debilidad del margen de refino puede acabar dañando la remuneración al accionista, un escenario que está empezando a descontar el mercado. En los últimos seis meses, los títulos de Repsol descienden el 14%. Morgan Stanley señala que los ingresos de Repsol en el refino “son cruciales” y añade que la debilidad en esta partida, junto con los precios más bajos del crudo y los precios del gas más altos, “reduce el potencial de generación de flujo de caja de la empresa en 2025 y 2026″. JP Morgan también recortó su consejo para Repsol a infraponderar en diciembre, poniendo el foco en el margen de refino.
Goldman Sachs prevé un retorno medio para el accionista de grandes petroleras europeas del 13,5% este año
Álvaro Navarro, analista de Bestinver Securities, sí considera que la remuneración a los accionistas de Repsol podría mantenerse, con un pago de unos 2.000 millones de euros este año. Añade que la acción está “claramente infravalorada” y que su precio “refleja un escenario excesivamente negativo”. Pablo Fernández de Mosteyrín, analista de Renta 4, también destaca que la empresa cotiza a “múltiplos muy atractivos” —con un PER a 12 meses de 4 veces frente a las 14 veces de las petroleras de EE UU— y tiene a la española con consejo de compra. En su opinión, su política de dividendos solo terminaría por revisarse en el caso de que no se lograran las ventas esperadas de activos no estratégicos y de que el precio del petróleo cayeran de forma notable, al nivel de 50 a 60 dólares el barril, lo que no es su escenario base.
Goldman Sachs también confía en el sector petrolero para este año, del que destaca sus sólidos balances, el potencial de transformación que ofrecen los planes de venta de activos y la rentabilidad para el accionista, que el banco estadounidense cifra en un 13,5% de media para las grandes petroleras europeas: un 7% de rentabilidad por dividendo más un 6,5% de las recompras de acciones. Asegura que Repsol tiene “la historia de transición energética más convincente” y tiene entre sus petroleras europeas favoritas a la española junto a Shell y Galp. En cambio, prueba de la creciente división que recorre el mercado sobre el sector petrolero, en Bank of America, prevén este año un descenso en la rentabilidad para el accionista de las grandes petroleras del 13% al 11%, consecuencia de un recorte en los programas de recompra de acciones que prevé realicen Repsol y, especialmente, BP.
La petrolera británica ha advertido estos días de que sus resultados del cuarto trimestre de 2025 serán débiles y acaba de anunciar un recorte de 4.700 empleos, más del 5% de la plantilla. “Nos sigue preocupando que la reparación de sus balances siga dependiendo principalmente de la venta de activos”, aseguran en Bank of America a propósito de Repsol y BP. La entidad calcula que la empresa española necesitaría un crudo nada menos que en los 140 dólares este año para cubrir su retribución al accionista de forma orgánica, solo con su flujo de caja. La estimación del banco es que este año el Brent se sitúe de media en los 65 dólares el barril.
El precio del petróleo, pendiente de Trump
“El año va a ser complicado, hay que ser muy selectivos y hay alternativas de inversión más interesantes que las petroleras, pese a que tengan un balance saneado, el foco en crecer en renovables y un dividendo alto. El contexto para el precio del petróleo es bajista y eso no ayuda”, explica Pilar Aranda, analista de Bankinter, que tiene todo el sector petrolero con consejo de venta. En ese contexto, lo que suceda con la economía china y las decisiones que tome Donald Trump prometen ser determinantes para el precio del crudo.
El año ha comenzado con un ascenso del barril Brent a máximos de cinco meses, llegando a los 82 dólares. La decisión, anunciada el 10 de enero, de Estados Unidos de elevar las sanciones a la industria petrolera rusa como castigo por la guerra en Ucrania y la posibilidad de que Trump se muestre más duro con las exportaciones de crudo de Irán han hecho al mercado temer por el suministro, una inquietud que de momento no ha ido a más pero que va a ser una constante en los próximos meses.
La Agencia Internacional de la Energía (AIE) ha descartado esta semana problemas de suministro de crudo pese a los riesgos con Rusia e Irán. Pese a la tensión geopolítica, con poder de activar de inmediato el alza en el precio de la energía, también hay fuerzas que juegan a favor de la moderación de los precios: el enfriamiento del crecimiento económico, en especial en China; el exceso de producción, sobre todo después de que EE UU se haya convertido en el principal productor mundial, y la perspectiva de que la OEP empiece este año a aumentar su oferta de crudo, algo a lo que de momento se resiste. A estos elementos se une otro factor diferencial, y es el deseo manifestado abiertamente por Donald Trump de mantener un precio bajo de la energía. La inflación le ha costado la Casa Blanca a Joe Biden y Trump tiene claro que el precio del petróleo es un elemento clave, capaz de dar y quitar votos.
En su discurso del 9 de enero en su residencia de Mar-a-Lago , Trump aludió al precio de la energía como el elemento clave, si no el único, a abordar para reducir la inflación, que es la segunda razón por la que cree que fue elegido, solo por detrás del control de la inmigración. La dura política de aranceles que pregona es, sin embargo, una gran amenaza inflacionista, aunque también podría tener un impacto positivo para las petroleras. Aranceles más altos supondrían el aumento de los precios de refino, lo que beneficiaría a las petroleras estadounidenses. Con el magnate republicano en la Casa Blanca también habría por tanto oportunidades para las petroleras del país, aunque su objetivo declarado sea un petróleo barato. Así, Trump es en opinión de Citi el “camino correcto” para quienes esperan un descenso del precio del crudo. El banco estadounidense espera de hecho que caiga a los 60 dólares el barril a mediados de este año.