Un Tesla con Santo Tomás en el salpicadero
La firma dirigida por Elon Musk cotiza con múltiplos que descuentan crecimientos futuros del 20%, como si el alza en Bolsa fuera a ser infinita
El automóvil por sí mismo es un producto de consumo maduro y las ventas no crecen más allá de los crecimientos potenciales del PIB. Eso sí, cada cierta década en los bienes maduros aparece algo disruptivo que se abre paso y es capaz de desarrollar un crecimiento fuera de lo normal en ventas o márgenes. Podría ser el caso de los coches eléctricos y Tesla, que ha pasado a facturar 111 millones de dólares en 2009 a 81.462 millones en 2022 y se espera que en 2027 llegue a los 221.686 millones de dólares.
En un negocio maduro se transforma la tecnología y en la primera parte de la disrupción emerge un líder sin la mochila de los costes hundidos de los históricos fabricantes y captura la primera parte del ciclo de crecimiento. A su vez, el precio de las acciones descuenta el crecimiento al infinito y sube hasta cotas donde ya solo se justifica por la creencia de que los beneficios que se estiman a cinco años vista sean reales. La siguiente es una fase propia de las burbujas, donde se asume que la compañía capturará una cuota de mercado del 25% –inimaginable en una industria como el automóvil– y que las cifras de crecimiento ya son del 20% anual pase lo que pase. Y por supuesto, los competidores “no tienen calidad ni producto” para alcanzar a este unicornio, cuya cotización se ha convertido en su argumento de excelencia pese a que, en la realidad, como todos los coches eléctricos tienen ventajas e inconvenientes.
Cohetes espaciales, tubos supersónicos, prototipos “todo terreno” del futuro para agricultores, algo de inteligencia artificial, pero escasos talleres oficiales para llevar el coche son otros de los aspectos que envuelven ese halo de crecimiento infinito y exclusivo que se traduce en que hay que pagar una prima de valoración muy alta por este nuevo mundo vehicular.
Seamos modernos y hagámoslo, creamos que las ventas crecen hasta 2027 al 22% anual, que el margen EBITDA pasa del 16,5% en 2023 estimado hasta el 20,4%, y que el beneficio por acción pasa de 3,66 dólares en 2022 a 9,26 dólares en 2027.
Ahora no hay más que trasladarse al año 2027 y pensar que estamos ahí, que Tesla ha conseguido todo, que va teniendo su cuota de mercado esperada, que todos vamos teniendo coche eléctrico. Lo que debemos hacer es poner desde 2027 hasta 2032 otras cifras de crecimiento que igual ya son del 10% en vez del 20%. Paren por un momento y piensen que yendo todo sobre ruedas y sin “un solo fallo”, en 2027 si ponen un PER de 15 veces por acción, una prima del 50% sobre lo que Porsche 911 cotiza con las estimaciones de 2027, la acción tendría que estar en 139 dólares al multiplicar el PER por el beneficio por acción estimado en 2027.
Esto supone una caída del 44% respecto al precio actual y si, en cambio, nos vamos a un PER de 12 veces y primas del 20%, la acción se iría a los 111 dólares y todo esto creyendo en la perfección. Si falla algo y en vez de crecer al 22% lo hace al 16% (espectacular también) podríamos ver entonces la acción por debajo de los 100 dólares. Para los que tengan tiempo, hagan un descuento de flujos de caja desde 2027 y partiendo de esas ventas háganlas crecer a tasas del 5% y luego del 3% a medida que se queden sin filas de Excel y en la “g” terminal de crecimiento pongan 2% y saquen el precio del “futuro”. Verán que en vez de San Cristóbal habrá que ponerse un Santo Tomás en el sofisticado salpicadero de su Tesla para seguir creyendo que las subidas en Bolsa son “infinitas”.
Alberto Espelosín es gestor de Renta 4 Alpha
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