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En colaboración conLa Ley

Abogados autistas, una realidad en la sombra

En España hay medio millón de personas con TEA, pero son invisibles en el sector legal

GETTY

El Trastorno del Espectro Autista (TEA) es una condición neurológica que se da en un 1% de la población. Cada 2 de abril se celebra el Día Mundial del Autismo, una jornada para concienciar sobre esta condición invisible que, según las estimaciones de la Confederación de Autismo de España, afecta a casi medio millón de personas en nuestro país.

Estos datos, que reflejan una relevante presencia de personas con TEA en la sociedad, contrastan con la dificultad para dar con abogados, procuradores, graduados sociales o jueces que se presenten al mundo como personas con autismo. En un sector donde las habilidades para entablar relaciones y hablar con soltura son vitales, algunos profesionales optan por maquillar sus síntomas y no visibilizar su condición, para así evitar el rechazo. Un segundo grupo, aunque minoritario, elige ser visible.

Varios juristas con TEA han compartido con Cinco Días Legal cómo es vivir con autismo en un mundo laboral como el jurídico.

Condición "invisible"

Uno de estos profesionales es Jorge González (45 años, Alicante), quien tras ejercer como letrado durante 17 años corrobora que en la abogacía sobrevuela “el miedo a ser despedido y al rechazo” para los autistas. Reclama más concienciación con una discapacidad que, subraya, “es invisible”. Aunque él nunca tuvo problema en contarle a sus compañeros que tenía TEA, porque su familia lo apoyó, el letrado recuerda que “no todo el mundo tiene esta ayuda” y no siempre es fácil dar el paso.

El cerebro de las personas con TEA funciona de manera distinta. Un rasgo que los caracteriza es la dificultad para discriminar estímulos. Esta forma de funcionar puede exteriorizarse en problemas para comunicarse (no miran a los ojos, por ejemplo) o en dificultades para las interacciones (no entender los chistes o los dobles sentidos).

Jorge tiene Asperger, una variante de autismo que puede implicar problemas para entender la comunicación no verbal (los gestos, las expresiones faciales…) y cierta inflexibilidad frente a los cambios. Con estos condicionantes, enfrentarse a un juicio era un reto. Pero con los años aprendió sus trucos: “Si tenía la vista a las 10, me levantaba a las 7 y hacía meditación y lo llevaba todo subrayado por colores. Lo llevaba todo muy aprendido y marcado. Creo que trabajamos mejor, porque nos sabemos las cosas de memoria”.

Otro testimonio es el de Ricardo (50 años), un abogado no ejerciente que prefiere mantener su verdadero nombre oculto. Ricardo apartó la toga cuando un conocido se sentó con él y le dijo: “No vales como abogado, te falta malicia”. “Yo sabía que algo no funcionaba bien”. Más tarde, con 38 años, recibió el diagnóstico de que tenía Asperger.

Su caso refleja un patrón: personas con TEA que abandonan la abogacía y prueban suerte en lo público porque el mercado laboral les da la espalda. En opinión de Ricardo, hay un perfil de autista que puede ser muy valioso para los bufetes si se especializa en áreas de corte técnico, como el derecho fiscal o las patentes, donde este puede moverse como pez en el agua. Sin embargo, señala, los prejuicios afloran en la entrevista de trabajo, donde el entrevistador detecta que algo funciona distinto y a muchos se les cierra la puerta en esta fase. “Por eso muchas personas que estudian derecho optan por la oposición o la investigación”, apunta, porque “se sienten más protegidos en lo público” y “saben que si tienes una recaída no vas a la calle”.

El doctorado es otro de los caminos. “Doctorarse es una vía natural para el autista porque nos encanta investigar. Tenemos mucho que decir sobre las leyes porque tenemos una forma de pensar distinta, pero a veces no nos escuchan”, se lamenta.

También reclama mayor concienciación en la alta abogacía. “Los grandes despachos tendrían que sacar becas para personas con autismo”.

Camuflaje de supervivencia

En 2021, un informe de la Oficina de Estadísticas Nacionales de Reunió Unido reveló que en el colectivo autista hay menos posibilidades de ser contratado que en cualquier otro grupo de discapacitados (solo un 21% consigue trabajo). Al hablar de aceptación laboral aflora el término masking, la práctica de camuflar los síntomas asociados al TEA como método de supervivencia y aceptación. Esta táctica es un arma de doble filo al implicar un alto grado de sufrimiento para la persona que lo practica, que debe adaptarse al molde de los convencionalismos sociales.

Saber cuántos juristas prefieren mantener su autismo en secreto o practican masking es imposible, aunque la dificultad para dar con profesionales que compartan su historia para este reportaje (para el que cuatro personas han rechazado aparecer) da una pista de las reticencias a ser visibles. “Es probable que algunos simplemente no lo sepan o nunca se hayan planteado obtener un diagnóstico, y puede que otros no lo revelen por miedo al prejuicio, al estigma o a que peligre su estatus en el entorno laboral”, opina María Verde Cagiao, psicóloga del área de Investigación de la Confederación Autismo España.

Mensaje de esperanza

“Lo mejor es decírselo a todo el mundo”, anima Raquel Duque (35 años, Santiago de Compostela), una abogada con TEA que decidió ser visible en su despacho, y que recoge un balance positivo de la experiencia.

Un punto de ventaja en su etapa como letrada, cuenta Duque, fue su facilidad para volverse experta en temas complejos con mucha facilidad. Hasta el punto de obsesionarse con un área de conocimiento y convertirse en una erudita. En su caso, se interesó por el derecho de consumidores. “Todos los compañeros del despacho me consultaban, porque era la Wikipedia del bufete”. El infradiagnóstico, apunta, es uno de los problemas que hace que el autismo en el sector legal no aflore. “Hay muchos abogados que ni saben que son autistas”, asegura.

“Ser autista no fue un problema ni me impidió ser profesional en mi trabajo”, comparte Raúl, magistrado de Audiencia Provincial, quien también prefiere ocultar su verdadera identidad. Su caso demuestra que ser TEA no está reñido con ejercer puestos de responsabilidad que requieren contactos sociales constantes. Más bien, explica, el autismo le ayudó a concentrarse en su objetivo de sacarse la plaza sin distracciones. A los estudiantes que no encuentran referentes en el sector, les anima a a “ser perseverantes y a no dejarse llevar por los estigmas sociales”.

Series y clichés

Abogada autista. Woo, una abogada extraordinaria es una de las últimas series surcoreanas en triunfar en Netflix. Esta producción cuenta la vida de una letrada con autismo que es dibujada como una joven superdotada y con una memoria sobresaliente, pero que carece de habilidades sociales y de empatía. Ello dificulta la relación con los clientes y con sus compañeros.

Producciones. La historia de Woo sigue el patrón marcado en otras ficciones por otros personajes con autismo, como el científico Sheldon Cooper (The Big Bang Theory) o el cirujano Shaun Murphy (The Good Doctor). En todas estas producciones se potencia el arquetipo de persona inadaptada a la sociedad, con constantes líos con compañeros de trabajo y con amigos, nulo para mostrar afecto, pero que es imprescindible para sus jefes por tener la llave de puzles que sólo él puede resolver. Con el tiempo, sus compañeros aprenden a lidiar con sus peculiaridades.

Estereotipo. El cliché del Asperger superdotado y solitario causa un flaco favor a la visibilización del espectro, apuntan los portavoces del colectivo. Es falso que las personas con autismo sean más inteligentes que la media, y no todos enfrentan los mismos problemas para comunicarse. “Ni tenemos que ser brillantes en algo ni todos somos nulos en las relaciones sociales”, deja claro Mikel Álvarez (29 años), miembro de la Asociación de familias de personas con un Trastorno del Espectro del Autismo, graduado en Derecho y persona con TEA. En su opinión, la imagen que proyectan estos personajes, tan recurrente en la ficción, puede alimentar el infradiagnóstico, al inducir a la audiencia que ser Asperger implica ser parecido a Sheldon Cooper, cuando la realidad es que no hay dos autistas iguales.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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