La gestión de la inmediatez
Como abogados podemos autogestionarnos mejor, y así gestionar mejor las expectativas de los otros
«En este siglo acabaremos con las enfermedades, pero nos matarán las prisas».
Gregorio Marañón
Me surge esta reflexión como consecuencia de la preocupación que me han manifestado varias personas, que he entrevistado últimamente para diferentes puestos, sobre el poco tiempo que tienen para responder a todos los estímulos que les llegan del exterior de forma correcta y en tiempo sin que les cause estrés y agobio.
El mundo digital, si no le ponemos límites, acorta el tiempo de respuesta. En la esfera privada sufrimos si vemos que alguien ha leído nuestro WhatsApp y no ha contestado. En el trabajo, los abogados tienen que sacar los asuntos “para ayer” y es como si la celeridad en la respuesta fuese garantía de profesionalidad. Sin embargo, cuando los temas a tratar son complejos, la precipitación y la falta de reflexión, por un lado, y la inseguridad por haber “sacado papel” sin haber prestado atención, por otro, produce malestar e insatisfacción y a veces se comenten errores que pueden tener consecuencias no deseadas. En el caso de los abogados o consejeros independientes, en función del puesto que ostenten, hablamos de responsabilidad civil. Nosotros, como headhunters legales, necesitamos un tiempo para observar los comportamientos de los candidatos y ellos han de valorar si la posición que les comentamos encaja en su sistema de vida, más allá del salario: es una reflexión que necesita calma. Por otro lado, y a lo largo del proceso cuando los tiempos son correctos, podemos observar aspectos que en un proceso “arrebatado” es difícil que se puedan detectar.
¿Hemos dejado que la prisa sea nuestro estilo de vida? Es una realidad que el teléfono inteligente que todos tenemos nos posibilita en un “clic” acceder a productos y servicios de toda índole y el bombardeo de información, a través de distintas vías, nos produce falta de atención e insatisfacción. Hace poco leí que a esto lo llaman la ‘tiranía de la inmediatez’: nos estimulan por todos lados para que hagamos las cosas más deprisa, para pasar a la siguiente enseguida, y así una y otra vez.
¿Es saludable recibir estímulos sin parar? ¿Nos sabemos defender de este efecto? ¿Cómo lo hacemos? En 2008 un estudio concluyó que estamos expuestos a unos 34 GB de información al día. En 2017 la cifra asciende a los 74 GB y cada año aumenta en un 5%. No tenemos espacios vacíos para descansar la mente y reflexionar con claridad sobre las respuestas.
El primer efecto de una gestión inadecuada de la inmediatez es la dispersión y estrés en el trabajo.
Se profundiza poco en los temas y se rinde peor; al estar pendientes de muchos canales de entrada que requieren respuesta y querer ser inmediatos, segregamos una hormona que se llama cortisol, que en grandes cantidades impacta negativamente en el sistema autoinmune y crea depresión. En palabras de Marian Rojas, vamos “inflamados por la vida”.
También, precipitación y descontrol en el desempeño profesional. El tiempo es necesario para darle vueltas a los asuntos y tener perspectiva.
Además, en las relaciones con los demás, el estrés de la inmediatez produce irritabilidad, se agrandan los problemas que el paso del tiempo hubiese amortiguado. Y la respuesta rápida hace que se escriban o digan palabras innecesarias y molestas.
Como abogados podemos autogestionarnos mejor, y así gestionar mejor las expectativas de los otros
Externamente, en primer lugar, con acciones directas, como apagar el móvil o utilizar más a menudo el “modo no molestar”, archivar a personas o chats que realmente no nos aporten, así como salirnos de redes que nos consumen demasiado tiempo y nos aportan poco. En segundo lugar, debemos replanificar nuestra rutina diaria, buscando espacios para pensar. Y, además, saber escuchar y contestar de forma correcta y asertiva. Este aspecto no es fácil porque en él influye el lenguaje que utilicemos y la capacidad que tengamos para, entendiendo lo que nos piden, poner límites a las peticiones de los demás, y esto requiere tiempo.
Internamente, tres son las premisas: autoconocimiento, autovaloración y autocontrol. Autoconocimiento: Invertir tiempo en identificar qué tipo de estímulos son buenos para nosotros, neutros o perjudiciales, porque, conociéndolos, sabremos responder mejor en tiempo y forma, así como saber cuáles son nuestras reacciones ante dichos estímulos. Por otro lado, y si hablamos del tiempo, que es el gran tema que incita a esta reflexión y que es un bien “amenazado” hoy en día, la pregunta sería si sabemos determinar qué personas y situaciones nos hacen bien y son interesantes para nosotros y cuáles nos hacen sufrir o perder el tiempo. Autovaloración: ¿tratamos de estar disponibles en todo momento en cualquier circunstancia y con todo el mundo? Habría que tener claro y diferenciar primero, lo que es bueno para nosotros, y desde ahí, empezar a construirnos para aprender y seguir aportando. En definitiva, intentar conseguir equilibrio en nuestras vidas. El término “FOMO” (“fair of missing out”) ¿lo padecen solo los jóvenes? .Por último, autocontrol: no dejar que las emociones nos dominen a la hora de responder: escribir ayuda, también respirar. Se evitan muchos “mini problemas” que se diluyen con dejar pasar tiempo.
Paula Fuentes Bueso, socia directora F&B Consultores Executive Search. Orientadora profesional y coach certificada.