La economía del hidrógeno más allá de los electrolizadores
La homogeneización va a ser fundamental de cara a favorecer el rápido desarrollo de esta nueva economía a nivel internacional
La economía basada en el uso de combustibles fósiles ha acompañado a la humanidad durante siglos; y, paralelamente, a lo largo de los años, se ha desarrollado una regulación, una normativa y una reglamentación que ha facilitado y perfeccionado su funcionamiento.
Sin embargo, es un hecho que este modelo económico está llegando a su extinción. La Agenda 2030 de las Naciones Unidas, seguida y ampliada por el Pacto Verde europeo, pone encima de la mesa la migración de este modelo a uno más sostenible; y esta sostenibilidad debe ser entendida en el sentido amplio, no solo en el plano medioambiental, sino también en aspectos como el económico, el laboral o el social.
Y, en el centro de este modelo más sostenible, se sitúa el hidrógeno como vector energético. La posibilidad de producir hidrógeno verde desde fuentes de energía renovable, empleando electrolizadores para disociar la molécula de agua; y de emplear este hidrógeno en la industria, como combustible alternativo en (todo) el transporte, como una alternativa al gas natural en los hogares, y como método de almacenamiento y gestión de la energía de origen renovable.
De hecho, la reciente guerra en Ucrania ha hecho que Europa ponga en marcha un plan denominado Hydrogen Accelerator, en el marco del programa REPowerEU, para sustituir lo antes posible el gas natural importado de Rusia por hidrógeno renovable.
La economía del hidrógeno supone una gran oportunidad para países que, como España, no disponen de combustibles fósiles, pero que sí que tienen recursos renovables desde los que producir hidrógeno verde para autoabastecer sus necesidades energéticas, e incluso para exportar a otros países.
Como puede aprehenderse fácilmente, este nuevo paradigma energético viene a cambiar el actual reparto de poder energético a nivel mundial: países que, actualmente, importan combustible, pueden pasar a ser exportadores. Pero para que este nuevo mercado global funcione, es necesario que existan una serie de factores previos transversales.
En primer lugar, se está trabajando en la definición de qué es el hidrógeno renovable, cómo va a etiquetarse y de qué manera va a garantizarse su origen. Por ejemplo, ¿cómo se considerará al hidrógeno producido mediante electricidad proveniente de una red eléctrica, cuyo mix incluye energía renovable?; ¿cómo se va a etiquetar el hidrógeno si la energía eléctrica proviene de nuclear?; ¿de qué manera se va a permitir el comercio (incluso internacional) de “certificados de hidrógeno verde”?
También, se está desarrollando la regulación del transporte y distribución del hidrógeno; cómo se lleva a cabo la inyección en la red de transporte del hidrógeno verde producido, cómo se transporta y distribuye, y cómo se llega a los usuarios finales; y también cómo se establecen las remuneraciones a productores y compañías de transporte y distribución. Obviamente, también se establece cómo ha de ser esta red.
Además, se analiza el “almacenamiento de energía en forma de hidrógeno”, entendido como un conjunto de “servicios a la red eléctrica”; no solo para una gestión horaria o intradía, sino también para una gestión estacional de la energía: inyectar hidrógeno en las estaciones del año en las que hay excedente de energía renovable y extraerlo cuando hay una falta de este recurso.
Por último, se va a regular su uso, como combustible para el transporte. Hay que regular también su uso como alternativa a gases energéticos, como el gas natural, el butano o el propano, o incluso la posibilidad de mezclarlo con estos gases; quién hará las mezclas, cómo se harán las medidas…
Por supuesto, todo este trabajo de desarrollo de legislación, normativa, reglamentación y regulación, ha de llevarse a cabo de un modo coordinado entre países, de modo que esa “mercado global” cobre sentido. La homogeneización va a ser fundamental de cara a favorecer el rápido desarrollo de esta nueva economía a nivel internacional.
Así, en Europa, destaca la labor de la European Clean Hydrogen Alliance, del Clean Hydrogen Partnership y de Hydrogen Europe; por su parte, en España, se cuenta con los correspondientes comités de normalización de UNE (CTN 181 y CTN 222), y la Asociación Española del Hidrógeno ha lanzado recientemente un grupo de trabajo en regulación para tratar aspectos regulatorios y efectuar recomendaciones en este sentido.
Estos factores van a permitir el establecimiento inicial de un mercado, pero van a ser necesarios más trabajos en el ámbito jurídico y legislativo para consolidarlo. Hay que cambiar el concepto de “producto químico” que el hidrógeno llevaba asociado hasta ahora, por el de “vector energético”, asociándole más usos, más mercados y un punto de vista diferente; hay que democratizar su producción, como se ha hecho con las energías renovables; y hay que facilitar las transferencias de tecnología para el rápido desarrollo de nuevos productos.
Todo junto, debe llevar a facilitar el rápido desarrollo de los primeros proyectos de demostración y de despliegue, que permitan esa transición necesaria hacia una economía más sostenible basada en el hidrógeno renovable.
Javier Brey Sánchez, profesor y director del Máster en Tecnologías del Hidrógeno en la Universidad Loyola y presidente de la Asociación Española del Hidrógeno.