Y tras la pandemia, llega la recaudación
Todas las empresas deben explicar cómo ayuda su contribución tributaria al bienestar social nacional
“Las grandes empresas españolas que más ganan son las que menos impuestos pagan”, “Apple se mofa de España”. Titulares como estos se reproducen de forma habitual en los medios de comunicación.
El relato de malvadas multinacionales que se aprovechan de forma sistemática de los sistemas fiscales donde operan para pagar menos impuestos está muy extendido y perpetúa la idea de que todas las grandes empresas llevan a cabo actividades fiscales fraudulentas, o por lo menos, poco éticas.
Cuando parecía que la crisis económica de 2008 estaba superada y se volvía a recuperar la confianza perdida en las empresas, llega la pandemia y, con ella, un recrudecimiento de la situación económica nuevamente.
Aunque todavía no se hayan materializado todos los efectos que nos va a dejar esta crisis sanitaria global, es probable que el escrutinio público sobre las compañías, especialmente aquellas grandes, de las que se espera una mayor contribución, no haga más que aumentar.
Muchos gobiernos han tenido que realizar un gasto público sin precedentes para afrontar esta crisis que ha paralizado la economía. La impresión de dinero FIAT que se ha realizado para asumir este gasto provocará con gran probabilidad un aumento de la inflación, es decir, de los precios de muchos de los bienes y servicios que consumimos a diario.
No obstante, el retraso en que este efecto se produzca, unido al limitado entendimiento macroeconómico del ciudadano medio y de los efectos de este tipo de decisiones gubernamentales, seguramente generará que la sociedad malinterprete esta subida de precios con un objetivo de enriquecimiento de las empresas a su costa.
Sumado a esto, el nivel de deuda se disparó en 2020 a niveles históricos, generando aún mayores presiones para que el Ejecutivo aumente su capacidad recaudatoria como se pretende mediante el endurecimiento fiscal planteado ahora por el Gobierno.
Lo más seguro es que en este contexto de crisis tanto Gobierno como ciudadanos exijan de las empresas una “mayor responsabilidad social”, traducida en mayores contribuciones tributarias.
La pandemia no solo ha generado una mayor presión recaudatoria y de “responsabilidad social” a las multinacionales, sino que dará lugar a nuevas obligaciones fiscales a nivel nacional e internacional.
El crecimiento de la economía digital durante la pandemia ha impulsado la implementación de la llamada tasa Google, así como el acuerdo del G7, apoyado por España, de imponer un impuesto de sociedades mínimo y universal del 15% como respuesta a los enormes beneficios obtenidos por las grandes tecnológicas desde que apareciera el coronavirus.
Por su parte, la Unión Europea ha creado la primera Fiscalía Europea para reducir el fraude fiscal en la Unión, además de adoptar nuevas medidas para obligar a las empresas a ser más transparentes con sus actividades fiscales, generando así un nuevo foco de presión de alcance europeo.
Estos son solo algunos algunos ejemplos de las consecuencias que va a tener la pandemia y la consecuente aceleración de la transformación digital sobre el escrutinio de la fiscalidad.
Desde el punto de vista de una multinacional, la solución es clara: no solo hay que hacer las cosas bien, sino contar que se están haciendo bien. Todas las empresas deben explicar cómo ayuda su contribución tributaria al bienestar social nacional, a la viabilidad del negocio, a la creación de trabajo y al enriquecimiento de los países donde opera.
Para ello, todas las compañías deben ser conscientes de que existe este riesgo latente a nivel de reputación y que han de trabajar antes, durante y después de que este se materialice.
En resumen, las actividades de las multinacionales van a continuar siendo objeto de recelos y escrutinio. Más especialmente, en tiempos de crisis como los que vivimos. Existe un reto real en explicar, como leíamos en los titulares, por qué Ali Baba no es el tío Gilito de las Islas Caimán y que Apple no se mofa de los españoles. Seguramente, parte de su relato pase por explicar su contribución en términos de empleo, crecimiento económico y aportación social. Las empresas que comuniquen estos aspectos de forma transparente, continuada y apropiada a todos sus públicos conseguirán navegar con más éxito un mar de percepciones cada vez más hostil.
Alba García, directora de Issues Legales en LLYC