¿Influye un buen desayuno a la hora de elegir hotel?
Los establecimientos hoteleros muestran cada vez más interés en cuidar la primera comida del día, como reclamo para atraer clientes. El bufé sigue siendo la opción estrella, con una evolución hacia productos más sanos y de proximidad


Anna Payet lo tenía claro. “El desayuno debía ser para disfrutar”. Y así se lo trasmitió a los hermanos Roca mientras gestaban la idea del hotel Casa Cacao, el alojamiento que los propietarios de El Celler de Can Roca tienen en Girona y que ella dirige. Cinco años después de su apertura, el desayuno del establecimiento fue reconocido como el mejor de España en la categoría de hotel boutique, un premio otorgado el pasado enero por Madrid Fusión. Desde entonces, Payet asegura que han tenido una “avalancha” de clientes, y que una amplia mayoría de los que llaman para alojarse preguntan por la primera comida del día. “Lo servimos en una terraza con vistas al centro de Girona. Consta de siete pasos y en medio está nuestro plato estrella: el huevo villaroy. El acompañamiento de este va cambiando según las verduras de temporada”. No podía faltar el broche dulce, con el chocolate muy presente. Todo ello servido en mesa por un equipo de sala que explica cada plato al comensal.
“Para nosotros, el desayuno es vital para que el cliente tenga ganas de venir a nuestro hotel. Es un punto de atracción muy importante”, afirma Payet. Aquellos que no se hospedan, pueden ir a tomar el brunch de martes a domingo a partir de las 12.30 por un precio de 55 euros. “Es idéntico al desayuno, pero le añadimos un plato más. Está teniendo mucha aceptación. Tanto gente local como turistas alojados en otros lugares que vienen a probarlo”.

Las palabras de Payet coinciden en muchos puntos con las de Diego del Río, chef ejecutivo de Boho Club, que se hizo con el premio a mejor desayuno en la categoría gran hotel. “Ha sido una locura desde que ganamos el premio. Nos hemos visto un poco desbordados”, reconoce Del Río. El chef resalta la gran cantidad de clientes externos que se acercan para probar la primera comida del día por 35 euros. “Hay un cambio de hábitos en los viajeros. Cuando llegan al destino buscan las opciones de gastronomía en los alrededores para desayunar, que se ha puesto de moda”.
En los comienzos de Boho Club, el desayuno se servía a la carta, “pero los clientes pedían que hubiera bufé”. Ahora ofrecen esa modalidad y bajo demanda sirven huevos en diferentes elaboraciones. El chef no duda al decir que el desayuno “es un reclamo a la hora de escoger un alojamiento”.
Antes que Casa Cacao y Boho Club, el ganador del mejor desayuno de España fue Finca Cortesin, el año pasado, en una primera edición en la que solo había una categoría. Su chef ejecutivo, Lutz Bösing, lleva “14 años” sirviendo el desayuno a la carta por una razón. “Por la mañanas no estoy del mejor humor y odio tener que levantarme a coger las cosas del bufé”, cuenta entre sonrisas. Ya en tono más serio, asegura que la primera comida del día “tiene que ser fácil y si te la sirven en la mesa, mejor”. “Es un lujo que concuerda con la filosofía del hotel”, sostiene, y cuenta que ayuda que el establecimiento tenga 70 habitaciones y en la cocina haya personal suficiente para satisfacer las peticiones de los clientes.
Desde el premio, Bösing ha notado que “la gente externa quiere probarlo”, y cree que cada vez hay más interés tanto del público como de los hoteleros por el galardón, con un mayor número de participantes en la última edición de Madrid Fusión. El presidente de la cita gastronómica, José Carlos Capel, explica que este reconocimiento surgió para azuzar a las compañías hoteleras a poner más esfuerzos en los desayunos “que estaban muy abandonados”. “Como viajero impenitente, tengo que soportar desayunos muy malos”, apunta el también crítico gastronómico de El País, a la par que reconoce una “mejoría” y cada vez una mayor “inquietud” de los hoteles por hacerlo bien. Aunque en su opinión los bufés son incómodos, reconoce que es lo que más gusta a los viajeros, que disfrutan paseando y llenando sus platos de alimentos. Esta oferta gastronómica ha ido evolucionando en la última década, sostiene Sergio Mellado, director de comidas y bebidas en Catalonia Hotels, que cada año analiza qué productos consumen los huéspedes y el gasto que suponen. “Los embutidos, por ejemplo, ahora se comen menos, lo que nos permite apostar por ibéricos. Ha subido la ingesta de frutas, cereales y lácteos”. Los datos recogidos les permiten adaptarse a las tendencias, entre las que Mellado destaca una mayor preocupación por la alimentación saludable, punto en el que coinciden todas las fuentes consultadas. “Hay quien piensa que lo que más sale, por ejemplo cruasán, debe ser lo más barato. Es un error porque te juegas tu imagen”.
Mellado, que ya conversó sobre este tema en la pasada feria de hostelería HIP, define un hotel como un conjunto de servicios, “no solo una cama”, en el que priman “las tres D: descanso, ducha y desayuno”. La oferta gastronómica “es fundamental” y un factor de decisión más importante de lo que se cree. Eso sí, añade, generalmente por detrás del precio y la ubicación. Otra de las tendencias en la que coinciden los entrevistados es la importancia que están adquiriendo los productos de proximidad. “A los hoteles pequeños nos ayudan a que el huésped tenga una experiencia más completa. No solo en lo que se refiere a comida, también tenemos en cuenta elementos como la decoración, obra de diseñadores o artesanos locales”, relata Anna Payet. Por su parte, Sergio del Río destaca la importancia que tiene esta apuesta por lo cercano en la economía de la zona. A modo de ejemplo de este punto, Payet cuenta que muchos de los clientes de Casa Cacao acaban comprando en el puesto que tiene en el mercado el charcutero que les provee de algunos productos que sirven en la primera comida del día.
Sobre los cambios en los desayunos, Fabio de Vero, consultor empresarial especializado en hostelería, considera que se debe a un cambio que se está dando en las cadenas hoteleras. “Antes veían la gastronomía como un problema. Incluso la dejaban en manos de operadores externos. Poco a poco se han dado cuenta que forma parte de la experiencia del huésped y empiezan a entender que puede ser una fuente de ingresos. Si no la cuidas, el cliente se puede ir”.
Una buena oferta gastronómica puede servir también para que el cliente local pierda el miedo a entrar en un hotel de cinco estrellas, y lo vea como un lugar más al que acudir en su ciudad. Es por lo que viene apostando en los últimos años el Rosewood Villamagna de Madrid. “La evolución es ser un punto de encuentro para las personas que viven aquí, no solo un hotel”, explica Laura del Pozo, directora de comunicación y relaciones públicas. Entre las diferentes propuestas del hotel, que van cambiando a lo largo del año, una de las fundamentales es el brunch de los domingos, que tiene un precio desde 120 euros y en el que se van introduciendo novedades, “para que no sea algo estático”. Desde mayo, y hasta el 13 de julio, se ha incorporado una estación mexicana en colaboración con Karla Cova Villa en la que se incluye una selección de platos típicos del país americano, pero con un toque de autor. Y se acompaña con una exposición de piezas de Huakal, marca mexicana de decoración artesanal. Una unión de gastronomía y arte que también se da en uno de los brunchs que ha vuelto hace poco a la ciudad. El que ofrece los domingos el recién renovado The Palace y que está amenizado con música de ópera en directo por 125 euros.
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