Tesicnor: seguridad en el trabajo para los guardianes del planeta
La compañía navarra ofrece servicios de prevención de riesgos laborales y formación. Su proyecto más reciente está relacionado con la previsión de incendios
Santiago Pangua, gerente y fundador de Tesicnor, ha dedicado más de dos décadas de su carrera profesional a la prevención de riesgos laborales. A principios de este siglo, cuando era empleado de una mutua de accidentes de trabajo, cayó en la cuenta de que para adelantarse a los percances, solo se ofrecía a los empresarios informes llenos de recomendaciones escritas, pero sin soluciones técnicas reales. “Íbamos con el problema, pero no con la solución”, resalta. Fue así como se lanzó en 2002 al mundo del emprendimiento con Tesicnor (Técnicas y Servicios de Ingeniería y Control del Norte).
Una firma que ahora factura 11 millones de euros y que cuenta con una plantilla de 132 empleados, con 35 de ellos participando en el área de I+D+i. “Si una empresa tiene un riesgo, no basta con decírselo. Hay que calcular, diseñar estructuras adecuadas y aplicar medidas técnicas”, recalca. La compañía nació a la par del boom de las renovables. “Hubo una auténtica explosión. Comenzaron a instalarse parques eólicos y huertas solares. Fue como encontrar el viento a favor: entramos en un sector que estaba naciendo y nos preparamos para dar respuesta a sus necesidades en materia de seguridad”, explica el directivo. Ha sido esta industria verde un nicho de mercado.
“Comenzamos realizando coordinaciones de seguridad y ofreciendo formación para operarios que trabajaban en esos parques”, prosigue. Era sencillo encontrar clientes. “Fue el propio desarrollo del sector renovable el que nos arrastró con él”, añade.
Navarra jugó un papel clave, ya que allí se instaló el Centro Nacional de Energías Renovables (Cener) y también el Centro de Referencia Nacional en Energías Renovables y Eficiencia Energética (Cenifer), reconocido en formación profesional. “Junto a otras empresas del sector de las renovables, se generó una actividad industrial potente que nos permitió consolidarnos”, detalla Pangua.
Tras casi una década en el mercado y haber resistido a la crisis financiera de 2008, Tesicnor se internacionalizó. “Entre 2010 y 2014 hubo una fuerte presión [de las Administraciones públicas] para que las compañías salieran al exterior”, recuerda el fundador. “El mensaje era claro: o nos internacionalizábamos o estábamos perdidos. Pero fue un error, al menos en nuestro caso”, abunda. Se expandieron a México, Chile e India. En este último caso fue especialmente duro.
“Constituir una empresa en India es un proceso largo, costoso y lleno de trabas”, subraya. En los mercados de Latinoamérica, el avance tampoco fue sencillo. Así que la firma decidió centrarse en su mercado de origen y dar por finalizada su experiencia foránea. “Muchas empresas de Navarra salimos fuera pensando que el mercado internacional funcionaría igual que el local, y no fue así”, admite. “Mi conclusión es que la internacionalización, tal como la concebimos entonces, era excesivamente ingenua. Hoy soy muy crítico con esa visión empresarial que parecía única”, reconoce.
El enfoque actual de la empresa combina la colaboración con diversas compañías, instituciones académicas y distintas organizaciones. Con ellas desarrolla proyectos de tecnologías avanzadas. Uno de los más recientes es el proyecto Alert Fire, apoyado por el CDTI Innovación, una plataforma que combina múltiples fuentes de datos para después predecir el riesgo de incendios forestales con un alto nivel de precisión.
“Tenemos el conocimiento necesario para resolver muchos de los grandes problemas para que las personas vivan mejor, para fomentar una mejor relación con la naturaleza”, asegura Pangua. El reto de Tesicnor es transformar ese conocimiento en soluciones concretas.
Cambio climático, el verdadero enemigo de la humanidad
“Nuestros verdaderos enemigos”, dice Santiago Pangua, gerente y fundador de Tesicnor, “son el calor extremo, las tormentas, las inundaciones, los incendios forestales. Hoy, estos desastres naturales se perciben como algo normal, como si fueran eventos inevitables. Pero en realidad podríamos invertir muchos más recursos en prevenirlos”, argumenta.
“El mundo es incierto, eso está claro, y vivimos en una situación en la que pocas cosas pueden darse por seguras”, añade. Los desastres provocados por el cambio climático, sin embargo, sí que se pueden prever, afirma. Las nuevas tecnologías, como el análisis de datos y la inteligencia artificial, permiten obtener modelos sobre qué es lo que sucederá en un lugar con una cierta temperatura, humedad, viento, radiación solar y horas de insolación.
Por ejemplo, abunda Pangua, las Administraciones públicas a todos los niveles están muy poco preparadas para prever desastres. “Cuando ocurren, lo único que hacen es intervenir. Nadie toma medidas estructurales. En el camino se dejan enormes cantidades de dinero en helicópteros, brigadas, aviones… Medidas reactivas necesarias, pero insuficientes”, recalca. “Mientras, perdemos vidas y recursos naturales”, lamenta.
Iniciativas futuras
NOE. Un sistema de alerta temprana para inundaciones ha sido el germen para la creación del departamento de reducción de riesgos por desastres naturales de Tesicnor, comenta Peio Oria, responsable de esta área. La firma prevé inundaciones fluviales o torrenciales como las de Valencia. “Hemos desarrollado otro producto para seguimiento de sedimentos y predicción de descargas eléctricas, y ahora contamos con uno especialmente importante para el estrés térmico, pensado sobre todo para entornos de trabajo al aire libre”, detalla Oria. Este último producto responde a un problema creciente: las jornadas laborales al aire libre están cada vez más expuestas a temperaturas extremas. Alert Fire es otro de los proyectos que también ha nacido en este departamento.
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