Medir la huella digital, el reto necesario de las emisiones invisibles
Adigital plantea un modelo pionero de contabilidad climática. Y anuncia que lanzará una calculadora para las mediciones relacionadas con la tecnología


España es una de las economías más digitalizadas de la Unión Europea. Estas tecnologías tienen un impacto dual en las emisiones de CO2. Por un lado, contribuyen a aumentar la huella de carbono mediante el consumo de energía que requieren (con un crecimiento exponencial en el caso de la inteligencia artificial), y por el otro, ofrecen una solución climática, puesto que su eficiencia mitiga emisiones. Conseguir un balance neto positivo pasa por adoptar prácticas sostenibles.
De no ser así, se estima que la electricidad que estas requieren podría duplicarse en 2030. Hoy, el sector de las tecnologías de la información y la comunicación representa entre el 1,5% y el 3,9% de lo emitido por gases de efecto invernadero (GEI) y del 8% al 10% de la energía global demandada.
En apariencia, el porcentaje puede no imponer. Pero, según datos de la UE, todo suma (por ejemplo, la minería de criptomonedas ha aumentado su consumo energético en 34 veces desde 2015) o bien, resta: el teletrabajo puede reducir unos 712 kg de CO2 al año por persona, la transición de redes 4G a 5G mermar el derroche de energía en un 90% y cada punto de digitalización ganado en una economía es equiparable a 142,000 toneladas de dióxido de carbono.
La minería de criptomonedas ha aumentado su consumo de energía en 34 veces desde 2015
Y en este dilema entre eficiencia y sostenibilidad los detalles importan y deben conocerse. De ahí el debate sobre si dar o no las gracias a ChatGPT, porque cada palabra cuenta. Cien vocablos igualan al consumo de 519 mililitros de agua y de 0,14 kilovatios hora (kWh); poco, comparado con el derivado del envío de vídeos e imágenes.
El impacto es innegable, sin embargo, los países no cuantifican aún las denominadas emisiones de alcance 3 (las generadas en la cadena de suministro, el uso de servicios digitales, en proveedores de conectividad y plataformas tecnológicas), por no ser ni fácil ni directo, aunque imprescindible. No obstante, algo se va moviendo, prueba de ello son la iniciativa Green Digital Action de la COP29, así como el estudio Medición de las emisiones y la huella climática de las TIC de la UIT y el Banco Mundial.
En España, el pasado 20 de noviembre, la Asociación Española de Economía Digital, Adigital, presentó el informe Digitalización sostenible: medición y gestión de emisiones de CO2 en la economía digital, como “propuesta oficial de esta industria en coincidencia con la celebración de la COP30”, en palabras de César Tello, su director. “Una vez más, hemos querido ser avanzadilla con un trabajo muy práctico que sirve como metodología común ante la existencia de tantas guías sectoriales”.
En la presentación del documento, Justo Hidalgo, director de IA de Adigital y Miguel Ferrer y Sèbastien Pellion, cofundadores de Dinamo.ai, insistieron en que no hay tiempo que perder. Sin embargo, justo el día antes, se aprobó la ampliación de plazos del Digital Omnibus Package de la Comisión Europea. “Un tiempo que debe aprovecharse para dar ya pasos en esta integración de lo medioambiental y lo digital, nunca parar”, recomendaron los expertos citados.
La asociación, en su empeño de no quedarse en lo teórico y “aterrizar estas necesidades que apremian”, anunció que, después de este “cómo”, en 2026 llegará el “con qué medir” y lanzarán una herramienta concreta en forma de calculadora para que “sobre todo las pymes puedan gestionar sin dificultades esta transición”, indicaron.
Distinta velocidad
El documento “ha sido posible gracias a todo el ecosistema asociativo de Adigital y al respaldo de instituciones como Green Web Foundation y Pacto Mundial de Naciones Unidas”. Precisamente, Javier Molero, director de proyectos y sostenibilidad de esta última, en entrevista telefónica, destaca la doble velocidad que existe para estas implementaciones, según hablemos de pymes o gran empresa.
“La capacitación y la formación serán claves para encontrar el tiempo y los recursos. Las normativas empujan y ahora mismo, las que nos preocupan son: la CSRD (informe corporativo de sostenibilidad), que obligará a aportar datos ingentes en materia de ESG y gobernanza, y la de diligencia debida o CS3D. Y para la recopilación de tanta información, la IA será esencial, por tanto, hay que esmerarse en su eficiencia, igual que en la creación de centros de datos verdes. Porque, además, la inteligencia artificial puede alcanzar, por sí sola, el 24% de las metas de los ODS, según la ONU”.
Un ejemplo concreto lo pone Guillermo Serrano, director de relaciones gubernamentales de Trainline: “Hicimos un estudio entre 1.711 usuarios y se vio que el 18% de los billetes vendidos a través de la aplicación son de viajeros que sin este tipo de plataformas digitales hubieran optado por medios de transporte más contaminantes como el coche o el avión”.
“Necesitamos un marco de gobernanza común. Al fin y al cabo, la medición es el primer paso para la gestión. Y debemos ver al tejido empresarial como solución, y no solo parte del problema”, comenta para concluir Lucas Bobes, responsable del área medioambiental de Amadeus.
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