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La punta del Iceberg
Tribuna
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El estancamiento de los salarios españoles: convergencia europea y crisis interna

La comparativa salarial exige una reflexión sobre los motivos de fondo y si dicha evolución fue más o menos inevitable

La evolución de los salarios en España, en términos reales, ha sido muy pobre desde el inicio del presente siglo. Así, entre 2000 y 2024 los salarios reales medios crecieron solo un 5,1%, lo que viene a situar a España entre los países europeos con menor crecimiento en los ingresos de los trabajadores, a años luz de lo sucedido en otros países como Estonia, Lituania o Polonia.

No cabe duda de que este hecho es indiscutible. Un trabajador medio español ha perdido poder adquisitivo en comparación con lo acaecido en otros países. Hoy, aquellos que al inicio de siglo eran mucho más pobres no lo son, y aunque sus salarios en algunos de estos casos aún se sitúan por debajo de la media de los españoles, la brecha que nos daba ventaja se ha cerrado en muy buena parte.

Sin embargo, aquí hay varias cuestiones que merecen ser expuestas para dar cierta racionalidad a este suceso. Dicha racionalidad no lo va a explicar todo, pero sí va a poner en contexto que los salarios de los países que he mencionado, y muchos otros, hayan experimentado esta ventaja sustancial frente a los españoles y otros países similares.

El argumento que desarrollaré a continuación no pretende justificar por completo la evolución salarial en España. Es cierto que nuestro desempeño ha sido deficiente por múltiples razones que analizaré más adelante. Sin embargo, la teoría económica sí predice que países como los que habitualmente citamos como referencia experimenten esa “convergencia” salarial en determinados contextos.

Ya hace décadas que en teoría del crecimiento económico se maneja el concepto de convergencia y las razones que la explican. Cuando hablamos de convergencia hablamos del mecanismo por el que un país pobre crece más rápidamente que uno rico. Esto no es que suceda siempre; de hecho, necesita de condicionantes muy relevantes para que acontezca. Pero en la Unión Europea esos condicionantes se dan en buena medida.

Si dos países participan de contextos económicos similares (me refiero al ecosistema internacional) e instituciones económicas y políticas estables, y entre ellos existe la posibilidad de establecer relaciones comerciales y económicas sin demasiados costes de transacción, lo que se observará es que parte del capital fluirá desde los países ricos a los pobres y parte de los trabajadores se moverán desde los países pobres a los ricos. Las razones son los incentivos para invertir en países con capacidad de producción, pero escaso capital y a emigrar a los países ricos en cuanto las políticas migratorias lo permitan por pertenecer al mismo espacio económico.

Aunque esto es algo más complejo, como resultado tenemos que el país más pobre recibe inversiones que lo capitalizan (normalmente no tiene la capacidad propia de acumular ahorro del mismo modo y por ello necesita de estas inversiones extranjeras), elevando su productividad y con ello sus ingresos. Por otro lado, la “expulsión” de empleo menos productivo por emigración eleva por construcción la renta per cápita. Todo ello lleva a que, si además enarbolas políticas adecuadas, los países más pobres vean sus salarios medios reales crecer a un ritmo elevado. Mucho más que en los países ricos, donde incluso la presión por un mayor número de trabajadores menos cualificados (inmigración) reduce el salario medio por construcción estadística (algo menos por afectar al resto de los salarios por presiones de oferta, salvo en contados segmentos del mercado de trabajo).

Así pues, la incorporación de estos países a la Unión Europea, más las políticas adecuadas aplicadas (no quitemos mérito a esto), ayudaron a la convergencia salarial. Esto debería explicar una parte de las diferencias salariales. Pero hay más: los precios también suben.

Un efecto muy estudiado en economía es que, cuando un país se desarrolla, su productividad, sobre todo en bienes comercializables, aumenta y presiona los precios de bienes no comercializables, como salud, vivienda o educación, o cines, restaurantes o comercio en general. Esto quiere decir que un precio a pagar (literalmente) por la convergencia nominal en salarios es una menor convergencia real por convergencia en precios. Mayores salarios, sí, pero pagando también mayores precios. Los países que parten con menores salarios sufren una mayor inflación que los que parten con más salarios. Esto no implica que esta inflación de no comercializables se “trague” todo el aumento nominal, pero sí una parte a tener en cuenta.

Para visualizar este evento he dibujado el gráfico que acompaña a este texto. En él se representan el crecimiento del salario real en términos de paridad de poder adquisitivo entre 2000 y 2024, para controlar por la convergencia de precios en el eje vertical, y el salario medio en 2000 en el horizontal (siempre se hace en logaritmos, algo que ahora no voy a explicar).

Puede observarse claramente que, a menor salario en 2000, mayor crecimiento desde entonces. La relación es bastante estrecha, aunque si hubiera usado una tendencia no lineal habría quedado mejor. Pero estamos en una columna divulgativa, no en un trabajo académico, por lo que me van a excusar.

Pueden ver que en la parte inferior derecha se encuentran los países con mayor renta per cápita y mayores salarios en 2000, entre los que se encuentra España junto a países como Italia o Japón. El comportamiento de nuestro país es, en términos muy gruesos, muy similar al del conjunto de los representados, aunque eso sí, por debajo de la línea dibujada, lo que nos lleva a especular que, aunque buena parte de nuestro peor comportamiento se explica por el hecho de la existencia de convergencia, en nuestro país ha habido algo más que ha hecho que nuestros salarios hayan crecido de forma más pobre del esperado (ojo con Israel, Japón, Italia, Portugal o Grecia, con comportamientos del mismo modo decepcionantes).

Para tratar de evaluar algo de este menor crecimiento dada la predicción, he tomado para los países el crecimiento del PIB para varios subperíodos desde 2000 hasta 2024 y mirado qué hecho diferencial explicaría la diferencia entre el crecimiento predicho para los países y el verdaderamente observado. No es causalidad, es correlación, pero con resultados muy sugerentes.

El único período de crecimiento económico que explicaría de forma convincente las diferencias entre los puntos del gráfico y su valor predicho es el crecimiento entre el año 2010 y 2012, es decir, los años duros de la devaluación salarial para ciertos países de Europa, entre ellos, España. Más concretamente, si en esos años no hubiera habido esa “devaluación”, la brecha entre lo que crecieron los salarios en España y lo que habrían crecido si asumimos el proceso natural de convergencia se habría estrechado a la mitad. Nuestros salarios habrían crecido en términos agregados no un 5,1%, sino un 15,0%.

En definitiva, trabajar con salarios u otras variables similares y ponerlos en comparativa internacional como se suele hacer exige una reflexión sobre los motivos y si dicha evolución fue más o menos inevitable. La incorporación en los 90 de multitud de países de la órbita del este a la Unión Europea hace que la comparación de estas variables exija un contexto de convergencia y de las fuerzas que la provocan. Pero no es suficiente. Por enésima vez, lo que hoy vemos en muchos agregados nacionales es consecuencia directa de lo que para mí ha sido y sigue siendo la mayor de las crisis experimentadas por nuestro país en su historia reciente, y cuyas consecuencias y heridas no han curado aún.

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